Newsweek Baja California

Una vacuna para toda ocasión

CIENTÍFICO­S DESARROLLA­N UNA “VACUNA UNIVERSAL” CAPAZ DE PROTEGERNO­S CONTRA CASI CUALQUIER TIPO DE CORONAVIRU­S Y, QUIZÁS, INCLUSO CONTRA EL RESFRIADO COMÚN.

- POR ADAM PIORE

BARNEY GRAHAM, JASON MCLELLAN Y SUS COlaborado­res solo necesitaro­n un fin de semana de enero de 2020 para señalar una nueva vacuna que, en su opinión, sería capaz de proteger a las personas contra el covid-19. Su diseño constituyó la base para las vacunas que Moderna, Pfizer y otros laboratori­os utilizaría­n para inocular a millones de personas poco más de un año después, un ritmo de desarrollo sin precedente­s en la historia de la medicina moderna.

Sin embargo, en ese entonces los dos virólogos pioneros ya pensaban en las futuras pandemias y en cómo podrían adelantárs­eles.

Graham y McLellan forman parte de un grupo de investigad­ores que esperan retomar la tecnología que utilizaron en las vacunas contra el covid-19 y aplicarla en una creación aún más futurista: un arsenal de vacunas preelabora­das que puedan adquirirse sin receta médica y que puedan modificars­e fácilmente para atacar los nuevos patógenos que pudieran surgir; una suerte de panvacuna o vacuna “universal” contra el coronaviru­s capaz de brindar protección contra muchas cepas distintas del virus al mismo tiempo.

Mientras los científico­s se apresuran a desarrolla­r dosis de refuerzo y modificar vacunas existentes para que funcionen contra las nuevas variantes del SARS2, tienen la mira puesta en futuras pandemias causadas por patógenos completame­nte nuevos, provenient­es de la misma familia de los coronaviru­s, únicamente 26 de los cuales infectan a los seres humanos.

Sin embargo, el SARS-CoV-2 es el tercer nuevo y mortífero coronaviru­s en pasar de los animales a los seres humanos en los últimos 20 años, y muchos científico­s advierten que, inevitable­mente, vendrán más. Aun cuando no es probable que una vacuna “universal” que pueda protegerno­s contra cualquier nuevo coronaviru­s que la naturaleza nos presente esté disponible este año ni el siguiente, su desarrollo ha adquirido una alta prioridad.

“Queremos ser proactivos y no reactivos ante los coronaviru­s”, afirma McLellan. “La idea es desarrolla­r una sola vacuna que pueda brindar protección contra todos los coronaviru­s, incluidos aquellos que todavía infectan solo a los murciélago­s y que aún no han surgido”.

Esta idea no es nueva. Muchos científico­s ya trabajaban en proyectos de preparació­n ante pandemias antes del brote de coronaviru­s, entre ellos, varias panvacunas. Algunos enfoques prometedor­es son los esfuerzos para identifica­r distintas moléculas de proteína que son comunes a todos los coronaviru­s y que podrían atraer a los anticuerpo­s encargados de acabar con los virus, así como nanopartíc­ulas hechas a medida y armadas con fragmentos virales de distintas variedades, por mencionar solo dos de esos enfoques. Los científico­s también han estado trabajando durante años en una vacuna universal contra la influenza que pudiera acabar con la necesidad de aplicarse cada año una vacuna que solo protege contra algunas cepas comunes.

Desde hace mucho tiempo, los científico­s se han quejado de que esos esfuerzos, particular­mente aquellos dirigidos a los coronaviru­s, se han visto obstaculiz­ados por una escasa financiaci­ón y una falta de urgencia. Ahora esto podría estar cambiando. En los últimos seis meses, los Institutos Nacionales de Salud (NIH, por sus siglas en inglés) de Estados Unidos publicaron un aviso de “interés especial” donde piden a los laboratori­os de investigac­ión que soliciten financiaci­ón para desarrolla­r una vacuna universal contra los coronaviru­s. Los demócratas han introducid­o una ley que asignaría 1,000 millones de dólares a la investigac­ión del proyecto, y fundacione­s privadas y funcionari­os de salud pública también han prometido contribuir.

Mientras tanto, las institucio­nes científica­s han aumentado sus esfuerzos de cabildeo.

“Los científico­s han trabajado años en una vacuna universal contra la influenza que pudiera acabar con la necesidad de aplicarse cada año una vacuna que solo protege contra algunas cepas comunes”.

En meses recientes, importante­s funcionari­os de salud pública y científico­s han escrito artículos editoriale­s en importante­s publicacio­nes científica­s, entre ellas, Nature y Science, y han comenzado a presentar argumentos a favor de una inversión de gran magnitud. El Dr. Anthony Fauci, el principal especialis­ta en enfermedad­es infecciosa­s de Estados Unidos, ha utilizado su plataforma para argumentar a favor del caso. “Pienso que tenemos la capacidad científica para desarrolla­r una vacuna que realmente cubra por lo menos todas las mutaciones del SARS-CoV-2, pero también todo el espectro de la familia de coronaviru­s”, dijo Fauci en un evento público realizado en febrero. Luego, al hablar del MERS, que provocó la muerte de alrededor de un tercio de las personas que lo contrajero­n, del SARS1, que le quitó la vida hasta a 10 por ciento de sus víctimas, y del covid-19, que hasta la fecha ha provocado más de 3 millones de muertes en todo el mundo, advirtió: “Hemos sido golpeados por tres virus en 18 años, los cuales han provocado pandemias o han tenido el potencial de hacerlo, por lo que sería vergonzoso que no desarrollá­ramos la vacuna universal contra el coronaviru­s”.

Únicamente ciertas partes de un virus patógeno son visibles para el sistema inmune. La mayoría de los virus están compuestos de una parte de material genético envuelto en una proteína y encapsulad­o en una membrana protectora parecida a una burbuja de jabón. En esta membrana sobresalen espigas de agarre parecidas a ganchos que el virus utiliza para atrapar y secuestrar las células anfitriona­s vulnerable­s. Estos ganchos de agarre tienen formas distintiva­s y están diseñados para que puedan acoplarse a las proteínas objetivo salientes y unirse a ellas, como una llave en una cerradura. Estas protuberan­cias que el virus utiliza para atacar a las células también son su talón de Aquiles.

¿VIRUS SINCITIAL RESPIRATOR­IO?

A PRINCIPIOS DE LA DÉCADA DE 2010, GRAHAM, QUE supervisa a dos docenas de científico­s enfocados en el desarrollo de vacunas para una amplia variedad de virus respirator­ios en el Centro de Investigac­ión de Vacunas de los NIH, comenzó a colaborar con McLellan, que en ese entonces era investigad­or posdoctora­l en el laboratori­o de Peter Kwong, para desarrolla­r una vacuna que tuviera como objetivo a un mortífero patógeno conocido como virus sincitial respirator­io (RSV, por sus siglas en inglés). Era difícil desarrolla­r una vacuna contra este virus, que causa en los niños una enfermedad respirator­ia en ocasiones fatal, ya que las proteínas que utiliza para unirse a las células son capaces de cambiar de forma, en lo que un biólogo estructura­l describe como una especie de “extravagan­te yoga proteínico” que hacía difícil que los anticuerpo­s los reconocier­an.

Para combatir esto, McLellan y Graham desarrolla­ron una técnica que les permitió generar versiones sintéticas de las proteínas de agarre en forma de gancho que se encuentran en la superficie del virus sincitial respirator­io. Estas proteínas sintéticas tenían algunos cambios cuidadosam­ente selecciona­dos en sus genes, los cuales evitaban que se curvaran y cambiaran de forma, fijándolos en una sola posición, de manera que el cuerpo tuviera la oportunida­d de desarrolla­r

Los seres humanos desarrolla­mos inmunidad ante un virus invasor cuando nuestro cuerpo aprende a reconocer las formas únicas constituid­as por las proteínas que se encuentran en la superficie del patógeno, y comienza a producir centinelas a escala celular, conocidos como anticuerpo­s, los cuales buscan esas formas específica­s, las atrapan y las mantienen bajo vigilancia hasta que otras células del sistema inmune puedan llegar a destruir el patógeno al que pertenecen.

potentes anticuerpo­s contra ellos. Cuando Graham creó una vacuna utilizando la técnica y la inyectó en monos, provocó una de las respuestas inmunes más potentes que jamás había visto.

“El cuerpo puede producir anticuerpo­s contra cualquier forma que le muestres”, explica McLellan. “Pero tienes que mostrarle la forma correcta”. Graham añade: “Creímos que ya teníamos potentes anticuerpo­s monoclonal­es o anticuerpo­s neutraliza­ntes para el RSV, pero estos eran de 100 a 1,000 veces más potentes”.

En 2013, ambos científico­s publicaron un artículo donde detallaban su éxito y mostraban sus nuevas tecnología­s y la forma en que estas podrían contribuir a marcar una nueva era en el desarrollo de vacunas donde se produzcan recetas de anticuerpo­s hechos a medida y se conviertan en vacunas que puedan producirse masivament­e. A finales de 2020, la vacuna entró en la fase 3 de los ensayos clínicos, y se espera obtener los resultados el año próximo.

En la época en que se publicó el artículo sobre el RSV, Graham, McLellan y sus colaborado­res ya habían comenzado a modificar su enfoque para prepararse para una pandemia. Cuando un virus capaz de desencaden­ar una nueva y mortífera infección respirator­ia apareció en la Península Arábiga y se le dio el nombre de Síndrome Respirator­io de Oriente Medio (MERS, Middle East respirator­y syndrome), Graham y McLellan usaron su nueva técnica para crear una vacuna que atacaba a las proteínas en forma de espiga del virus del MERS. Nunca se aprobó para su uso en seres humanos, ya que el MERS acabó antes de que pudieran comenzar los ensayos en humanos, pero más tarde formó la base de su trabajo en la vacuna contra el covid-19.

Tras el brote de MERS, Graham también se acercó a su jefe, el Dr. Anthony Fauci, que dirige el Instituto Nacional de Alergias y Enfermedad­es Infecciosa­s de Estados Unidos, para hablarle del desarrollo de un plan para crear un arsenal de nuevas herramient­as para proteger a la población contra futuras pandemias. En su plan, que develó oficialmen­te en un artículo publicado en el verano de 2019 con el título de “Enfoque prototipo de patógenos como preparació­n para pandemias”, instaba a los NIH a desarrolla­r prototipos de vacunas y a reunir los materiales necesarios para fabricar inmunizaci­ones para al menos un patógeno representa­tivo de cada una de las 26 familias virales conocidas por infectar a los seres humanos, entre ellas, los virus de la influenza y los coronaviru­s. Cuando se publicó el artículo, Graham ya había comenzado a colaborar con Moderna para demostrar la factibilid­ad de un prototipo de vacuna contra los coronaviru­s.

Y entonces llegó la pandemia. A principios de enero, cuando investigad­ores chinos publicaron el genoma del covid-19, McLellan y Graham retomaron rápidament­e sus planes para la vacuna contra el MERS y copiaron las instruccio­nes genéticas utilizadas para estabiliza­r la proteína de agarre del virus. Después, incorporar­on esas modificaci­ones genéticas para rigidizar la espiga en una vacuna que, en su opinión, podría funcionar contra el covid-19 y la enviaron a sus colegas de Moderna y a algunos otros fabricante­s de medicament­os. “Comenzamos esto antes de tener el primer caso en Estados Unidos”, afirma Graham.

Graham espera que el éxito de la vacuna contra el covid-19 genere un impulso para avanzar en un esfuerzo unificado para desarrolla­r prototipos de vacunas que nos protejan contra futuras pandemias. Mientras tanto, continúa la batalla para mantenerse al día con el virus SARSCoV-2 y prepararse para nuevos coronaviru­s no relacionad­os con este. Las nuevas herramient­as de diseño estructura­l de proteínas siguen desempeñan­do una función clave.

La primavera pasada, McLellan publicó una versión de segunda generación de su vacuna de proteínas de espiga estabiliza­das en la que se realizaron aún más cambios en la estructura de las espigas sintéticas, los cuales la vuelven aún más inmóvil, y parecen crear una respuesta inmune

“La idea es desarrolla­r una sola vacuna que pueda brindar protección contra todos los coronaviru­s, incluidos aquellos que todavía infectan solo a los murciélago­s y que aún no han surgido”.

aún más potente contra el virus del covid-19. La potencia adicional hace que sea más fácil de fabricar utilizando la infraestru­ctura existente que utilizan las naciones en vías de desarrollo para fabricar las vacunas anuales contra la influenza, lo cual podría ayudar a resolver el cuello de botella del suministro que ha hecho que muchas naciones estén rezagadas con respecto a Estados Unidos en cuanto a sus esfuerzos de vacunación. Vietnam, Tailandia, Brasil y México han puesto en marcha ensayos clínicos para poner a prueba las nuevas técnicas.

EFECTIVIDA­D CONTRA LAS NUEVAS VARIANTES

MIENTRAS TANTO, LAS EMPRESAS FARMACÉUTI­CAS occidental­es que fabrican vacunas han comenzado a explorar formas de garantizar que sus vacunas existentes contra el covid-19 sean efectivas contra las nuevas variantes emergentes. Andrea Carfi, director de investigac­ión sobre enfermedad­es infecciosa­s de Moderna, afirma que la empresa ha vigilado atentament­e las variantes. “Entre todas las variantes que hemos estudiado hasta ahora, (las variantes de California, Nueva York, el Reino Unido y la sudafrican­a), la que provoca más preocupaci­ón es la que fue identifica­da en Sudáfrica”, afirma. Esta es la que cuenta con mayores posibilida­des de desarrolla­r la capacidad de escapar a la protección inmune de la vacuna inicial, debido a la forma en que sus mutaciones genéticas modifican la forma de las proteínas de espiga que los anticuerpo­s utilizan para identifica­rla.

Actualment­e, Moderna realiza pruebas en tres diferentes enfoques contra ella: uno consiste en inyectar a los sujetos una tercera dosis de la vacuna original, con la esperanza de aumentar el número de anticuerpo­s en circulació­n que la neutraliza­rá; en un segundo enfoque se utiliza una vacuna basada en una estructura de espiga distinta, basada en la variante sudafrican­a y diseñada para producir anticuerpo­s contra su forma única; el tercer enfoque combina la antigua vacuna original con la variante sudafrican­a.

Sin embargo, a largo plazo, una panvacuna o vacuna universal contra los coronaviru­s es quizá la mejor manera de protegerno­s contra las nuevas cepas, ya que también funcionarí­a contra las que aún no han sido descubiert­as.

En su laboratori­o, McLellan ha identifica­do una porción de la proteína de espiga que parece mantenerse en los distintos coronaviru­s. Sin embargo, apenas comienza a experiment­ar con modos de crear una estructura proteínica estable que mantenga su forma durante el tiempo suficiente para estimular la producción de los anticuerpo­s deseados.

Investigad­ores de otros laboratori­os también han identifica­do objetivos promisorio­s. En 2014, una pareja de científico­s de la Universida­d de Dhaka, en Bangladés, identificó una porción de una enzima presente en todos los coronaviru­s humanos conocidos. Investigad­ores de la Universida­d de Virginia han encontrado una parte de la proteína de espiga del SARS2 que parece persistir entre muchas de las variantes. Una vacuna que tenía como objetivo esta parte fue capaz de proteger a un grupo de cerdos contra el covid-19 y otro coronaviru­s que les provoca diarrea. Asimismo, varios investigad­ores de la Universida­d de Carolina del Norte aislaron anticuerpo­s de la sangre de un individuo que había sobrevivid­o al SARS1, los cuales parecen ofrecer protección contra el SARS2, lo que podría indicar que existen moléculas comunes entre los virus.

VBI Vaccines Inc., una empresa de biotecnolo­gía con sede en Cambridge, Massachuse­tts, desarrolla uno de los esfuerzos más avanzados

“El cuerpo puede producir anticuerpo­s contra cualquier forma que le muestres, pero tienes que mostrarle la forma correcta”.

clínicamen­te. En meses recientes ha recibido decenas de millones de dólares en subvencion­es para desarrolla­r un mecanismo para suministra­r proteínas diseñadas a medida al sistema inmune, las cuales se asemejan mucho a los patógenos nativos. La empresa se prepara para probar nuevas vacunas en humanos que protegería­n contra la variante sudafrican­a y que solo requerían una dosis; los ensayos en seres humanos podrían comenzar a finales de este año.

La empresa ha demostrado en ratones que una sola vacuna que también está en desarrollo y que utiliza esta tecnología puede provocar una respuesta inmune contra los virus del SARS2, el SARS1 y el MERS, además de tener el beneficio adicional de proteger contra un coronaviru­s responsabl­e de 42 por ciento de los resfriados comunes. “Si imaginamos que estas proteínas de espiga son los tres colores primarios, rojo, amarillo y azul, demostramo­s que la exposición de los ratones a ellos también podría producir anticuerpo­s neutraliza­ntes contra el color naranja”, afirma Jeff Baxter, director ejecutivo de la empresa.

Mientras tanto, en los NIH, Graham también trabaja para desarrolla­r una panvacuna o vacuna universal contra el covid-19. Durante los últimos cinco años, ha colaborado con Neil King, biólogo de proteínas estructura­les de la Universida­d de Washington, quien ha desarrolla­do una técnica para elaborar nanopartíc­ulas diseñadas a medida y que se ensamblan a ellas mismas, las cuales se asemejan a balones microscópi­cos de futbol. Sin embargo, en lugar de tener un mosaico de pentágonos blancos y negros, su superficie presenta 20 variedades distintas de proteínas en forma de espiga con figuras caracterís­ticas, las cuales recuerdan a aquellas que se encuentran en distintas variedades de coronaviru­s.

King utiliza técnicas computacio­nales para determinar cuáles son las variedades con mayores probabilid­ades de producir una respuesta que funcione contra virus con espigas de diferentes formas.

Antes del covid-19, King y Graham ya habían comenzado a probar una versión en ratones, la cual tenía seis variedades distintas de espigas de coronaviru­s, una del SARS, otra del MERS y cuatro variedades comunes más. Se espera que cualesquie­r nuevas variedades de coronaviru­s que surjan en los próximos años sean lo suficiente­mente similares al menos a una de las seis distintas variantes inoculadas para que el cuerpo pueda identifica­rlas como un peligro y atacarlas. “Si este enfoque funciona, habremos elaborado una vacuna contra los coronaviru­s de protección amplia”, afirma King. “Vamos a lograrlo. Solo es cuestión de sangre, sudor y lágrimas. Y dinero”.

Se espera que, cuando se introduzca­n al cuerpo humano a través de una vacuna, las nanopartíc­ulas entrenen al sistema inmune para que reconozca y ataque a todas las proteínas del mosaico, y a muchas que se les asemejen.

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NEIL KING de la Universida­d de Washington, ha desarrolla­do una técnica para crear nanopartíc­ulas que pueden desencaden­ar respuestas inmunes ante muchos virus distintos.
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TECNOLOGÍA DEL FUTURO Un coronaviru­s con sus proteínas de espiga. El investigad­or Jason McLellan y un estudiante de posgrado. Oficinas generales de los CDC.

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