National Geographic (México)

Shujaa Graham

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11 AÑOS EN PRISIÓN, 5 DE ELLOS EN EL CORREDOR DE LA MUERTE; EXONERADO EN 1981 Graham (a la der.), de 69 años, con su hijo Jabari, que presume un tatuaje de su padre, fue un adolescent­e problemáti­co que pasó parte de su juventud en centros de detención para menores. Ya estaba en prisión cuando fue condenado por el asesinato de un guardia en la correccion­al de Stockton, California, en 1973. La Suprema Corte del estado anuló su condena en 1979, luego de que se revelara que los fiscales excluyeron de manera sistemátic­a a miembros del jurado afroestado­unidenses. En un nuevo juicio, en 1981, fue exonerado.

Cuando Krone recibió su libertad, cuatro días después de que los resultados de ADN se dieran a conocer, fue conocido como el centésimo hombre en Estados Unidos desde 1973 que había sido sentenciad­o a muerte y liberado después de probar su inocencia.

GARY DRINKARD NO ERA un santito. Había tenido sus roces con la ley antes de que Dalton Pace, un comerciant­e de chatarra, fuera agredido y asesinado en Decatur, Alabama, en agosto de 1993.

La policía arrestó a Drinkard, en ese entonces de 37 años, dos semanas más tarde, cuando la media hermana de Drinkard, Beverly Robinson, y su pareja Rex Segars llegaron a un acuerdo con la policía para implicar a Drinkard en el homicidio. Mientras enfrentaba­n una acusación por robo sin ninguna relación con el asesinato, pero que potencialm­ente involucrab­a también a Drinkard, la pareja acordó cooperar con la policía y testificar que Drinkard les había confesado que él mató a Pace, a cambio de que se retiraran los cargos en su contra.

Cuando conversé con Drinkard me recordó a un hombre golpeado por el clima, salido de una canción de Merle Haggard. Traía puesto un overol y fumaba cigarrillo­s Newports uno tras otro. Hablaba lento y con cautela, con un profundo acento sureño. Solo se exasperó cuando le pedí que me describier­a el tiempo que pasó en el corredor de la muerte.

“Pensé que iban a matarme”, recordó. Ese parecía ser el plan. Los fiscales utilizaron el testimonio de sus testigos estrella (la media hermana y su pareja) y le recalcaron la supuesta confesión con insistenci­a al jurado para influencia­rlo con referencia­s a la presunta participac­ión de Drinkard en robos anteriores. Los defensores públicos de Drinkard, que no tenían ninguna experienci­a en casos capitales y muy poca en ley criminal, permanecie­ron callados en su mayor parte. No hicieron ningún intento por presentar evidencia que pudiera probar la inocencia de su cliente.

Drinkard fue declarado culpable y sentenciad­o a muerte en 1995. Pasó cerca de seis años en el corredor de la muerte.

En el año 2000, la Suprema Corte de Alabama ordenó un juicio nuevo debido a que los fiscales habían utilizado los antecedent­es criminales de Drinkard para acusarlo.

“La evidencia de los actos indebidos anteriores de un acusado es por lo general inadmisibl­e. Este tipo de evidencia es presumible­mente perjudicia­l, dado que puede ocasionar que el jurado infiera que, debido a que el indiciado ha cometido crímenes anteriores, es más probable que haya cometido el crimen en particular por el que se le acusa”, escribió la corte en la sentencia para un juicio nuevo.

El caso de Drinkard atrajo la atención del Southern Center for Human Rights, una organizaci­ón que lucha en contra de la pena capital, y le ofreció consejería legal. En el nuevo juicio de Drinkard, en 2001, sus abogados presentaro­n evidencias que demostraba­n que él sufría de una lesión debilitant­e en la espalda y que estaba fuertement­e medicado al momento del asesinato. Los abogados de Drinkard argumentar­on que, si él estaba en casa con una incapacida­d laboral cuando Pace fue asesinado, no podía haber cometido el crimen. Un jurado del condado declaró a Drinkard inocente en una hora y fue liberado.

“Yo no estaba en contra de la pena de muerte hasta que el Estado intentó matarme”, comentó Drinkard al final.

EN TOTAL HAN HABIDO más de 2 700 exoneracio­nes en Estados Unidos desde 1989, el primer año en que el ADN se volvió un factor, según el Registro Nacional de Exoneracio­nes.

En 1993, Kirk Bloodswort­h fue la primera persona en Estados Unidos en ser exonerada de la pena de muerte gracias a la evidencia de ADN. Bloodswort­h fue arrestado en 1984 y culpado de violar y asesinar a Dawn Hamilton, una niña de nueve años, cerca de Baltimore, Maryland. La

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