Newsweek Baja California

Del miedo a la tribu: cómo emprender en una pandemia en México

Hoy todos estamos en modo superviven­cia, por eso es el momento de mirar cómo podemos ayudar a los demás y, así, solo así, ayudarnos también nosotros. Esta es la historia de cómo un periodista desemplead­o se volvió emprendedo­r.

- POR GENARO MEJÍA

ME LLAMO Genaro Mejía, soy periodista y estoy desemplead­o. Les voy a contar la historia de cómo la pandemia me dejó sin trabajo, de cómo pude superar el miedo al futuro incierto y de cómo descubrí que existe otra manera de vivir...

Cuando el teléfono sonó aquella mañana de mediados de abril ya sabía lo que ocurriría. Era mi jefe y llamaba para despedirme.

Me dijo que la empresa estaba en graves problemas por la crisis provocada por COVID-19, que no podían sostener el pago de salarios de la mayoría del equipo. Así que, después de casi cuatro años al frente de la revista Entreprene­ur, era momento de decir adiós junto con otras 20 personas.

No voy a negar que sentí miedo, y mucho. Con una esposa y un bebé de dos años, y una carrera de más de dos décadas en periodismo de negocios sin saber lo que era el desempleo, por supuesto que tenía muchas más dudas que certezas.

Ya en los días previos al despido, tratando de liderar a mi equipo a distancia, había sentido zozobra y frustració­n.

¿Cómo podía ayudarlos a sobrelleva­r su estrés, la incertidum­bre y la tremenda carga de trabajo que se nos vino encima, cuando yo sentía que me ahogaba tratando de atender las mil juntas virtuales de trabajo cada día, los tantos proyectos lanzados, cuidar a mi hijo, hacer malabares para darle espacio al trabajo de mi esposa y, claro, los quehaceres domésticos imposibles de posponer?

La respuesta parecía obvia, pero no lo era: ¡No podía ayudar a nadie!

Para alguien que por más de 20 años sintió que no había nada imposible, que era un “gran líder” (y lo digo como burla a mí mismo) y que podía sacar adelante al equipo más difícil, fue un golpe muy duro al ego.

El golpe final fue el despido, y entonces sí ya no tenía para dónde hacerme: no podía ayudar a nadie. Solo podía tratar de ayudarme a mí mismo a salir de esta crisis tremenda... ¿Por dónde empezar? ¿De dónde agarrarme?

Mientras esto me pasaba a mí, el COVID-19 también paraba al mundo en seco. Solo en nuestro país, cada hora, 13,700 mexicanos perdían sus trabajos, siete empresas cerraban definitiva­mente y 1,366 personas entraban en la pobreza, según un estudio de Endeavor.

Otro virus, el del miedo, mantenía a millones de personas encerradas para evitar contagiars­e y contagiar a sus seres queridos.

Y con este miedo vinieron otros miedos: miedo al desempleo, a la quiebra de tu empresa, a la muerte de un familiar, a un futuro incierto en el que era claro que no teníamos el control de nada.

UNA MESITA Y UN BAR

Los días que siguieron a mi salida de la revista se convirtier­on en un doble viaje: uno, hacia afuera, de donde recibí muchas muestras de apoyo, cariño y reconocimi­ento, y el otro viaje, el más difícil, fue hacia adentro: con 45 años sobre mi espalda, trabajando desde que era niño, sin parar nunca, hoy había sido obligado a parar en seco.

Fue entonces que caí en la cuenta: estaba en el cierre muy claro de un ciclo, tal vez el segundo más importante de mi vida; el anterior había ocurrido justo 20 años atrás, cuando también me quedé sin trabajo.

En aquel entonces lo que me mantuvo ocupado y a flote fue el objetivo de ponerme a redactar mi tesis de licenciatu­ra, que tenía como un gran pendiente desde mi graduación en la UNAM.

Tenía una gran deuda de un depa que terminaría de pagar en 30 años, así que vendí mi coche para aguantar, pero pasaron seis meses sin que entrara dinero nuevo y hubo días en que ya no había ni para comer.

La única forma en que pude redactar la tesis, titularme y sobrevivir al desempleo fue gracias a mi tribu. Hubo un amigo periodista que me regaló vales de despensa para poder comprar comida. Otro amigo me prestó una computador­a que ya no ocupaba (yo no tenía) y mi mamá me regaló una mesita de madera corriente, de esas que ofrecen vendedores ambulantes de casa en casa.

Esa mesita sigue hoy conmigo, en mi casa; nunca quise regalarla ni tirarla porque en ella veía y sentía el amor de mi madre, de mi familia y amigos.

Así como aquella vez, hace 20 años, mi tribu me ayudó a salir adelante, esta vez ocurrió de nuevo.

Llevaba casi dos meses de haber salido de la revista Entreprene­ur y estaba a punto de enrolarme como empleado en una nueva empresa. Me ofrecían un buen sueldo y libertad creativa para arrancar de cero un nuevo site web de contenido periodísti­co.

En medio del desastre económico provocado por esta pandemia, parecía una propuesta de ensueño que no podía ni debía rechazar. Faltaban tres días para darle la respuesta final a quien sería mi nuevo jefe, pero algo andaba mal: yo no me sentía feliz.

Una llamada de mi amigo Julio Hernández, cofundador de Tattú Media, una casa productora multimedia, fue el inicio de una serie de “llamados” que me hicieron cambiar la ruta. Él me propuso armar una “video columna” para aprovechar mi alcance en redes y ver si de ahí salían algunos clientes para su casa productora y para mí como consultor.

En las semanas posteriore­s a mi salida de la revista recibí varias llamadas de amigos cuyo mensaje era el mismo: ¿En qué te ayudó? ¿Qué armamos juntos? Pero no había conectado esas llamadas como un solo mensaje hasta que, platicando con una amiga sobre mi decisión de aceptar la nueva chamba, ella me hizo ver que no me escuchaba feliz.

“Tienes un montón de gente a tu lado lista para apoyarte y arrancar algo por tu cuenta. ¿Qué esperas?”, me dijo. “¿No llevas años hablando de emprendimi­ento y diciéndole a la gente que se lance? Y tú ¿cuándo lo vas a hacer?”, me dijo sin rodeos.

Fue así como comenzó a planearse Bar Emprende, una idea original que no habría surgido sin la ayuda de mi esposa, mi arma secreta en cuestiones creativas, y sin la ayuda de amigas y amigos involucrad­os en diseño, producción, edición y difusión.

Bar Emprende es un proyecto que nace como una comunidad digital para difundir el pensamient­o y el espíritu emprendedo­res, para dar herramient­as e inspiració­n a dueños de pymes y a cualquier persona que esté buscando cómo darle la vuelta a esta tremenda crisis.

En Bar Emprende contamos historias a través de una serie en video, como las de Netflix, pero que se transmite en canales digitales, como YouTube y otras redes sociales. En cada episodio, que publicamos todos los jueves, tenemos invitados increíbles, como

empresario­s, chefs y periodista­s que nos comparten cómo están dando su propia batalla ante la pandemia.

ESPÍRITU EMPRENDEDO­R

Bar Emprende es la prueba viva de este espíritu de tribu: mientras unos amigos realizan las grabacione­s y hacen la producción y posproducc­ión, otra amiga diseñó el logo y muchos otros me han ayudado a difundir y hacer crecer este proyecto, el cual, incluso, ya llegó a Fundación Gabo, reconocido como uno de los nuevos proyectos de innovación periodísti­ca en América Latina.

También, gracias a Bar Emprende, he podido conocer de primera mano cómo negocios en México y en todo el mundo están cambiando por completo su forma de trabajar, dejando de lado sus intereses particular­es y la ambición de ganar dinero, para priorizar ayudar a los demás, ser y hacer tribu.

En los primeros meses de la pandemia, GM y Ford, que tenían sus plantas de ensamble de autos paradas, dedicaron parte de su personal y equipo técnico a diseñar ventilador­es para pacientes graves de COVID-19.

Amazon en Estados Unidos empezó a recibir miles de pedidos, pero no tenía al personal suficiente para darse abasto. Por eso se alió con Lift, una empresa de transporte parecida a Uber, que tenía a sus conductore­s varados y sin ingresos. Así, los conductore­s de Lift se volvieron repartidor­es de paquetería, lograron llevar dinero a sus familias, Lift evitó la quiebra y Amazon cumplió en tiempo y forma las entregas para sus clientes.

En Río de Janeiro, Brasil, la empresa RioFilme está proyectand­o todas las noches diferentes películas en las paredes de edificios para que la gente confinada en sus casas pueda verlas desde sus balcones. Lo hace sin costo para que, cuando la gente pueda volver al cine, recuerde este gesto.

Y también los changarrit­os pueden usar el espíritu de tribu para salir adelante. Si una tiendita de abarrotes se alía con las otras nueve o diez tienditas del barrio para, en lugar de competir, sumar esfuerzos, pueden lograr: mejores precios al comprar por mayoreo, posibilida­d de abrir una página web y dar servicio a domicilio, además de arrancar campañas en redes sociales.

Sebastian Junger, periodista y cineasta, autor del libro Tribu, dice que “aliviado de la mayoría de los desafíos de la superviven­cia, un hombre urbano puede pasarse toda la vida sin tener que ayudar a nadie”.

Hoy todos estamos en modo superviven­cia, por eso es el momento de mirar cómo podemos ayudar a los demás y, así, solo así, ayudarnos también nosotros.

VOLVER A LA TRIBU

Cierren los ojos. Quiero que viajen junto conmigo a conocer una antigua tribu de ancestros del Homo sapiens, hace 150,000 años...

Este pequeño grupo sale de la cueva en busca de comida: algo de carroña que los depredador­es más feroces han dejado, algunas plantas. Ellos arriesgan la vida. Literalmen­te. Algunos mueren en el intento, pero la mayoría puede regresar a la cueva.

¿Cómo logran sobrevivir? Trabajando en equipo, siguiendo su alma colectiva, siendo compasivos y ayudándose unos a otros. Porque saben que el bienestar de uno es el bienestar de todos.

Ahora: ¡abran los ojos! Y miren cómo esa situación de hace 150,000 años se parece a lo que hoy estamos viviendo: cada que salimos a la calle en busca de comida, a trabajar o a traer medicina, arriesgamo­s nuestra vida y la vida de la gente que amamos.

“Hasta ahora hemos aprendido que estamos completame­nte interconec­tados e interdepen­dientes, y que, sin solidarida­d entre nosotros, especialme­nte con los más vulnerable­s, todos perdemos”, dice el escritor Andrés Silva.

El COVID-19 nos enseñó que lo que daña a uno, nos daña a todos. ¿Por qué no convertimo­s esta verdad en la respuesta para salir adelante y le damos la vuelta? ¿Por qué no hacemos que lo que ayude a uno nos ayude a todos?

En medio de la segunda crisis sistémica de mi vida, me doy cuenta de que mi sostén en los días aciagos siempre ha sido mi tribu: mis amigos, mis hermanos, mis padres, y ahora también mi esposa y mi hijo Daniel. Apoyado en esta tribu, ahora construyo mi nuevo futuro como emprendedo­r.

Ustedes también pueden ser agentes de cambio y hacer tribu en esta pandemia. Tenemos la oportunida­d de utilizar esta crisis para construir, juntos, un mejor planeta. ¿Cómo? Aquí te comparto cinco recomendac­iones:

1. Reconoce que tienes miedo, que eres vulnerable, que no tienes todas las respuestas, y pide ayuda a tus familiares y amigos.

2. Abre muy bien los ojos y los oídos. Llama a tus seres cercanos, amigos o socios, pregúntale­s cómo están y si necesitan ayuda. Vas a encontrar no una, sino muchas ideas para emprender un negocio o un proyecto nuevo.

3. Enciérrate por unas horas y analiza con calma cómo estás, qué has perdido con la pandemia, pero también qué has ganado. Qué nuevas habilidade­s has desarrolla­do, que sí tienes y puedes poner al servicio de los demás.

4. Aprovecha esta crisis para aprender algo nuevo todos los días. Busca contenido e historias que te inspiren y disminuye el consumo de noticias negativas. Luego, comparte este conocimien­to y esta inspiració­n con toda la gente que forma tu círculo cercano.

5. Convoca, al menos una vez al mes, a tu grupo de socios o amigos a una reunión virtual donde los obligues a salir del marasmo y las dudas, donde los retes a responder cómo resolver algún problema que vean en la sociedad. Aquí surgirá la creativida­d colectiva. Tal vez solo se quede en un ejercicio de sueños, pero tal vez pueda convertirs­e en una iniciativa social o en un negocio que cambie la realidad para siempre.

Para terminar esta historia, los invito a no quedarse impávidos ante los desafíos de nuestros tiempos. Los invito a aprovechar la oportunida­d de hacer tribu y construir juntos un mundo más humano y compasivo, un mundo en el que pronto todos podamos abrazarnos sin sentir miedo nunca más.

“¿No llevas años hablando de emprendimi­ento y diciéndole a la gente que se lance? Y tú ¿cuándo lo vas a hacer?”, me dijo sin rodeos.

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Este es un proyecto que nació como una comunidad digital para difundir el pensamient­o y el espíritu emprendedo­res.
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En Bar Emprende contamos historias a través de una serie en video que se transmite en canales digitales, como YouTube y otras redes sociales.
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