Inmersión profunda en otro mundo
LAURENT BALLESTA Y OTROS TRES EXPLORADORES PASARON UN MES EN UNA CÁPSULA PEQUEÑA PARA BUCEAR EN EL LECHO DEL MEDITERRÁNEO. ENCONTRARON VIDA MARINA SORPRENDENTE Y SEÑALES DEL IMPACTO HUMANO EN UN PAISAJE MISTERIOSO.
Durante cuatro semanas, cuatro exploradores vivieron en las profundidades del Mediterráneo.
PROFUNDIDAD: 78 METROS
Frente a Marsella, camarones narval flotan en bosques de coral negro (llamado así por su esqueleto, aunque el tejido vivo es blanco). Los camarones miden unos 10 centímetros y envían señales por el contacto de sus antenas. En el Mediterráneo se han encontrado microplásticos en sus intestinos.
CCRECÍ EN LA COSTA mediterránea, al sur de Francia. Mi primer nado, esnorqueleo y buceo con equipo fueron en la Riviera. Conforme pasaba el tiempo y el Mediterráneo se convertía en mi sede profesional, observé cómo esta costa visitada de manera torrencial era devastada por un desarrollo inmobiliario desbocado; pero también vi, a profundidades mayores a 50 metros, mundos que aún parecían intactos. Sin embargo, hasta hace poco tuve breves atisbos ellos. Cuando buceas a esas profundidades, solo el ascenso toma de cuatro a seis horas. La descompresión debe ser lenta si no quieres morir por síndrome del buzo. Así que el tiempo en el fondo es frustrantemente corto, por lo regular de unos cinco o 10 minutos.
Pero en julio de 2019 cambiamos eso. Durante 28 días seguidos, junto con mi equipo de cuatro integrantes, vivimos en un hábitat presurizado y atiborrado a bordo de una barcaza en el Mediterráneo; respiramos una mezcla de oxígeno y helio a alta presión, y descendimos a diario al fondo marino en una campana de buceo. Trabajamos como los buzos de saturación de la industria petrolera mar adentro, aunque a diferencia de ellos