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Biometría y reconocimi­ento facial en la era del cubrebocas

Los algoritmos creados antes de la pandemia funcionan con menos precisión cuando se trata de identifica­r rostros con mascarilla­s.

- POR NEWSWEEK MÉXICO

“Con la pandemia tenemos que entender cómo la tecnología de reconocimi­ento facial se ocupa de los rostros con cubrebocas”.

SI BIEN EN 2019 el uso de la biometría llegó a la cima como una herramient­a fundamenta­l de seguridad para el reconocimi­ento de personas en sitios públicos, en 2020 la pandemia del COVID-19 y la nueva normalidad han obligado a replantear esta clase de tecnología en varias de sus aristas.

Biometría es, de acuerdo con la Organizaci­ón Internacio­nal de Normalizac­ión, el reconocimi­ento automático de los individuos en función de sus caracterís­ticas biológicas y de comportami­ento. Este sistema cubre una variedad de tecnología­s en las que se utilizan atributos identifica­bles únicos de las personas para su identifica­ción y autenticac­ión.

Estos atributos incluyen (sin limitarse a ellos) la huella digital, el iris, mano, cara, voz, forma de andar o la firma, que se pueden utilizar para validar la identidad de las personas con la idea de buscar el control de acceso a computador­as y dispositiv­os, líneas aéreas, bases de datos y otras áreas de necesaria restricció­n.

En la era del COVID-19, el uso del cubrebocas ya es prenda obligatori­a en la mayoría de los espacios públicos de prácticame­nte todo el mundo, lo cual representa una dificultad para las cámaras de seguridad de bancos, aeropuerto­s, plazas públicas, etcétera, pues la mascarilla impide que la tecnología realice un efectivo reconocimi­ento facial.

De la misma forma, en esta época de coronaviru­s el colocar la huella digital en un dispositiv­o público, como los utilizados en algunos bancos y tiendas comerciale­s, se considera como un riesgo de contagio.

Por ello, es necesario revisar las tecnología­s de seguridad y comprender de qué manera pueden adaptarse a la nueva normalidad.

De acuerdo con Gemalto, empresa especializ­ada en seguridad digital, la biometría se utiliza cada vez más en los aeropuerto­s y cruces fronterizo­s de todo el mundo, con lo que se persigue aumentar la seguridad y mejorar y agilizar el transporte aéreo.

Por ejemplo, La agencia de Aduanas y Protección Fronteriza de Estados Unidos ha selecciona­do el reconocimi­ento facial y brinda Servicios de Verificaci­ón del Pasajero (TVS, por sus siglas en inglés) para identifica­r biométrica­mente a los pasajeros a lo largo de sus viajes internacio­nales.

FALTA DE ACUERDOS

Sin embargo, no todo el mundo está de acuerdo con esta metodologí­a. Por ejemplo, el 60 por ciento de los participan­tes de la encuesta global “Biometrics Institute Industry Trend Tracker 2018” considera que las preocupaci­ones por la privacidad y la protección de los datos están limitando el mercado biométrico. Por su parte, grupos defensores de la privacidad del consumidor, medios de comunicaci­ón y algunos viajeros han expresado preguntas e inquietude­s válidas, sobre todo porque temen que el reconocimi­ento facial pueda llevar a catastrófi­cos escenarios de big brother.

En lo que todo el mundo coincide, no obstante, es en que el reconocimi­ento facial es un aliado para mitigar riesgos y amenazas delictivas.

Un estudio elaborado por el Banco Interameri­cano de Desarrollo (BID) señala que los países que conforman América Latina y el Caribe gastan en promedio un 3.5 por ciento de su producto interno bruto (PIB) en seguridad privada y otros servicios y tecnología­s como la de reconocimi­ento facial para tratar de reducir los índices delictivos.

Ante ello, empresas especializ­adas en tecnología­s de la informació­n como NEC ofrecen soluciones biométrica­s de reconocimi­ento de rostro diseñadas especialme­nte para extraer imágenes faciales de los sistemas de videovigil­ancia existentes para ser comparadas, en tiempo real, con una lista de vigilancia previament­e cargada.

Estos softwares, además, cuentan con la capacidad de identifica­r individuos de interés y generar alertas que permitan a sus usuarios tomar medidas preventiva­s que contribuya­n a mitigar los riesgos o amenazas a la seguridad pública.

Estas soluciones también tienen la capacidad de combinar imágenes faciales de baja resolución, lo que permite utilizar videos e imágenes altamente comprimido­s que antes se considerab­an de poco o nulo valor para las organizaci­ones.

Sin embargo, de acuerdo con una investigac­ión publicada a finales de julio por el Instituto Nacional de Estándares y Tecnología (NIST, por sus siglas en inglés), los algoritmos creados antes de la pandemia generalmen­te funcionan con menos precisión cuando se trata de identifica­r rostros con cubrebocas.

De acuerdo con esta agencia estadounid­ense, al combinar máscaras faciales aplicadas digitalmen­te con fotos de la mis

ma persona sin máscara, el mejor de los 89 algoritmos de reconocimi­ento facial tuvo tasas de error de entre 5 y 50 por ciento.

“Con la llegada de la pandemia tenemos que entender cómo la tecnología de reconocimi­ento facial se ocupa de los rostros con cubrebocas”, explicó Mei Ngan, científico en informátic­a del NIST y autor del informe.

El equipo de NIST exploró qué tan bien los algoritmos fueron capaces de realizar una comparació­n “uno a uno”, donde una foto se equipara con otra foto de la misma persona. Esta función es común en los sistemas de verificaci­ón, como desbloquea­r un teléfono inteligent­e o comprobar un pasaporte.

CUBREBOCAS FOTOMONTAD­OS

Asimismo, los investigad­ores montaron digitalmen­te cubrebocas en las fotos originales y probaron el rendimient­o de los algoritmos. Debido a que los cubrebocas del mundo real son muy diferentes, el equipo ideó algunas variantes en el montaje, que incluían diferencia­s en la forma, el color y la protección de la nariz.

Los cubrebocas digitales eran de color negro o azul claro, que son los más comunes. Las formas incluían mascarilla­s redondas que cubren la nariz y la boca y una clase tan ancha como la cara del usuario.

Luego, el equipo comparó los resultados con el rendimient­o de los algoritmos en caras sin cubrebocas.

“Podemos sacar algunas conclusion­es generales de los resultados, pero hay advertenci­as”, dijo Ngan. “Ninguno de estos algoritmos fue diseñado para manejar máscaras faciales, y los cubrebocas que utilizamos son creaciones digitales, no reales”.

Si se tienen en cuenta estas limitacion­es, añadió Ngan, el estudio proporcion­a algunas lecciones generales al comparar el rendimient­o de los algoritmos probados en rostros con y sin cubrebocas.

Por ejemplo, la precisión del algoritmo con caras enmascarad­as disminuyó sustancial­mente en todos los ámbitos. Al usar imágenes sin cubrebocas, los algoritmos más precisos no pueden autenticar a una persona en solo el 0.3 por ciento de los casos. Empero, las fotos con cubrebocas elevaron la tasa de falla de estos algoritmos a entre 5 y 50 por ciento.

Además, las imágenes con cubrebocas causaron con mayor frecuencia que los algoritmos no pudieran procesar un rostro, lo que se denomina técnicamen­te como una falla de inscripció­n o plantilla. El reconocimi­ento facial generalmen­te funciona midiendo las caracterís­ticas de un rostro, por ejemplo, su tamaño y proporción, que luego compara con las de otra foto. Una falla de inscripció­n significa que el algoritmo no pudo extraer las caracterís­ticas correctas de una cara para hacer una comparació­n efectiva.

Asimismo, cuanto más cubra la nariz un cubrebocas, menor será la precisión del algoritmo. El estudio exploró tres niveles de cobijo nasal: baja, media y alta, y descubrió que la precisión se degrada frente a una mayor protección de la nariz.

Otra de las lecciones que arrojó el estudio es que, mientras que los falsos negativos aumentaron, los falsos positivos se mantuviero­n estables o disminuyer­on modestamen­te. Un “falso negativo” es el caso donde el algoritmo no puede hacer coincidir dos fotos de la misma persona, mientras que un “falso positivo” indica incorrecta­mente una coincidenc­ia entre fotos de dos personas diferentes.

Finalmente, el estudio de NIST demostró que la forma y el color de un cubrebocas son importante­s. Por ejemplo, las tasas de error de algoritmo fueron más bajas con las mascarilla­s redondas, mientras que las negras degradaron el rendimient­o del algoritmo en comparació­n con las azules.

“Respecto a la precisión con las máscaras faciales, esperamos que la tecnología continúe mejorando”, concluyó el autor del informe.

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El reconocimi­ento facial es un aliado para mitigar riesgos y amenazas delictivas.

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