A la luz la de razón
El sexto sentido
Además de los cinco sentidos clásicos, la ciencia admite que existen dos más: la equilibriocepción o sentido del equilibrio (gracias al cual podemos caminar sin caernos) y la propiocepción. Este último informa al organismo acerca de la orientación y rotación del cuerpo en el espacio, así como de la posición y los movimientos de los músculos. Una buena forma de entender la función del sistema propioceptivo es a través de su disfunción. Sus fallas se traducen en torpeza motriz, falta de coordinación y dificultad para mantener la cabeza y el cuerpo erguidos, etc. Dicho lo anterior, no resulta descabellado suponer que nos esperan nuevos descubrimientos acerca de las capacidades sensoriales humanas. Uno de ellos pretende ser la percepción extrasensorial (PES), definida como: “la habilidad que permite adquirir información por medios diferentes a los sentidos reconocidos por la ciencia”.
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De acuerdo con los defensores de la percepción extrasensorial, ésta tiene diversas manifestaciones, como: • Percepción de hechos que suceden en lugares remotos, es decir: clarividencia (visión) y clariaudiencia (audición).
• Percepción de hechos que sucedieron o sucederán en otros tiempos, como: premonición (el conocimiento de lo que vendrá en el futuro) y retrocognición o retromonición, que implica acceder a un acontecimiento del pasado a través de medios no naturales.
• La capacidad de recibir y entablar comunicación mental remota con otras personas, llamada “telepatía”.
• El poder de comunicarse con personas que ya murieron o con gente de otras dimensiones, mediante “proyecciones astrales”. Es justo el que dicen poseer los médiums y el que le hizo la vida de cuadros a Haley Joel Osment en el filme El sexto sentido (M. Night Shyamalan, 1999).
• La habilidad para desplazar objetos mediante una acción a distancia, sin tocarlos y sin la intervención de algún otro medio físico conocido. En una palabra: telequinesis. Volviendo al cine, es el poder que desata Carrie contra sus compañeritos abusivos de la prepa ( Carrie, Brian de Palma, 1976).
• Transporte instantáneo de una persona o un objeto de un lugar a otro, denominado “teleportación” o “teletransportación”. Estos poderes psíquicos se ven con frecuencia… entre los mutantes de la Escuela Xavier para Jóvenes Superdotados, los caballeros Jedi y los superhéroes de la Liga de la Justicia. En la vida real… la verdad es más decepcionante. Aun así, cabe la pregunta: ¿si logro ampliar mi mente, desarrollaré la telequinesis en 17 sencillos pasos, como lo asegura un práctico artículo de WikiHow?
Veo, veo… ¿qué ves?
Un sujeto está en una habitación, con un mazo de 25 barajas mezcladas. Llevan impresas cinco figuras muy simples: una cruz, un cuadrado, un círculo, una estrella y unas líneas onduladas. Nuestro sujeto –llamémosle “transmisor”— levanta las cartas una a una, concentrándose en las figuras. Un testigo registra los símbolos conforme van apareciendo. Al final de una secuencia, el testigo da un golpecito sobre su libreta. Mientras tanto, en la habitación de al lado, otro sujeto –el “receptor”— escucha el golpe, se concentra, “ve” en su mente la secuencia de naipes del transmisor y la dibuja en su propia libreta. La única comunicación entre el transmisor y el receptor es “telepática”.
Este experimento fue llevado a cabo por Joseph B. Rhine durante la década de 1930 en la Universidad de Duke, en Carolina del Norte. Rhine, considerado uno de los padres
de la parapsicología, fue quien acuñó el término “percepción extrasensorial”. Sus naipes se llaman “cartas Duke” o “cartas Zener” porque las inventó el doctor Karl Zener, colega de Rhine, con el fin de poner a prueba los poderes psíquicos. Sus experimentos están entre los primeros intentos de la historia por aplicar el método científico a los casos aparentes de PES. Hubo (y sigue habiendo) otras pruebas similares. Por ejemplo:
• En 1937, una médium irlandesa de nombre Eileen J. Garrett participó en una prueba con naipes Zener realizada por el parapsicólogo Samuel Soal, en el Laboratorio de Psicología del University College de Londres. Se le pidió a Garrett que usara sus supuestos poderes psíquicos para indicar qué cartas estaban ocultas dentro de un sobre sellado.
• Durante la década de 1970, el parapsicólogo Charles Honorton hizo investigaciones sobre PES usando la técnica del “experimento ganzfeld”, palabra del alemán “campo total” o “campo homogeneizado”, que consiste en usar “una estimulación sensorial parcial para inducir una especie de aislamiento sensorial”. Al sujeto se le colocan pelotas de ping-pong sobre los ojos, bañadas por una luz roja. También usa auriculares que emiten ruido blanco, lo cual ayuda a sumirlo en una apacible ceguera y sordera temporal. La hipótesis detrás de los experimentos ganzfeld dice que los poderes psíquicos son silenciados o reprimidos en medio del ajetreo cotidiano de los otros sentidos. Ergo, si el sujeto está en una habitación insonorizada y sólo ve un campo uniforme de color, tendrá más posibilidades de ejercer cualquier capacidad extraordinaria. El experimento ganzfeld es considerado –por los creyentes en las facultades paranormales, claro– como la prueba más confiable para detectar PES.
• A comienzos de 1980, Carl Sargent, profesor de psicología de la Universidad de Cambridge –primero en obtener el título académico de “doctor en parapsicología”— se propuso descubrir si la percepción extrasensorial podía surgir o potenciarse gracias a una conciencia liberada y un estado mental relajado. Para ello reclutó a 40 estudiantes, ninguno de los cuales decía poseer habilidades psíquicas, y los dividió en dos grupos. Ambos grupos fueron sometidos a pruebas idénticas con un mazo de cartas Zener, pero los sujetos del primer grupo habían sido previamente hipnotizados.
A las pruebas me remito
Entre los pioneros de la parapsicología moderna destacan investigadores de instituciones académicas serias que se propusieron analizar racionalmente los límites de la percepción humana. Justo por eso digo con certeza (y un poquito de lástima, lo confieso) que no lograron hallar suficientes evidencias científicas a favor de la PES. ¿A qué me refiero? Lo contesto a través del desenlace de los ejemplos antes citados:
Durante los experimentos con naipes Zener dentro de la Universidad de Duke, el “receptor” logró el mismo número de aciertos que le hubiera otorgado la simple probabilidad. Y le fue bien, porque la médium Eileen J. Garrett ni siquiera llegó a esa cifra: falló miserablemente. Claro, la irlandesa se defendió diciendo que los naipes carecían de “energía psíquica” y que la clarividencia no podía convocarse por decreto. Con respecto a los experimentos ganzfeld, el psicólogo escéptico Ray Hyman hizo un cuidadoso análisis del estudio de Charles Honorton. Llegó a la conclusión de que a) las pruebas no habían seguido un protocolo óptimo y b) no tenían valor científico porque no podían replicarse. El debate Hyman-Honorton fue publicado entre 1985 y 1986 en el Journal of Parapsychology, una publicación académica arbitrada, y es fascinante para entender en dónde radica la fiabilidad de un experimento científico. En cuanto al estudio de Sargent, arrojó que los sujetos sumidos en el trance hipnótico habían obtenido un puntaje de 11.9 sobre 25: más del doble que el grupo de control, cuyos resultados fueron exactamente los mismos que indica la probabilidad (una marca de 5 sobre 25). Un éxito rotundo, al parecer. Pero cuando la científica británica Susan Blackmore visitó el laboratorio de Sargent, descubrió que sus experimentos carecían de los controles adecuados.
Por lo tanto…
Hasta la fecha, toda la presunta evidencia que se conoce a favor de la percepción extrasensorial se basa en pruebas anecdóticas, estudios plagados de fallas metodológicas y fraudes. Viene a cuento una cita de Susan Blackmore: “hace treinta años tuve una dramática experiencia extracorporal que me indujo a creer en la realidad de los fenómenos psíquicos. Inicié entonces una cruzada para demostrarles a esos científicos de mente cerrada que la conciencia podía ir más allá del cuerpo (…) Unos cuantos años de experimentos rigurosos cambiaron todo eso. No encontré ningún fenómeno psíquico: sólo deseos, autodecepción, errores experimentales y fraudes. Me convertí en una escéptica”. Al igual que Blackmore, otros investigadores han recorrido personalmente el arduo camino entre la creencia infundada y la verdad científica. Sus conclusiones muestran por qué la parapsicología debe clasificarse como una pseudociencia, es decir: como una práctica que se presenta como si fuera científica, pero que no puede comprobarse usando procedimientos y criterios científicos válidos.