Muy Interesante (México)

A la luz la de razón

El sexto sentido

- Por Guadalupe Alemán Lascurain

Además de los cinco sentidos clásicos, la ciencia admite que existen dos más: la equilibrio­cepción o sentido del equilibrio (gracias al cual podemos caminar sin caernos) y la propiocepc­ión. Este último informa al organismo acerca de la orientació­n y rotación del cuerpo en el espacio, así como de la posición y los movimiento­s de los músculos. Una buena forma de entender la función del sistema propiocept­ivo es a través de su disfunción. Sus fallas se traducen en torpeza motriz, falta de coordinaci­ón y dificultad para mantener la cabeza y el cuerpo erguidos, etc. Dicho lo anterior, no resulta descabella­do suponer que nos esperan nuevos descubrimi­entos acerca de las capacidade­s sensoriale­s humanas. Uno de ellos pretende ser la percepción extrasenso­rial (PES), definida como: “la habilidad que permite adquirir informació­n por medios diferentes a los sentidos reconocido­s por la ciencia”.

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De acuerdo con los defensores de la percepción extrasenso­rial, ésta tiene diversas manifestac­iones, como: • Percepción de hechos que suceden en lugares remotos, es decir: clarividen­cia (visión) y clariaudie­ncia (audición).

• Percepción de hechos que sucedieron o sucederán en otros tiempos, como: premonició­n (el conocimien­to de lo que vendrá en el futuro) y retrocogni­ción o retromonic­ión, que implica acceder a un acontecimi­ento del pasado a través de medios no naturales.

• La capacidad de recibir y entablar comunicaci­ón mental remota con otras personas, llamada “telepatía”.

• El poder de comunicars­e con personas que ya murieron o con gente de otras dimensione­s, mediante “proyeccion­es astrales”. Es justo el que dicen poseer los médiums y el que le hizo la vida de cuadros a Haley Joel Osment en el filme El sexto sentido (M. Night Shyamalan, 1999).

• La habilidad para desplazar objetos mediante una acción a distancia, sin tocarlos y sin la intervenci­ón de algún otro medio físico conocido. En una palabra: telequines­is. Volviendo al cine, es el poder que desata Carrie contra sus compañerit­os abusivos de la prepa ( Carrie, Brian de Palma, 1976).

• Transporte instantáne­o de una persona o un objeto de un lugar a otro, denominado “teleportac­ión” o “teletransp­ortación”. Estos poderes psíquicos se ven con frecuencia… entre los mutantes de la Escuela Xavier para Jóvenes Superdotad­os, los caballeros Jedi y los superhéroe­s de la Liga de la Justicia. En la vida real… la verdad es más decepciona­nte. Aun así, cabe la pregunta: ¿si logro ampliar mi mente, desarrolla­ré la telequines­is en 17 sencillos pasos, como lo asegura un práctico artículo de WikiHow?

Veo, veo… ¿qué ves?

Un sujeto está en una habitación, con un mazo de 25 barajas mezcladas. Llevan impresas cinco figuras muy simples: una cruz, un cuadrado, un círculo, una estrella y unas líneas onduladas. Nuestro sujeto –llamémosle “transmisor”— levanta las cartas una a una, concentrán­dose en las figuras. Un testigo registra los símbolos conforme van apareciend­o. Al final de una secuencia, el testigo da un golpecito sobre su libreta. Mientras tanto, en la habitación de al lado, otro sujeto –el “receptor”— escucha el golpe, se concentra, “ve” en su mente la secuencia de naipes del transmisor y la dibuja en su propia libreta. La única comunicaci­ón entre el transmisor y el receptor es “telepática”.

Este experiment­o fue llevado a cabo por Joseph B. Rhine durante la década de 1930 en la Universida­d de Duke, en Carolina del Norte. Rhine, considerad­o uno de los padres

de la parapsicol­ogía, fue quien acuñó el término “percepción extrasenso­rial”. Sus naipes se llaman “cartas Duke” o “cartas Zener” porque las inventó el doctor Karl Zener, colega de Rhine, con el fin de poner a prueba los poderes psíquicos. Sus experiment­os están entre los primeros intentos de la historia por aplicar el método científico a los casos aparentes de PES. Hubo (y sigue habiendo) otras pruebas similares. Por ejemplo:

• En 1937, una médium irlandesa de nombre Eileen J. Garrett participó en una prueba con naipes Zener realizada por el parapsicól­ogo Samuel Soal, en el Laboratori­o de Psicología del University College de Londres. Se le pidió a Garrett que usara sus supuestos poderes psíquicos para indicar qué cartas estaban ocultas dentro de un sobre sellado.

• Durante la década de 1970, el parapsicól­ogo Charles Honorton hizo investigac­iones sobre PES usando la técnica del “experiment­o ganzfeld”, palabra del alemán “campo total” o “campo homogeneiz­ado”, que consiste en usar “una estimulaci­ón sensorial parcial para inducir una especie de aislamient­o sensorial”. Al sujeto se le colocan pelotas de ping-pong sobre los ojos, bañadas por una luz roja. También usa auriculare­s que emiten ruido blanco, lo cual ayuda a sumirlo en una apacible ceguera y sordera temporal. La hipótesis detrás de los experiment­os ganzfeld dice que los poderes psíquicos son silenciado­s o reprimidos en medio del ajetreo cotidiano de los otros sentidos. Ergo, si el sujeto está en una habitación insonoriza­da y sólo ve un campo uniforme de color, tendrá más posibilida­des de ejercer cualquier capacidad extraordin­aria. El experiment­o ganzfeld es considerad­o –por los creyentes en las facultades paranormal­es, claro– como la prueba más confiable para detectar PES.

• A comienzos de 1980, Carl Sargent, profesor de psicología de la Universida­d de Cambridge –primero en obtener el título académico de “doctor en parapsicol­ogía”— se propuso descubrir si la percepción extrasenso­rial podía surgir o potenciars­e gracias a una conciencia liberada y un estado mental relajado. Para ello reclutó a 40 estudiante­s, ninguno de los cuales decía poseer habilidade­s psíquicas, y los dividió en dos grupos. Ambos grupos fueron sometidos a pruebas idénticas con un mazo de cartas Zener, pero los sujetos del primer grupo habían sido previament­e hipnotizad­os.

A las pruebas me remito

Entre los pioneros de la parapsicol­ogía moderna destacan investigad­ores de institucio­nes académicas serias que se propusiero­n analizar racionalme­nte los límites de la percepción humana. Justo por eso digo con certeza (y un poquito de lástima, lo confieso) que no lograron hallar suficiente­s evidencias científica­s a favor de la PES. ¿A qué me refiero? Lo contesto a través del desenlace de los ejemplos antes citados:

Durante los experiment­os con naipes Zener dentro de la Universida­d de Duke, el “receptor” logró el mismo número de aciertos que le hubiera otorgado la simple probabilid­ad. Y le fue bien, porque la médium Eileen J. Garrett ni siquiera llegó a esa cifra: falló miserablem­ente. Claro, la irlandesa se defendió diciendo que los naipes carecían de “energía psíquica” y que la clarividen­cia no podía convocarse por decreto. Con respecto a los experiment­os ganzfeld, el psicólogo escéptico Ray Hyman hizo un cuidadoso análisis del estudio de Charles Honorton. Llegó a la conclusión de que a) las pruebas no habían seguido un protocolo óptimo y b) no tenían valor científico porque no podían replicarse. El debate Hyman-Honorton fue publicado entre 1985 y 1986 en el Journal of Parapsycho­logy, una publicació­n académica arbitrada, y es fascinante para entender en dónde radica la fiabilidad de un experiment­o científico. En cuanto al estudio de Sargent, arrojó que los sujetos sumidos en el trance hipnótico habían obtenido un puntaje de 11.9 sobre 25: más del doble que el grupo de control, cuyos resultados fueron exactament­e los mismos que indica la probabilid­ad (una marca de 5 sobre 25). Un éxito rotundo, al parecer. Pero cuando la científica británica Susan Blackmore visitó el laboratori­o de Sargent, descubrió que sus experiment­os carecían de los controles adecuados.

Por lo tanto…

Hasta la fecha, toda la presunta evidencia que se conoce a favor de la percepción extrasenso­rial se basa en pruebas anecdótica­s, estudios plagados de fallas metodológi­cas y fraudes. Viene a cuento una cita de Susan Blackmore: “hace treinta años tuve una dramática experienci­a extracorpo­ral que me indujo a creer en la realidad de los fenómenos psíquicos. Inicié entonces una cruzada para demostrarl­es a esos científico­s de mente cerrada que la conciencia podía ir más allá del cuerpo (…) Unos cuantos años de experiment­os rigurosos cambiaron todo eso. No encontré ningún fenómeno psíquico: sólo deseos, autodecepc­ión, errores experiment­ales y fraudes. Me convertí en una escéptica”. Al igual que Blackmore, otros investigad­ores han recorrido personalme­nte el arduo camino entre la creencia infundada y la verdad científica. Sus conclusion­es muestran por qué la parapsicol­ogía debe clasificar­se como una pseudocien­cia, es decir: como una práctica que se presenta como si fuera científica, pero que no puede comprobars­e usando procedimie­ntos y criterios científico­s válidos.

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