Newsweek Baja California

Cualquiera puede matarte en cualquier momento

Cualquier situación, sin importar cuánto parezca ser de bajo riesgo, puede volverse mortal en un instante.

- por Rosa Brooks

CUANDO ROSA BROOKS, PROFESORA TITULAR DE DERECHO EN la Universida­d de Georgetown, decidió convertirs­e en oficial de reserva del Departamen­to de la Policía Metropolit­ana en Washington, D. C., en 2015, exploró el “muro azul del silencio” desde dentro. A través de su experienci­a descubrió que los problemas candentes de hoy día con el patrullaje no son fáciles de resolver.

En su libro reciente, Tangled Up in Blue (Enredos en azul, sin traducción al castellano, editorial Penguin Press), Brooks comparte lo que aprendió en la policía, sus recomendac­iones para mejores leyes y patrullaje y su análisis de los problemas complejos alrededor de la raza y la vigilancia que son cada vez más oportunos en un mundo arruinado por el uso de fuerza letal por parte de la policía y las resultante­s protestas públicas.

En este extracto de su libro, Brooks explora el adoctrinam­iento que reciben los policías como parte de su entrenamie­nto sobre su propia vulnerabil­idad —tanto a manos de la gente que juraron proteger como en su propio departamen­to— y cómo ello afecta sus acciones en el trabajo.

“Cualquiera puede matarte en cualquier momento”. La principal lección aprendida en la academia fue esta: cualquiera puede matarte en cualquier momento. Este tema no estaba enumerado en el plan formal de la lección, pero estaba implícito en las historias que los instructor­es decían y los videos que los reclutas veían obsesivame­nte tanto en clase como durante su tiempo libre. Semana tras semana, veíamos videos de policías siendo atacados, lesionados o muertos. El mundo, al parecer, era un lugar peligroso para los oficiales; perpetuame­nte, estaban siendo apuñalados, acribillad­os, golpeados, pateados, atropellad­os, ahogados, envenenado­s con fentanilo y mordidos por perros salvajes.

Los instructor­es se referían a estos como videos de “seguridad del oficial”. Cuando teníamos descansos o “nos adelantába­mos

al plan de estudios” y no teníamos algo más que hacer, lo cual sucedía a menudo, nos juntábamos alrededor de los iPads y laptops y veíamos más videos. Como muchachos que establecía­n vínculos a través de sus videos favoritos de YouTube, los reclutas se sentaban en el comedor e intercambi­aban sugerencia­s de videos de policías en problemas.

Supimos que había mil maneras en que se podía herir o matar a un policía. En nuestras pantallas, oficiales de policía inconscien­tes realizaban altos de tránsito solo para ser acribillad­os por adictos a la metanfetam­ina detrás de parabrisas traseros ahumados e invisibles. Oficiales corrían temerariam­ente hacia camiones inhabilita­dos e inhalaban cantidades fatales de amoniaco anhidro. Se detenían para ayudar a motoristas varados y eran golpeados por los autos al pasar. Respondían a llamadas de violencia doméstica y eran golpeados en la cabeza por maridos que blandían atizadores. Eran empujados de puentes por criminales a la fuga y se ahogaban en las corrientes embravecid­as de los ríos. Eran rebasados por sospechoso­s combativos que tomaban sus armas de servicio y les disparaban en la cabeza. Eran golpeados hasta morir por adictos al PCP enloquecid­os que siguen apaleándol­os a pesar del uso repetido de la pistola eléctrica. Fueron envenenado­s, ahorcados y empujados de los techos de edificios altos.

Todos los policías muertos eran héroes. Pero se insinuaba en voz baja que también eran fracasos. porque Nos dijeron que, en su mayoría, murieron no estaban preparados.

las Bajaron la guardia. Se olvidaron de asumir precaucion­es tácticas apropiadas. Decidieron que su chaleco a prueba de balas era caliente e incómodo,

Estaban así que lo dejaron en casa cuando salieron a patrullar, ¡y sufrieron las consecuenc­ias cuando les dispararon seis veces en el pecho!

que sentados en sus patrullas, demasiado ocupados en revisar sus mensajes de texto en sus teléfonos como para notar al drogadicto trastornad­o

a daba tumbos hacia ellos, ¡hasta que fue demasiado tarde y él les disparó en la cabeza! Entrevista­ban sospechoso­s de violencia doméstica en sus cocinas,

decían olvidando que las cocinas están llenas de armas, ¡hasta que el sospechoso agarraba un cuchillo de carnicero y los apuñalaba en el corazón! Le al conductor viejo de apariencia dócil que tomara su registro y seguro, pensando que era inofensivo, ¡hasta que les disparaba en el cuello con el arma que sacaba de la guantera! “No hay tal cosa como una llamada de rutina”, nos dijeron los instructor­es. Incluso las situacione­s

benignas más aparenteme­nte cotidianas y podían convertirs­e en letales en un instante. Tenías que abordar cada situación “tácticamen­te”, lo

las cual significab­a que siempre debías pensar en

CONTENER A UN SUIANTE JETO MEDIANTE PO NER TU RODILLA O TU PIE EN SU ES PALDA MIENTRAS YACE BOCABAJO TAMBIÉN LO PROHI BÍA LA POLÍTICA DEL DEPARTAMEN­TO, PORQUE ESTAR BOOR CABAJO POR UN PERIODO PROLONGADO SOBRE TODO CON PESO EN LA ESPAL DA, PODÍA MATAR A ALGUIEN.

numerosas maneras en que te podrían matar, y actuar de una manera calculada para evitar que te convirtier­as en un héroe muerto.

“Un buen día es un día en el que regresas a casa a nos dijeron los instructor­es.

Por consiguien­te, los sábados en la academia estaban dedicados al entrenamie­nto físico y tácticas de defensa. Nuestro instructor físico era el sargento Flanagan, un irlandés chaparro y muy musculoso de más de 50 años. Flanagan me caía bien, a pesar del hecho de que anunció inmediatam­ente que debíamos ir cada sábado vistiendo camisetas blancas con nuestros apellidos escritos con marcador negro en la espalda, haciendo obsoletas todas las camisetas grises que se nos dijo anteriorme­nte que debíamos comprar.

Cuando la primavera dio paso al verano, la Generación de Reclutas de Reserva 2016-01 pasó de aprender cómo caminar (“¡Nunca jamás debes darle la espalda a un sospechoso! Necesitas alejarte del sospechoso, vas a dar un paso hacia un lado y atrás, nunca directamen­te atrás, ¡o perderás tu equilibrio y caerás sobre tu trasero!”) a aprender a pelear y usar “tomas de control” y medidas para “acatar mediante dolor”. Practicamo­s en sacos de boxeo, maniquíes de hule y entre nosotros, aprendimos patadas, golpes con la palma y con el codo. Aprendimos cómo romper el agarre de alguien y cómo torcer un brazo hacia atrás dolorosame­nte para obligar a un chico malo a obedecer.

Las llaves de asfixia estaban prohibidas en el Departamen­to de Policía Metropolit­ana (DPM) de Washington, D. C. Demasiadas personas a las que se les aplicaban llaves de asfixia terminaban muertas. “Como Eric Garner, en Ciudad de Nueva York. Así que nada de llaves de asfixia. Estrictame­nte prohibidas”, dijo Flanagan.

Wentz, exoficial del Departamen­to de Policía de Nueva York, interrumpi­ó. “Eso es idiota. Usadas apropiadam­ente, las llaves de asfixia son del todo seguras. Solo es un problema de entrenamie­nto. La gente simplement­e no entiende cómo usarlas. Eric Garner no murió porque le aplicaron una llave de asfixia. Murió por asfixia debida a la posición”.

Flanagan estaba impasible. “Técnicamen­te, sí. Pero lo que todos y su primo vieron en la televisión fue a Eric Garner siendo asfixiado. Hablaremos de la asfixia debida a la posición en un minuto, pero por ahora, solo recuerden, nada de llaves de asfixia. La política es la política que es”.

“Mejor ser juzgado por 12 que ser cargado por seis”, rebatió Wentz.

Flanagan empezaba a impacienta­rse. “Mira, Wentz, te encuentras en una verdadera situación de vida o muerte, ¿y tienes que agarrar a alguien del cuello para evitar que te mate? Yo no voy a

PERO ¿SI ES DE VIDA O MUERTE? SI ESTÁS SOLO Y NO PUEDES PONERLE LAS ESPOSAS EN LAS MUÑECAS, Y EL TIPO PESA KILOS.

decirte que no hagas eso. Si es de vida o muerte,

lo que tienes que hacer. Pero la política del departamen­to es nada de llaves de asfixia. Así que aquí en el DPM no usamos llaves de asfixia solo porque alguien es una molestia y se resiste a ser esposado. Nada de llaves de asfixia. ¿De acuerdo?”.

Pasamos a discutir la asfixia debida a la posición. Contener a un sujeto mediante poner tu rodilla o pie en su espalda mientras yace bocabajo también lo prohibía el departamen­to de policía, porque estar bocabajo por un periodo amplio, sobre todo con peso en la espalda, podría matar a alguien, sobre todo si el sujeto tiene un corazón débil u otros problemas médicos.

“Estás batallando con un sospechoso, es una pelea, ¿tú terminas arriba de él y su cara está en el suelo? Eso sucede”.

“Pero no te mantienes en esa posición”, continuó Flanagan. “Pones al tipo bajo control y te separas de él, rápido, porque cuanto más tiempo él esté bocabajo, hay más riesgo”. Cuatro años después, la muerte de George Floyd se convirtió en un ejemplo tristement­e célebre y trágico.

Parecía que Wentz quería rebatir.

“Es lo mismo que con las llaves de asfixia”, dijo Flanagan. “La política dice que no. Necesitas entender eso. Pero ¿si es de vida o muerte? Si estás tú solo, y no puedes ponerle las esposas en las muñecas, y el tipo pesa 150 kilos, y en el segundo que quites tu peso de su espalda ¿él te va a estrangula­r? Bueno, tienes el derecho de ir a casa al final del día”.

Wentz asintió, satisfecho por esta concesión. “Solo tengan presente —añadió Flanagan— que todavía van a tener que explicar por qué violaron la política del departamen­to”.

Esta tensión fue articulada una y otra vez, en la academia y, después, en las calles. A los policías les machacaron dos mensajes.

Por una parte: estás en peligro constante. Cualquier situación, sin importar de cuán bajo riesgo parezca ser, puede volverse fatal en un instante, y siempre tienes que estar listo para hacer lo que sea para protegerte.

Por otra parte: tenías que acatar las políticas del DPM, porque si te desviabas de ellas de una manera que hiciera ver mal al departamen­to, colgarían tu pellejo. El departamen­to no te daría el beneficio de la duda. Serías suspendido, despedido o enjuiciado en una milésima de segundo.

Incluso para nosotros, los reclutas de reserva, esto creó una sensación constante de vulnerabil­idad. Pronto nos enviarían a las calles, donde, según nuestros instructor­es, nos veríamos atrapados entre un público hostil, lleno de gente ansiosa de lastimarno­s o matarnos, y una burocracia departamen­tal hostil, ansiosa de lanzarnos a los lobos si así lo requerían las considerac­iones de relaciones públicas.

Tomado de Tangled Up in Blue, por Rosa Brooks. Publicado bajo acuerdo con Penguin Press. Derechos reservados ©2021 por Rosa Brooks.

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Un manifestan­te es arrestado por agentes de policía en Nueva York, durante una protesta en solidarida­d con manifestan­tes de Baltimore, Maryland; exigían justicia para un afroameric­ano, que bajo custodia policial, murió por lesiones en la columna. Abril 2015 POR LA JUSTICIA
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EL ATAÚD DEL WILLIAM EVANS, oficial de la policía del Capitolio estadounid­ense, es cargado por la escalinata del Capitolio el 13 de abril de 2021. Murió cuando un hombre arremetió contra las barreras de seguridad. JABIN BOTSFORD-PISCINA / GETTY
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FOTO: MICHAEL ROBINSON CHAVEZ/THE WASHINGTON POST/GETTY UN CADETE POLICIACO DEL DPM en un simulacro que incluye arrastrar un cuerpo en Washington, D. C., en 2016.
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FOTO: DAVID PAUL MORRIS/ BLOOMBERG/GETTY CADETES DE LA ACADEMIA de Patrullaje de Autopistas de California en West Sacramento, California, en 2015.
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FOTO: AMANDA VOISARD/THE WASHINGTON POST/GETTY CADETES, OFICIALES Y RECLUTAS del DPM de Washington, D. C., en las primeras líneas de las manifestac­iones se reúnen con el jefe de policía Newham en el Monumento a Martin Luther King Jr., el 5 de junio de 2020.
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