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Un polígrafo permite a su operador comparar las respuestas fisiológicas de una persona: cambios en la respiración, presión sanguínea o pulso, para saber si dice la verdad o una mentira. Desde su introducción, en 1921, estos instrumentos pueden ayudar a indicar cuándo mienten las personas, pero los científicos siguen explorando la pregunta de por qué mentimos.