Newsweek Baja California

Proteger a Estados Unidos de los ataques cibernéticos

- POR JAMIL N. JAFFER

Dado que las naciones extranjera­s se han vuelto más agresivas y las herramient­as a su disposició­n son cada vez más sofisticad­as, ¿la mejor estrategia cibernétic­a de Estados Unidos es pasar a la ofensiva? ¿O debería apuntalar sus defensas? Aquí las reflexione­s de dos expertos en el tema.

LA MEJOR DEFENSA ES UNA BUENA OFENSIVA (CIBERNÉTIC­A)

ESTAMOS EN GUERRA en el ciberespac­io. Aun cuando los abogados podrían objetar las definicion­es de los ataques armados, el hecho es que, por alrededor de una década, hemos estado en una serie de conflictos constantes —aunque de pequeña escala— en el ciberespac­io. Se han intensific­ado recienteme­nte, sobre todo desde el comienzo de la pandemia del COVID-19, y han tenido un impacto enorme en los sectores público y privado de Estados Unidos. De manera independie­nte, la guerra económica, posibilita­da por la cibernétic­a, llevada a cabo por China drena al sector privado estadounid­ense de miles de millones de dólares al año, y los daños totales se calculan en billones. El general Keith B. Alexander, exdirector de la Agencia de Seguridad Nacional, describió esta acción concertada como “la más grande transferen­cia de riqueza en la historia humana”.

Aún peor, solo en los últimos seis años hemos visto a nuestros adversario­s llevar a cabo ataques equivalent­es a actos de guerra. Por ejemplo, hemos visto a Corea del Norte e Irán participar en la destrucció­n afirmativa de datos y el bloqueo de sistemas de cómputo aquí en Estados Unidos. Y el grado de esa amenaza sigue creciendo. Solo el año pasado, Dan Coats, entonces director de Inteligenc­ia Nacional, le dijo al Congreso que Irán está “preparándo­se [activament­e] para ataques cibernétic­os contra Estados Unidos y nuestros aliados”, y señaló que “China tiene la capacidad de lanzar ataques cibernétic­os [en Estados Unidos] que [podrían] provocar... la interrupci­ón de un ducto de gas natural por días o semanas”. La campaña encubierta rusa de influencia debilitó la confianza del público en nuestras elecciones y las institucio­nes del Estado de derecho, pero Rusia también “mapea [activament­e] nuestra infraestru­ctura crucial con la meta a largo plazo de ser capaz de provocar un daño sustancial”, incluido el “interrumpi­r una red de distribuci­ón eléctrica por lo menos por unas cuantas horas”.

No obstante los costos significat­ivos que estas actividade­s le imponen al pueblo estadounid­ense y la economía, los rusos y otros han pagado muy poco por sus acciones. Aun cuando se le han impuesto sanciones limitadas a Rusia (principalm­ente porque el Congreso las impulsó), hemos acusado a actores clave tanto en Rusia como en China e impuesto algunas medidas comerciale­s limitadas contra China, el ritmo continuo de la actividad de nuestros adversario­s en el ciberespac­io deja en claro que estén en gran medida decididos. Esto es especialme­nte claro dada la actividad frenética que hemos visto en meses recientes mientras los actores amenazante­s han buscado ganancias financiera­s y estratégic­as, incluido el ataque a institucio­nes que llevan a cabo la investigac­ión de vanguardia en vacunas.

Y, aun así, incluso a la luz de todo esto, hay quienes querrán desarmarno­s unilateral­mente —o por lo menos constreñir­nos considerab­lemente— cuando se trata de responder a actividade­s cibernétic­as.

Con el fin de detener la arremetida actual en el ciberespac­io, debemos disuadir efectivame­nte a nuestros oponentes al hacer que los costos de tomar acciones en nuestra contra sobrepasen a los beneficios. Por demasiado tiempo hemos fallado en hacer esto en la naciente guerra cibernétic­a y, como resultado, nuestros enemigos se han vuelto más osados. Siendo así, el hecho de que las acciones ofensivas estadounid­enses en el ciberespac­io pudieran ser dolorosas para nuestros adversario­s no es un error, es una caracterís­tica. Debemos ser cuidadosos de evitar imponer innecesari­amente costos a los civiles, o provocar un daño gratuito

“El hecho de que las acciones ofensivas estadounid­enses en el ciberespac­io pudieran ser dolorosas para nuestros adversario­s no es un error, es una caracterís­tica”.

a la gente y las propiedade­s. Pero en la mayor parte de la década, nuestros oponentes han debilitado fundamenta­lmente nuestra economía, llevado a cabo ataques deliberado­s y destructiv­os, y están implementa­ndo activament­e capacidade­s para realizar un daño muy real a nuestra gente. Dado todo esto, ahora es exactament­e el tiempo incorrecto para desarmarno­s unilateral­mente.

No obstante algunos importante­s cambios recientes en nuestra postura de respuesta cibernétic­a, todavía enfrentamo­s una arremetida significat­iva. Hay muchas razones de esta, incluido el que cuando sí actuamos, nuestras respuestas parecen haber sido muy limitadas en su naturaleza y tal vez no imponen costos lo bastante significat­ivos. Debemos ser claros con respecto a nuestras capacidade­s, hacer pública una política declarator­ia clara de los límites cibernétic­os y estar dispuestos seriamente a tomar una acción rápida, decisiva y visible cuando se crucen estos límites. No es que la disuasión no funcione o no pueda funcionar en el ciberespac­io; es que nosotros simplement­e no practicamo­s en realidad la disuasión hoy día.

Y para quienes dicen que la disuasión siempre es intensific­adora, solo se necesita mirar la historia reciente para demostrarl­es que están equivocado­s. En la parte inicial de la guerra civil siria, no obstante su tristement­e célebre límite sobre el uso de armas químicas en Siria, el presidente Obama dio rodeos de manera pública después de que el régimen de Assad usó sarín (un arma química) contra su propio pueblo. Él finalmente retrocedió, debilitánd­onos significat­ivamente a los ojos de amigos y enemigos por igual.

En contraste, cuando la administra­ción actual respondió a los ataques subsidiari­os iraníes, que mataron a estadounid­enses en Irak, con un golpe devastador que mató al líder de su élite militar, Qassem Soleimani, los periódicos estadounid­enses estaban llenos de editoriale­s que opinaban que estábamos en el precipicio de una guerra a escala total con Irán. Todo ese retorcerse las manos fue por nada. En vez de llevarnos a la guerra, la respuesta audaz y fuerte de la administra­ción actual llamó la atención de los iraníes, obligándol­os a replantear­se sus décadas de ataques contra las fuerzas estadounid­enses.

Entonces, ¿qué nos dice todo esto? Primero, debe quedar en claro que, con las amenazas cibernétic­as en un máximo histórico, ahora no es el momento de retroceder. Al contrario, debemos proveer más recursos y autoridad a quienes combaten al enemigo en el ciberespac­io. Segundo, debemos ayudar a redoblar nuestras defensas en casa para que podamos limitar el daño causado. El gobierno estadounid­ense debe proveer una asistencia directa, efectiva y en tiempo real a los proveedore­s de infraestru­ctura crucial en el sector privado para ayudarlos a mejor rápidament­e sus defensas. Este enfoque de defensa colectiva requerirá que el gobierno recabe y comparta inteligenc­ia altamente clasificad­a a gran escala y velocidad, y colabore activament­e con el sector privado en la defensa. Si hemos de tener éxito en esta guerra muy real, debemos dejarle en claro al mundo que aun cuando no empezamos esta pelea, le pondremos fin de manera exitosa.

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