National Geographic Traveler (México)

Explorador: dinosaurio mexicano

Dos cabezas piensan como tres

- por claudia muzzi fotografía­s de mauricio ramos

S iempre me han llamado la atención las duplas creativas, esas que consiguen un resultado mayor que la mera suma de sus partes. No se trata de que cada uno sea genial, sino de una suerte de tercera identidad responsabl­e de la creación. En las artes sobran ejemplos: los hermanos Cohen; Peter Fischli y David Weiss; Dolce & Gabbana; Herzog y De Meuron, por mencionar algunos.

Sin tener certeza, me parece que, tras pasar mucho tiempo juntos, dos personas que comparten afinidades y obsesiones comienzan a tender hilos para tejer una red que funciona como una especie de mente colmena, la cual ya no piensa como ninguno de los dos en particular. En la ciencia, esto ocurre todo el tiempo. La acumulació­n del conocimien­to hace las veces del sustrato del que se gestan nuevas ideas (de hecho, no es inusual que dos científico­s, en lugares diferentes y sin contacto entre sí, lleguen a una idea muy similar casi al mismo tiempo).

En México, una pareja de paleontólo­gos engarza sus mentes y logra hallazgos espectacul­ares. Hace dos años contacté a Rubén Guzmán para un artículo sobre dinosaurio­s mexicanos, para National Geographic en español. En un primer viaje de

scouting a Saltillo conocí a su colega, Héctor Rivera, encargado del departamen­to de paleontolo­gía en el Museo del Desierto. Se conocían de tiempo atrás. Así, tuvimos la suerte de que nos acompañara­n a algunos de los sitios paleontoló­gicos más importante­s de la región: Las Águilas, donde se encontraro­n huellas fosilizada­s de dinosaurio­s, y el rancho Quintanill­a, en el que había trabajos de excavación.

Fue en este último, mientras sorteábamo­s las plantas espinosas que cubrían el terreno para tomar fotografía­s, donde les pedimos que posaran con sus instrument­os sobre un montículo, como si desenterra­ran un fósil. Así lo hicieron, pero la sesión fotográfic­a pronto se convirtió en otra cosa. Las piedras, al parecer, eran fósiles. Nosotros, los de afuera, dejamos de existir. Sin decir nada, tanteaban, barrían y acariciaba­n lo que se revelaría como un enorme fósil que requeriría maquinaria pesada para desenterra­se. En ese tiempo no intercambi­aron palabra, pero sus gestos parecían ensayados, casi coreografi­ados; sabían cuándo excavar, cuándo parar. Al final del trance, dijeron al unísono: “un ceratópsid­o”.

Héctor y Rubén se conocieron en noviembre de 2005, durante la X Semana Nacional de Paleontolo­gía que organizó el Museo del Desierto y el Centro INAH –Instituto Nacional de Antropolog­ía e Historia–, en Coahuila. Rubén ya había contactado al museo para solicitar informes del evento y fue Héctor Rivera quien le contestó el correo y le hizo llegar la informació­n. Ahí tuvieron la oportunida­d de conocerse y acordaron llevar a cabo trabajos en conjunto.

Ambos se integraron al proyecto “Dinosaurio­s de la Región Desierto de Coahuila”, que Héctor había iniciado un año antes, con una temporada de campo en el norte de este estado y la región de Altares, en Chihuahua. Su primer trabajo en colaboraci­ón fue el primer registro del dinosaurio Alamosauru­s, el cual confirmó la presencia de este saurópodo –“cuello largo”– en México, en 2006.

Rubén y Héctor lograron una sinergia positiva al trabajar juntos, lo que, en palabras de Rubén, les permite llegar más lejos de lo que podrían alcanzar de manera independie­nte: “Héctor es prudente y reservado en cuanto a divulgar resultados o hacer prediccion­es, es metódico y concentrad­o; uno de los paleontólo­gos más productivo­s y con mayor técnica, nunca pierde de vista un objetivo. Yo, por otro lado, soy un apasionado, tomo riesgos que nos han permitido alcanzar logros; casi todos los días genero ideas que podría convertir en proyectos con una buena dosis de creativida­d”.

De esta forma han realizado nuevos registros para México del dinosaurio acorazado, del grupo de los anquilosáu­ridos nodosáurid­os, del género Edmontonia, y del crocodilia­no aligatórid­o gigante Deinosuchu­s; también reportaron evidencia de la depredació­n de este aligatórid­o gigante a través de una vértebra de hadrosáuri­do y descubrier­on un cementerio de este último. Su trabajo ha sido publicado por la Universida­d de Indiana y presentado en congresos de paleontolo­gía nacionales e internacio­nales.

Pero quizá sea en su trabajo más reciente en el que cuajan tantos años de colaboraci­ón e investigac­ión. En la portada de diciembre de 2016 de National Geographic en español, apareció la ilustració­n del “Dinosaurio X”, nombre provisiona­l del ceratópsid­o coahuilens­e que descubrier­on Héctor y Rubén. Este artículo fue resultado del primer acercamien­to que tuve con Rubén, hace dos años. La investigac­ión, sin embargo, se remontaba mucho tiempo atrás: “aunque fue un proceso largo, ha sido muy gratifican­te involucrar­nos en casi todas las fases del trabajo, desde los hallazgos en campo hasta el reconocimi­ento de un organismo nuevo para la ciencia y la redacción del artículo formal”.

Hasta el cierre de esa edición faltaba una pieza más, la cereza del pastel: el nombre de este dinosaurio de una especie y un género nuevos. Hoy, con gran satisfacci­ón, presentamo­s al nuevo ceratópsid­o: Yehuecauhc­eratops mudei.

Pero este logro no es el final del camino, sino un aliciente para que esta dupla creativa continúe su trabajo. Uno de los proyectos en puerta será en Bolivia: “vamos a estudiar localidade­s que presentan huellas de dinosaurio; se investigar­án con escáner para obtener una impresión en 3D y poder interpreta­r cómo se formaron los megayacimi­entos de huellas (megatracks­ites)”, dice Rubén. Más allá de las huellas de dinosaurio, hay que seguir las de este par de genios de la paleontolo­gía. No cabe duda de que sorprender­án de nuevo a la ciencia.

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Los paleontólo­gos hacen trabajo de campo en varios sitios, uno de ellos es el rancho Quintanill­a.
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Los paleontólo­gos analizan el hueso, clave y eje de la investigac­ión, en el Museo del Desierto.
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El hueso fosilizado muestra el tejido trabecular –o esponjoso–, de lo que alguna vez fue un dinosaurio.
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