MÁS DE 70 % DE LOS PAÍSES DEL MUNDO HAN RECHAZADO LA PENA DE MUERTE.
Los investigadores señalaron que la desalineación característica de los dientes de Krone correspondía a las marcas de mordidas en el cuerpo de la víctima. Muy pronto los medios empezaron a referirse a Krone como el “asesino de los dientes chuecos”. Como en el caso de Ajamu, no había evidencia forense que relacionara a Krone con el crimen. En ese entonces, el análisis de ADN era una ciencia bastante nueva y ninguna muestra de saliva o sangre recolectada en la escena del crimen fue analizada. Los análisis más simples de sangre, saliva y cabello no eran concluyentes. Había evidencia exculpatoria, pero se ignoró, como las huellas de zapatos alrededor de la víctima que no correspondían a la talla de Krone ni a ninguno de sus zapatos.
Con base en poco más que el testimonio de un analista dental que dijo que las marcas de las mordidas en el cuerpo de la víctima correspondían a los dientes frontales chuecos de Krone, este fue declarado culpable y sentenciado a muerte.
“Surge un sentimiento devastador cuando reconoces que todo en lo que alguna vez creíste y defendiste te es quitado sin causa justificada –admite Krone–. “Era tan ingenuo: no creía que esto me pudiera suceder en realidad. Había servido a mi país en uniforme y trabajaba en la oficina de correos. No era perfecto, pero nunca me había metido en problemas. Nunca había recibido ni siquiera una multa de tránsito, pero aquí estaba, en el corredor de la muerte. Fue entonces que me di cuenta de que, si esto podía sucederme a mí, podría sucederle a cualquiera”.
La oficina de la fiscalía del condado de Maricopa gastó más de 50 000 dólares en la acusación centrada en su teoría de las huellas de mordidas, mientras que al experto dental que consultó la defensoría pública de Krone solo le pagaron 1 500. Esta discrepancia en los recursos disponibles para fiscales y defensas en casos capitales se repite desde hace tiempo por todo el país, lo que produce resultados predecibles para los acusados, quienes están atados a una asesoría legal con pocos recursos económicos y, por lo general, ineficiente.
Krone obtuvo un nuevo juicio en 1995, cuando una corte de apelaciones determinó que los fiscales habían retenido de manera arbitraria un video de la evidencia de las mordidas hasta un día antes del juicio. Una vez más, fue declarado culpable. Los fiscales utilizaron al mismo analista dental que ayudó a condenar a Krone la primera vez. Ahora, la sentencia del juez se inclinó a la cadena perpetua en lugar de la muerte.
La madre y el padrastro de Krone se negaron a rendirse y mantuvieron la fe en la inocencia de su hijo. Hipotecaron su casa y la familia contrató un abogado privado para que revisara la evidencia física recolectada en la investigación original. A pesar de las objeciones de la fiscalía, un juez aceptó la solicitud del abogado de la familia para que un laboratorio independiente analizara las muestras de ADN, entre ellas, saliva y sangre tomadas de la escena del crimen.
En abril de 2002, los resultados de las pruebas de ADN demostraron que Krone era inocente. Un hombre llamado Kenneth Phillips, quien vivía a menos de un kilómetro del bar donde asesinaron a Ancona, dejó su ADN impregnado en la ropa que vestía la víctima. Fue sencillo encontrarlo: él ya estaba en la cárcel por violar y asfixiar a una niña de siete años.