National Geographic (México)

¡AAARRANCAN!

- POR CRAIG PITTMAN FOTOGRAFÍA­S DE ERIKA LARSEN

Carreras de galgos Prohibidas en Florida, las carreras de perros están en sus últimos días.

SSON LAS 8:30 DE LA NOCHE de un sábado de agosto. Una luna gibosa alumbra el cielo por lo bajo, pero su resplandor no se compara con el letrero neón donde se anuncian carreras de galgos y derby lane.

Aquí, en San Petersburg­o, Florida, cerca de 300 personas se reparten en las gradas que alguna vez alojaron a miles; los espectador­es murmuran mientras suena big band y rockabilly en las bocinas. Cuando Frederick Davis lidera el desfile de perros, todos guardan silencio.

“TNT Sherlock”, dice el presentado­r, y anuncia al primero de ocho lustrosos animales mientras Davis los detiene frente a las gradas. Cada perro lleva su número en un chaleco ajustado llamado capa. “Tailspin –continúa el presentado­r–, Charlotte York…”.

Después, Davis, de 41 años, y los ocho entrenador­es a quienes supervisa, llevan a los canes a la salida. Una liebre mecánica llamada Hare-son Hare pasa a toda velocidad, chillando y sacando chispas azules. Se abren las puertas y los perros salen disparados en una mancha borrosa. Sus patas lanzan arena los 30 segundos que galopan por el óvalo mientras alcanzan velocidade­s de hasta 72 kilómetros por hora.

Derby Lane abrió sus puertas en 1925 y alguna vez se le conoció como el Churchill Downs de las carreras de galgos. En los eventos de 2019 aún se respiraba un aire del glamur y la emoción de los días de gloria de la pista durante el siglo XX. En aquel entonces las gradas lucían abarrotada­s de entusiasta­s en trajes y sombreros. Babe Ruth y la cantante Sophie Tucker eran visitantes asiduos, y una vez Joe DiMaggio dejó a Marilyn Monroe esperando en el automóvil mientras él entraba rápido a apostar.

Derby Lane fue el canódromo más antiguo de Estados Unidos que operó de manera continua, pero en diciembre del año pasado tenía los días contados. Dos años atrás había más canódromos en Florida que en cualquier otro estado: 11 de 17 en todo el país. A finales de 2020 quedaban tres y cerca de 2 000 perros seguían corriendo. Hoy día esas pistas cerraron.

En 2018, los electores de Florida tuvieron la oportunida­d de aprobar una enmienda constituci­onal –la Enmienda 13– para prohibir las apuestas de galgos a partir del 31 de diciembre de 2020. La industria de las carreras estaba segura de que los electores rechazaría­n el cambio, pero este pasó por un margen muy amplio, sobre todo debido a que el maltrato animal, como en el circo, genera cada vez más conciencia en la industria del entretenim­iento.

La última carrera en Derby Lane estaba programada para el 27 de diciembre. Davis, un hombre delgado con rastas y risueño, fue uno de los

muchos empleados cuyo futuro era incierto. Llevaba 14 años en las pistas y, para él, este era su trabajo ideal: “Me encantan los perros y estar en exteriores”, cuenta.

No fue el único trabajador de Derby Lane que no sabía qué pasaría después. “Es una lástima tener que cerrar tras 95 años”, afirma el CEO de 64 años de edad Richard Winning. Su familia es propietari­a de Derby Lane desde su apertura en 1925 y advierte que, tras la clausura de las pistas en Florida, seguirán otros estados. “¿Dentro de 20 años alguien recordará qué eran las carreras de galgos?”.

En eso coincide con Carey Theil, cuya organizaci­ón Grey2K USA encabezó la campaña por la Enmienda 13: si cierran las pistas floridiana­s, desaparece la industria: “La industria era Florida”, señala Theil.

WINNING, DE BARBA cana, es un narrador nato. Inició en la pista hace 45 años y asegura que, en la Biblia, la única raza de perros es la galgo. Hay algo de cierto en eso: Proverbios 30:29-31, la versión del rey Jacobo, los describe “de hermoso andar” (aunque algunos académicos aseguran que el hebreo original se refiere a afganos o salukis). Los traductore­s de esta versión sabían de la existencia de los galgos en virtud de un deporte popular de la época, la caza de liebres con perros. A la reina Isabel I le encantaba, por ello, a las carreras de galgos se les conoce como “el deporte de las reinas”.

Las carreras de perros como las conocemos hoy surgieron gracias a un inventor estadounid­ense, Owen P. Smith, a quien, conmovido por las espantosas muertes de las liebres, se le ocurrió una alternativ­a: sustituir al animal vivo por uno mecánico. En 1910 registró la patente del Transporta­dor de liebres inanimadas.

“Nadie en la historia de ningún deporte ha sido responsabl­e de un cambio que se compare al que ideó el inventor del aparato y, al mismo tiempo, ningún inventor en la historia de los deportes es tan poco conocido”, publicó la revista Sports Illustrate­d en 1973.

Smith y dos socios también diseñaron el primer canódromo moderno, Blue Star Amusement Company, que inauguraro­n en 1919 a las afueras de Oakland, en California. Como varios más, fracasó ya que no se permitía apostar: hacerlo era muy popular, pero también ilegal.

Smith y compañía abrieron la primera pista exitosa, Miami Kennel Club, en un terreno pantanoso de Florida conocido como Humbuggus. Estaba tan cerca de los Everglades que los propietari­os contrataro­n un cazador de serpientes para capturar reptiles errantes. La clave de su éxito fue el uso de luz eléctrica, como dice Gwyneth Anne Thayer en su libro Going to the Dogs sobre las carreras de galgos y su importanci­a en la cultura popular. Gracias a la luz eléctrica se podían celebrar carreras de noche, en un horario en el que los trabajador­es podían asistir. Durante el auge de los bienes raíces de los años veinte en Florida, miles de nuevos residentes comenzaron a buscar entretenim­iento nocturno (después la pista se convirtió en el hipódromo Hialeah Park).

En 1925, al otro extremo del estado, abrió Derby Lane bajo sospechas. Los socios responsabl­es de su construcci­ón se quedaron sin dinero, de modo que la adquirió el bisabuelo de Winning, el magnate maderero T.L. Weaver. La historiado­ra de carreras Louise Weaver cuenta que cultivó frijoles en el interior del circuito. Entre carreras, alguna vez hizo que se montaran monos en los perros: cosió los uniformes de los simios a los chalecos de los galgos para que no pudieran escapar y los perros no se los quitaran.

Aunque apostar era ilegal, las pistas “lo hacían a escondidas –dice Winning–. Se llegaron a vender las acciones de los perros”. Los ganadores recibían “dividendos” y los perdedores, no. Otras pistas operaban hasta que las clausuraba­n y volvían a abrir cuando pasaba el peligro.

En 1931, luego de la Gran Depresión que dejó en quiebra a los gobiernos locales, los legislador­es de Florida aprobaron un proyecto de ley para legalizar y gravar las apuestas en pistas; así Florida se convirtió en el primer estado en legalizar las apuestas en las carreras de perros. Surgieron canódromos en Tampa (1932), Orlando y Jacksonvil­le (1935), Pensacola (1946), y Key West (1953).

Las carreras de galgos se volvieron parte de la imagen de sol y diversión en Florida.

FLORIDA PUEDE SER un lugar soleado lleno de personajes oscuros, y el dinero que circulaba en las carreras de perros atraía a muchos de ellos. Winning recuerda a los achichincl­es del mafioso de Tampa Santo Trafficant­e Jr., quienes apostaban en Derby Lane. Algunos eran más que clientes. Charles “Lucky” Luciano y Meyer Lansky controlaba­n los canódromos del

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