Unidos para protestar
La lucha contra un oleoducto inspiró un nuevo activismo entre las naciones indígenas.
Letreros en Oceti Sakowin, uno de los campamentos de Standing Rock, muestran las distancias a las que se encuentran tribus de todo el mundo. “Sentamos las bases para lo que viene”, dice Krystal Dos Toros (arriba), de las tribus Northern Cheyenne y Oglala Lakota.
Cuando las manifestaciones en contra del oleoducto de Dakota Access se intensificaron en agosto de 2016, Lewis Cuerda de Cáñamo, de los sioux de Lower Brule, se unió al movimiento de Standing Rock y montó un tipi en la planicie cerca de Cannon Ball, Dakota del Norte. “Solo había hierba alta y verde para donde miraras –recuerda–. Y arañas a montones; oré con ellas y las hice mis protectoras”.
Diariamente, durante el verano, llegaban procesiones de personas en vestimentas tradicionales a los campamentos alrededor de Cannon Ball, comprometidas a apoyar un movimiento que ya había rebasado la simple protesta contra un oleoducto para convertirse en un llamado internacional de protección de los derechos de los indígenas y sus tierras.
La primera ventisca de la temporada llegó y se fue inmediatamente después de una victoria tentativa: el Cuerpo de Ingenieros del ejército de Estados Unidos denegó un permiso a Dakota Access para perforar bajo el lago Oahe.
Luego vino el 20 de enero. Pocos días después de su toma de protesta, el presidente Donald Trump firmó decretos ejecutivos para avanzar en la aprobación de este oleoducto, así como del Keystone XL, parte de un sistema que llevaría petróleo de Canadá al golfo de México. Para principios de febrero, el ejército había concedido un usufructo para operar el oleoducto que pasa por debajo del río Misuri, en el lago Oahe.
Pero Cuerda de Cáñamo, como muchos otros manifestantes, jura que seguirá luchando en la campaña por las tierras nativas y la solidaridad tribal.
Mientras los activistas siguen despertando conciencia y la lucha se desplaza a las cortes, Cuerda de Cáñamo ve en el levantamiento de Standing Rock del año pasado el comienzo de una comunidad comprometida de creyentes, que se ha movilizado para resistirse a la expansión de la economía de combustibles fósiles de Estados Unidos.
“Standing Rock se extendió por todo el mundo y todos presenciaron el poder de lo que sucedió aquí –expone Cuerda de Cáñamo–. Ahora, para la mayoría de quienes hemos estado en este campamento, nos toca regresar a nuestras reservaciones para transmitir lo aprendido. A cada una de las 500 naciones que vinieron, la lucha les va a llegar”.
La pediatra Sara Águila que Salta, de Standing Rock, con su hija Azilya Ojos de Acero (izq.) y su hijo Zaniyan Ojos de Acero, asegura que experimentamos en nuestros hijos los efectos desconocidos de los derrames de los oleoductos y los desperdicios radiactivos de la fracturación hidráulica y químicos asociados, los cuales pueden contaminar nuestros suministros de agua.