EL DESAFÍO DE ESTADOS UNIDOS: SOBREVIVIR A TRUMP
Aun con el desasosiego por los resultados electorales, Estados
Unidos se alista para comenzar en un par de meses un nuevo periodo presidencial, cuyos antecedentes más próximos han estado marcados por el racismo, la intolerancia y la división de la ciudadanía.
Aun con el desasosiego por los resultados electorales, Estados Unidos se alista para comenzar en un par de meses un nuevo periodo presidencial, cuyos antecedentes más próximos han estado marcados por el racismo, la intolerancia y la división de la ciudadanía.
UN PAR DE HORAS después de la medianoche del 3 de noviembre, en medio de una creciente tensión tras la jornada electoral, Donald Trump exhibió en tres palabras, y de una sola pincelada, el cariz más emblemático de su gobierno: “¡Es un fraude!”.
“Es un fraude”, expresó, en referencia al proceso electoral y a las instituciones que en ese momento aún contabilizaban millones de votos y cuyas proyecciones aún no arrojaban luz sobre el ganador de la contienda.
Esa misma noche, además, Trump se declaró ganador de las elecciones presidenciales de Estados Unidos. “Nosotros ganamos esta elección”, dijo en un mensaje desde la Casa Blanca.
El ataque del republicano contra el sistema electoral de su propio país se dio un par de horas después de que el candidato demócrata, Joe Biden, ofreció un mensaje desde Wilmington, en Delaware, en el que se mostró confiado en su fórmula: “Nos sentimos bien...
Sabíamos por el voto anticipado que tomaría un tiempo, tenemos que ser pacientes... Esto no se acaba hasta que cada voto sea contado”.
Como respuesta, de inmediato Trump echó mano de su herramienta favorita, la cual se ha convertido en una insignia de su estilo personal de gobernar: Twitter. A través de esta red social acusó a Biden de intentar “robar” la votación. Pero la publicación fue visible solo por muy pocos minutos, pues Twitter pronto la etiquetó como “engañosa”.
Tras ello, en su mensaje en vivo desde la Casa Blanca, el presidente amenazó con acudir a la Corte Suprema de Justicia para detener el conteo de sufragios. “Todas las votaciones [conteo] tienen que terminar”, dijo en referencia a la votación por anticipado que retrasó los resultados en algunos estados.
Este comportamiento propio de Trump, caracterizado por el desafío a las instituciones, el agravio a sus oponentes, las amenazas, las provocaciones y la división de la ciudadanía hilvanan, apenas, una hebra de la enorme maraña de hilo que tejió a lo largo de cuatro años de gobierno.
UN EXTRAÑO CANDIDATO
En el verano de 2015, desde el instante en el que descendió de la escalera eléctrica de la Torre Trump, en Nueva York, para anunciar su entonces dudosa candidatura para la presidencia del país más poderoso del planeta, Donald J. Trump navegó en la ira que cargaban en sus espaldas millones de estadounidenses.
El hoy político de 74 años, un constructor neoyorquino muy hablador y a veces grosero que se convirtió en estrella de la televisión de realidad, en noviembre de 2016 pasmó al mundo entero con la victoria política más asombrosamente sorpresiva en la historia de Estados Unidos.
Esa victoria de Trump, y que el partido del elefante conservara ambas cámaras del Congreso, les dio a los republicanos un control total del gobierno de Estados Unidos.
“Desde su llegada al poder él tuvo una política sistemática de romper con el procedimiento multilateral que fue creado por los propios Estados Unidos precisamente para dar orden y conducción al mundo”, opina Dámaso Morales Ramírez, internacionalista por la UNAM con maestría en relaciones internacionales.
Trump ha sido un mandatario con muchos cambios en su gabinete, observa el experto: más de la mitad de su equipo de colaboradores ha sido removido. En palabras del especialista, todos aquellos que lo acompañaron en su primera campaña y que estuvieron cerca de él finalmente han observado a un individuo con una visión unipersonal y que va más allá de las instituciones y los valores, por eso ha habido varios cambios y renuncias de colaboradores que no han estado de acuerdo con él.
“Cuando hay tantos cambios en un gabinete se puede observar gran inestabilidad —reflexiona Morales Ramírez—. Tantos cambios, y que muchos se hayan dado en el sector militar, nos dan la idea clara de que evidentemente hay desacuerdos con Trump y que él tiene una visión muy terca”.
En su primer día como presidente, el 20 de enero de 2016, signó una orden ejecutiva para comenzar a desmontar y minimizar las “cargas económicas y regulatorias injustificadas” de la Ley del Cuidado de Salud a
Bajo Precio (Obamacare), una de las reformas estrella del expresidente Barack Obama.
Un par de días después firmó una orden ejecutiva para retirar a Estados Unidos del Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP), un tratado de libre comercio que incluía a 12 países de la región Asia-Pacífico. En su discurso de investidura, Trump repitió lo que había dicho durante su campaña: que todo en su mandato estaría enfocado en “Estados Unidos primero”.
El 24 de enero, el presidente rubricó dos órdenes para permitir que se procediera con la construcción de los controvertidos oleoductos Keystone XL y Dakota Access, los cuales son un símbolo del choque entre ambientalistas y la industria petrolera, pues el Keystone XL, un proyecto de 2,735 kilómetros de tubería para transportar 830,000 barriles de crudo diariamente, significa la invasión del hábitat natural de miles de especies de flora y fauna silvestres.
Un día después, Trump signó las órdenes ejecutivas para que el Departamento de Seguridad Nacional de Estados Unidos utilizara los fondos existentes para comenzar la construcción de un muro en la frontera entre Estados Unidos y México con la finalidad de detener el paso de los migrantes indocumentados.
Y el 27 de enero rubricó la Orden Ejecutiva 13769, mejor conocida como “prohibición de viaje para musulmanes”, que restringía la entrada indefinida de refugiados de la guerra civil siria en Estados Unidos y prohibía el ingreso de todos los ciudadanos de Irán, Irak, Siria, Libia, Somalia, Sudán y Yemen al país por 90 días.
Estas primeras cinco firmas se ejecutaron durante los primeros cien días de la presidencia del empresario neoyorkino. Tradicionalmente, en Estados Unidos este periodo se considera un punto de referencia para medir el éxito temprano, o fracaso, de un mandatario.
Justamente al cumplir cien días, Trump admitió que pensaba que ser presidente “sería más fácil”. En una entrevista, al reflexionar sobre su tiempo en el cargo, dijo: “Esto es más trabajo que en mi vida anterior”.
CERO TOLERANCIA
“El gobierno de Donald Trump ha sido dañino tanto para Estados Unidos como para el mundo”, reflexiona el internacionalista Flavio González Ayala, maestro por el Colegio de México y candidato a doctor en filosofía con énfasis en relaciones internacionales. “Había ya conflictos internacionales fuertes desde el periodo de Obama, sobre todo por cuestiones de espionaje, y cuando Trump llegó al poder no tuvo la delicadeza de las formas tradicionales de la diplomacia y su política exterior la basó en tuits”.
Así, “la estructura internacional fue cambiada y descompuesta gravemente”, acota el experto, y añade que al presidente le gusta manejarse como un outsider, alguien que llegó de fuera y que no es parte de la política. Y al