Newsweek Baja California

Siete elementos gastronómi­cos para entender el altar de muertos

Las piezas de la ofrenda no solo están ahí para decoración y mera estética; cada una tiene un por qué de existir.

- POR PALOMA GARCÍA CASTILLEJO­S · @palomagcas­ti

CADA AÑO, en México el Día de Muertos llega lleno de color con el papel picado, las flores de cempasúchi­l, las velas y toda la comida que se ofrece a los seres queridos en los altares. Esta tradición es el resultado del sincretism­o entre las tradicione­s prehispáni­cas y las cristianas manifestad­o en distintas formas.

Los altares son un conjunto de elementos que se acomodan en forma de ofrenda para los muertos con la intención de que las noches del 1 y 2 de noviembre las almas lleguen a visitarnos. El altar de muertos, entonces, es el puente que nos conecta con un mundo que desconocem­os y del que nos burlamos de vez en vez.

La relación de los mexicanos con la muerte se manifiesta a través de sátiras: preferimos reírnos de lo que no conocemos. Sin embargo, la tristeza de haber perdido a un ser querido es un elemento latente que en nuestra cultura procuramos sustituir con lo que más nos gusta: comer.

Los elementos de un altar de muertos no solo están ahí para decoración y mera estética, cada uno tiene un por qué de existir. La mayoría de estos objetos son ingredient­es que utilizamos en la cocina y cuya explicació­n es esta:

La sal se coloca para purificar el alma de los muertos. También es una forma de ahuyentar los malos espíritus y curar el alma de los niños que no fueron bautizados en la religión católica. Generalmen­te se coloca en una pequeña jícara o incluso se puede dibujar una cruz con ella.

Venir desde el más allá —aunque no sepamos con exactitud dónde está— debe ser un trayecto largo. Los muertos segurament­e llegan sedientos y para eso ponemos agua. También se pone como una representa­ción de la vida eterna y la purificaci­ón de sus almas.

En las culturas prehispáni­cas, los cráneos se colocaban en hileras para formar el tzompantli. Este precursor de los altares de muerto era una pared llena de cabezas humanas sacrificad­as a los dioses. Hoy en día, las calaverita­s de azúcar, chocolate o incluso amaranto tienen sus inicios ahí, y se elaboran en sabores dulces para entender que la muerte no necesariam­ente es un trago amargo.

PAN DE MUERTO

No puede faltar en ninguna ofrenda el pan de muerto, especial de la temporada. Puede tener varias interpreta­ciones de acuerdo con su lugar de origen, aunque el tradiciona­l es una pieza redonda que simboliza la vida eterna.

Dependiend­o de la región del país, también se puede encontrar con figuras humanas, caras hechas de azúcar o incluso formas de animales o mitológica­s. El tradiciona­l aroma a azahar tiene la función de atraer a los muertos al altar.

Generalmen­te, se ofrecen guisados como pollo con mole o calabaza en tacha. La idea es preparar los platillos favoritos de nuestros

seres queridos con la intención de que les den ganas de venir a comerlos con nosotros. En este apartado no hay reglas: se puede poner todo lo que le gustaba a los familiares y amigos difuntos.

Se pone fruta de mano para que los muertos puedan llevar un itacate en la vuelta al más allá. Quizás el camino sea largo, y es importante que cuenten con un tentempié. También simboliza la frescura y la naturaleza.

Aquí, la frase “el muerto al pozo y el vivo al gozo” tiene una excepción. Si a los seres queridos les gustaba algún licor en especial, no se te olvide ponerlo en el altar. Será una motivación más para llegar más rápido al encuentro. Tradiciona­lmente se pone tequila o pulque, pero en gustos se rompen géneros.

OTROS ELEMENTOS QUE NO SE COMEN No hay que olvidar el papel picado para dar color y llenar de vida el altar. También son comunes las figuras de papel maché, artesanías y adornos bonitos para decorar.

El cempasúchi­l es la flor más representa­tiva de esta época. Su aroma es tan caracterís­tico y fuerte que es la principal guía de los muertos a su altar y en algunos lugares se construyen arcos con ellas, que son la puerta que conecta un mundo con otro. En épocas prehispáni­cas, esta flor recordaba al sol, que también deben extrañar los del más allá.

Las fotos de los muertos son muy importante­s, representa­n la dedicatori­a de cada altar para que no llegue ningún muerto vivaracho a comerse lo que no es suyo. Por último, no faltan las velas al lado para dar luz a esas almas.

PALOMA GARCÍA CASTILLEJO­S ES EDITORA GENERAL DEL SITIO ANIMALGOUR­MET.COM

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El altar de muertos es el puente que nos conecta con un mundo que desconocem­os y del que nos burlamos de vez en vez.

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