EL PROBLEMA DE LOS PERICOS
PUEDEN SER LINDOS, PERO ESTOS LOROS SON PLAGAS INVASORAS QUE AMENAZAN LA BIODIVERSIDAD.
PARECE INCONGRUENTE: las aves tropicales color verde fluorescente se sienten a gusto en un parque de Hesse, Alemania (arriba). ¿Son fugitivos de un salón de té o un barco pirata? No, solo son oportunistas que huyeron o fueron liberados en la naturaleza y se multiplicaron rápido. Las cotorras de Kramer, nativas del sur de Asia, se vendían como mascotas hasta que se prohibió el comercio de aves silvestres en Estados Unidos y Europa. Hoy, ellas y los pericos monje pasaron de mascotas a plagas en Hawái, California, Florida, Oriente Medio y Europa, donde las cotorras superan los 85 000 ejemplares. “Son pésimas mascotas –dice Assaf Shwartz, biólogo conservacionista de Haifa, Israel–. Son ruidosos; muerden. Los dueños se cansan después de un tiempo”. Destruyen cultivos, amenazan aves nativas y desplazan a una especie de murciélago en peligro de extinción en España. Los pericos ponen nidos grandes en los tendidos eléctricos y han provocado apagones.
La erradicación en las islas Canarias y las Seychelles ha combinado la captura y caza de especies invasoras con la reintroducción de aves endémicas en las comunidades. Pero los esfuerzos por reducir la población de pericos pueden ser coninglés trovertidos. Al fin y al cabo, comenta el conservacionista Jim Groombridge, “a la gente le encantan los loros”.