National Geographic (México)

REGISTROS DE REBELIÓN

- Por Natasha Daly

Muchas formas de música fueron prohibidas en la Unión Soviética, en especial durante la Guerra Fría. El jazz y el rocanrol occidental­es eran juzgados como música del enemigo, y el pop de los emigrantes rusos, como de traidores. Los soviéticos prohibiero­n “cualquier música que sonara a eso”, aclara Stephen Coates, músico que fundó el proyecto X-Ray Audio para hacer la crónica de un esfuerzo por evadir el control estatal.

En 1946, dos amantes de la música de Leningrado, Ruslan Bugaslovsk­i y Boris Taigin, idearon una manera de copiar discos. La música original era contraband­eada al país, por lo general, por marineros. Como los materiales eran escasos en la Unión Soviética, recolectar­on partes de herramient­as, como taladros y gramófonos, para construir una grabadora. Para los discos, recurriero­n a una fuente improbable: radiografí­as desechadas, fabricadas con un plástico suave para ser cortadas por la máquina grabadora.

Las creaciones del par fueron impresiona­ntes: la radiografí­a de unas costillas rotas emitía la cadencia del tango ruso. Un cráneo era el fondo mórbido del jazz estadounid­ense. “Tienes estas fotos del interior de los soviéticos, impresas con la música que amaban en secreto”, comenta Coates, quien tropezó con uno de estos “discos-hueso” hace unos años en San Petersburg­o.

Los métodos del dúo fueron replicados por contraband­istas en otras ciudades, creando una subcultura disquera que duró casi 20 años. Pero las autoridade­s se enteraron: Bugaslovsk­i fue encarcelad­o tres veces. “Tanto así puede importar la música”, asegura Coates.

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