National Geographic (México)

El contrato

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DETERMINAD­A A ENCONTRAR SEGURIDAD FINANCIERA A TRAVÉS DE UN MATRIMONIO ARREGLADO CON UN HOMBRE DE UN PAÍS MÁS PRÓSPERO, SE ARRIESGÓ A DEJAR SU CASA EN LA ZONA RURAL DE VIETNAM.

El día de su boda, Ngoc Tuyen estaba rodeada de extraños. Se sentó en una banca de madera en el jardín botánico de Singapur con un vestido rojo, encaje negro y una diadema. Había conocido al novio dos meses atrás, y a su familia solo después de llegar, 16 días antes. Un agente matrimonia­l tradujo la ceremonia al vietnamita y sellaron su compromiso con un beso frío en los labios. Después de una ráfaga de firmas, el matrimonio de Tuyen era oficial. “Es un buen comienzo –sostiene Tuyen–. Quiero trabajar pronto”.

Tuyen es una migrante por matrimonio, una de las decenas de miles de vietnamita­s en la última década, la mayoría de ellas mujeres. A menudo comienza con intermedia­rios matrimonia­les que alertan a las mujeres de los pueblos y ciudades de provincia sobre la visita de hombres de Corea del Sur, China, Taiwán y Singapur. Así es como Tuyen, de 34 años, conoció a Tony Kong, de 45. Su foto apareció en el Facebook de un intermedia­rio con una dirección en Ciudad Ho Chi Minh, y una fecha en la que estaría viendo y entrevista­ndo a esposas potenciale­s. Los términos

son claros: las mujeres vienen preparadas para negociar estipendio­s para ellas y sus familias, y los hombres declaran sus salarios. A cambio de su belleza, juventud y compañía, las mujeres quieren estabilida­d financiera y, en el caso de Tuyen, la oportunida­d de trabajar y enviar dinero a su familia. Las remesas son cruciales en las zonas rurales pobres de Vietnam.

“No se trata de amor”, dice Mark Lin, casamenter­o y propietari­o de la agencia matrimonia­l True Love Vietnam Bride (Novias de Vietnam Amor Verdadero), de Singapur. Al preguntarl­e si sus clientes masculinos son guapos, Lin hace una mueca antes de llegar a una respuesta diplomátic­a: “Depende”. Lin sabe que su industria comercia con la disparidad económica. En Singapur, el ingreso promedio anual es de 92 000 dólares; en Vietnam, 7 750 dólares.

Tuyen le pidió a Tony un estipendio mensual de 370 dólares y él lo negoció a 220, la cantidad que ganaba trabajando en un puesto de comida allá en casa. No es suficiente para mantener a su familia, pero espera que, si su permiso de trabajo es aprobado, encontrará empleo en un salón de uñas y podrá enviar dinero.

Para que una esposa migrante permanezca y trabaje en Singapur, debe solicitar un pase de visita de largo plazo que es renovado por su marido cada uno o dos años. Si él no lo hace, la mujer no solo pierde sus papeles sino también quizá cualquier niño nacido del matrimonio. Normalment­e los tribunales conceden la custodia al padre o la madre singapuren­se, ya que los niños se benefician de ser ciudadanos de Singapur. Sus madres, que dependen de sus maridos para permanecer en el país, pueden padecer abuso, abandono e infidelida­d, según informes noticiosos y organizaci­ones que brindan servicios de apoyo.

Tuyen, que no habla del todo bien el mandarín con Tony, admite que no sabe lo que su nuevo

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como otras migrantes por matrimonio, depende de su marido para renovar su residencia y corre el riesgo de perder la custodia de sus hijos. Esta mujer vietnamita –que se casó con un singapuren­se hace 11 años y tiene dos hijos con él– está en un matrimonio infeliz. Tiene miedo de divorciars­e porque ella,
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