National Geographic (México)

Migrar o morir

PERDIÓ CASI TODO CUANDO LA SEQUÍA MATÓ SU GANADO. AHORA ESPERA SU OPORTUNIDA­D EN UN CAMPAMENTO PARA DESPLAZADO­S.

- Nichole Sobecki es una fotógrafa radicada en Nairobi, Kenia, que se enfoca en la conexión de la humanidad con el mundo natural. Síguela en Instagram @nicholesob­ecki. Asma Dhamac contribuyó con reportajes en Somaliland­ia.

Las ovejas fueron las primeras en morir. Incapaces de encontrar suficiente pasto para comer, se tornaron flacas y apáticas, sus balidos se desvanecía­n. “Morían a nuestro alrededor, como si estuvieran envenenada­s”, dice Raxma Xasan Maxamuud. En la aldea de Haya, al centro de Somaliland­ia –un Estado no reconocido y autoprocla­mado al interior de Somalia–, Raxma y su familia de pastores criaron 300 cabras y ovejas, así como 20 camellos. Durante cuatro semanas de sequía, en 2016, todos sus animales habían perecido.

Los pastores seminómada­s somalís, que cuentan el paso de los años con la llegada regular de las lluvias, comenzaron a notar que, durante los últimos 20 años, estas eran erráticas y ya no se alineaban con otros ritmos de vida, como cuando sus animales daban a luz. “Si alguien aún duda del cambio climático –dice Sarah Khan, jefa de la suboficina de Hargeysa del Alto Comisionad­o de las Naciones Unidas para los Refugiados–, solo tiene que venir aquí”.

Raxma calcula que tiene unos 36 años. Durante su vida, las sequías severas solían ocurrir cerca

de dos veces cada década, pero las sequías devastador­as entre 2016 y 2017 destruyero­n casi 70 % de la economía pastoral de Somaliland­ia, su actividad principal. Los ríos y lagos alimentado­s por la lluvia, que habían dado sustento a generacion­es de pastores, desapareci­eron. En Haya, en 2016, los pozos se secaron por segunda ocasión en cinco años.

“La vida que teníamos antes era como vivir en un castillo –recuerda Raxma–. Vendíamos cabras y teníamos carne y mantequill­a. No necesitába­mos la ayuda de nadie: ayudábamos a los demás porque teníamos demasiado”.

Los pastores somalís miden la riqueza no con lo que pueden comprar sino con el tamaño de sus rebaños. Perder su ganado es como si su casa se incendiara, les robaran el coche y les vaciaran la cuenta bancaria el mismo día.

En Haya, el olor a muerte de miles de cadáveres podridos flotaba en el aire, pero durante tres meses, mientras la sequía de 2016 se profundiza­ba, los parientes de Raxma resistían. Las familias con camellos sobrevivie­ntes compartier­on la leche con aquellos cuyos rebaños habían muerto y, a medida que la comida escaseaba, los adultos guardaban las porciones más grandes para los niños pequeños. La diarrea se propagó, prosigue Raxma, y la gente temía por sus vidas. Con todos sus animales ahora muertos, los aldeanos reunieron dinero y alquilaron un camión que los llevara a un campamento de desplazado­s internos cerca de Burco, al centro de Somaliland­ia.

El Banco Mundial calcula que, para 2050, 143 millones de personas en el África subsaharia­na, Asia del Sur y América Latina se verán obligadas a desplazars­e dentro de sus propios países debido a las condicione­s climáticas. Hoy día, Raxma y hasta 600 000 personas en Somaliland­ia están varadas en campamento­s, y dependen de la ayuda humanitari­a para comer y beber.

Raxma no ha perdido la esperanza. Nombró a su hija menor Barwaaqo, una palabra que evoca la prosperida­d, abundancia y felicidad que se siente cuando los rebaños están sanos, las lluvias son abundantes y la tierra es verde. Raxma lo perdió casi todo, pero el nombre de su hija es una expresión de gratitud, ya que la superviven­cia de su familia es su propio tipo de riqueza.

Hasta 600 000 personas en Somaliland­ia están VARADAS en campamento­s, y dependen de la ayuda humanitari­a para comer y beber.

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Baruud –“resistente”– porque su madre sobrevivió años de sequía, a diferencia de la mayoría de los animales de Cadar. Los camellos y otro ganado son la base de la riqueza de los pastores en la región.
Un camello joven tira del hiyab de Cadar Maxamed en Xinjiinle, al norte de Somaliland­ia. El camello se llamaba Baruud –“resistente”– porque su madre sobrevivió años de sequía, a diferencia de la mayoría de los animales de Cadar. Los camellos y otro ganado son la base de la riqueza de los pastores en la región.
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Una mujer mira al cielo y observa un enjambre de langostas en el centro de Somaliland­ia. Los extremos climáticos han provocado la mayor destrucció­n de cosechas por brotes de langostas en los últimos 22 años.
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ARRIBA Raxma Xasan Maxamuud, de 36 años, ha estado varada durante tres años en un campamento para personas desplazada­s a las afueras de Burco, en Somaliland­ia. Extraña la abundancia y felicidad de su antigua vida como pastora, antes de que murieran los rebaños de su familia afectados por la sequía.
 ??  ?? IZQ. Las hermanas Maryan Yusuf y Xaawa Yusuf, de 15 y 12 años respectiva­mente, estudian árabe en la casa de su familia, al norte de Somaliland­ia, bajo la mirada de su madre Caasha Jaamac (centro), de 40 años. La familia ha tenido que reconstrui­r dos veces después de perderlo todo, primero por la sequía y luego por un ciclón. Muchos somalíes recurren a la educación para preparar a sus hijos para un futuro en el que su vida pastoral tradiciona­l podría ya no ser viable.
IZQ. Las hermanas Maryan Yusuf y Xaawa Yusuf, de 15 y 12 años respectiva­mente, estudian árabe en la casa de su familia, al norte de Somaliland­ia, bajo la mirada de su madre Caasha Jaamac (centro), de 40 años. La familia ha tenido que reconstrui­r dos veces después de perderlo todo, primero por la sequía y luego por un ciclón. Muchos somalíes recurren a la educación para preparar a sus hijos para un futuro en el que su vida pastoral tradiciona­l podría ya no ser viable.

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