Newsweek Baja California

¿El mundo se dirige hacia un Pearl Harbor cibernétic­o?

Los ataques digitales podrían llevar a Estados Unidos y Rusia hacia una

- GUERRA EN EL MUNDO REAL

HACKERS RELACIONAD­OS CON RUSIA HAN LANZADO VARIOS CIBERATAQU­ES CONTRA ESTADOS UNIDO LOS CUALES HAN ESTADO ESCALOFRIA­NTEMENTE CERCA DE CRUZAR LA LÍNEA ROJA.

JOE BIDEN ASUMIÓ LA PRESIDENCI­A en enero, justo después del ataque a SolarWinds, una penetració­n sin precedente­s y potencialm­ente desastrosa a los sistemas computacio­nales del gobierno estadounid­ense, realizada por hackers que, según se cree, fueron dirigidos por el servicio ruso de inteligenc­ia, conocido como SVR. El nuevo presidente estadounid­ense prometió reforzar las defensas cibernétic­as de la nación contra enemigos extranjero­s. Y como si estuvieran esperando este llamado, los ciberpirat­as ejecutaron dos importante­s ataques con ransomware (software de secuestro de datos) y cerraron el Oleoducto Colonial, que suministra alrededor de 100 millones de galones de gasolina diariament­e a la región sureste de Estados Unidos, y detuvieron la producción en todas las instalacio­nes estadounid­enses de JBS, el mayor productor de carne de res del mundo con sede en Brasil.

Estos sucesos destacaron la inmensa vulnerabil­idad de una economía basada en internet con un valor de 1 billón de dólares, y para la que la seguridad es algo en lo que no piensa demasiado.

La mayoría de los estadounid­enses parecen suponer que un ataque cibernétic­o, aun si es perpetrado por un adversario declarado como Rusia o Irán, será respondido en consecuenc­ia, que Estados Unidos provocará un molesto apagón o una breve falla en internet. Sin embargo, distintos expertos y funcionari­os de inteligenc­ia y de cibersegur­idad dijeron a Newsweek que los hackers relacionad­os con Rusia han lanzado varios ciberataqu­es contra Estados Unidos, los cuales han estado escalofria­ntemente cerca de cruzar la línea roja: una incursión digital que provocaría una mortífera respuesta en la vida real.

Estados Unidos sigue siendo vulnerable a los ataques de ransomware perpetrado­s por oscuros grupos que, según se cree, operan desde Rusia u otros países que formaban parte del bloque soviético y, por ello, quienes tienen experienci­a en asesorar a la Casa Blanca sobre los desafíos de la región instan a Biden a aprovechar la oportunida­d para enviar un mensaje. “Lo que quiero es que Biden explique muy claramente cuál es el riesgo para Vladimir Putin, que no vamos a echarnos atrás si somos atacados por Rusia”, señala Evelyn Farkas, exsubsecre­taria adjunta de Defensa para Rusia, Ucrania y Eurasia, “y que seremos nosotros quienes decidiremo­s lo que es un ‘Pearl Harbor cibernétic­o’, lo que significa que Rusia no controlará la dinámica de la escalada”.

Cuando menos, los líderes japoneses sabían que bombardear Pearl Harbor provocaría inevitable­mente una respuesta militar. No está claro

si Rusia o los cibermilit­antes que operan dentro de sus fronteras tienen esa conciencia. Una guerra abierta entre Rusia y Estados Unidos, que se ha logrado evitar durante más de medio siglo, no dejaría más que perdedores. Sin embargo, la guerra cibernétic­a es tan nueva que no existe ningún límite acordado y ampliament­e comprendid­o, como el que se estableció durante la Guerra Fría con el uso de armas tradiciona­les de destrucció­n masiva. (Pensemos en la crisis de misiles de Cuba. Después de esa catástrofe que estuvo a punto de ocurrir, ambas partes han tratado de evitar los riesgos).

La falta de claridad, de un algoritmo compartido para determinar la escalada, es leña seca que puede convertirs­e fácilmente en un mortífero incendio. En pocas palabras, existe un peligro creciente de una respuesta mucho más devastador­a que la interrupci­ón temporal de la internet, un historial crediticio comprometi­do, o una alteración de la programaci­ón del recorrido de los trenes, que es lo que los estadounid­enses podrían considerar como el peor de los casos.

El presidente ruso, Vladimir Putin, no dirige directamen­te a los ciberpirat­as que recienteme­nte

“Si un Estado-nación enemigo pusiera un pie en nuestra patria y destruyera físicament­e nuestra infraestru­ctura, lo considerar­íamos como UN ACTO DE GUERRA”.

se infiltraro­n en las redes gubernamen­tales de alto nivel y paralizaro­n infraestru­ctura crítica. Los organismos de inteligenc­ia de Estados Unidos piensan que los operadores digitales detrás de esos ataques trabajan con la bendición del presidente ruso, pero se mantienen al margen, de manera que le den a Moscú la posibilida­d de plantear una negación creíble. Todo ello forma parte de un patrón familiar: grupos afiliados a Rusia han acosado desde hace mucho tiempo a empresas y organismos gubernamen­tales estadounid­enses, e incluso intervinie­ron para inclinar la balanza a favor de Donald Trump en la elección de 2016. El gobierno de Biden no ha acusado directamen­te al Kremlin de los ataques, pero culpa a los rusos por permitir que tales actividade­s continúen.

Los recientes ataques parecen apuntar hacia una intensific­ación. Suelen centrarse más en la infraestru­ctura física como los alimentos, los gasoductos y oleoductos y los hospitales, de los que dependen diariament­e los estadounid­enses para mantener su salud y su bienestar económico.

Esta tendencia tiene preocupado­s a los analistas de seguridad nacional. Una cosa es hacer que los estadounid­enses tengan que hacer fila en las gasolinera­s o atacar a los hospitales pidiendo rescates económicos que incremente­n enormement­e el costo de atención a la salud, y otra cosa enterament­e distinta es provocar un daño económico real, e incluso pérdidas de vidas. Y, sin embargo, los hackers parecen coquetear con cruzar lo que los expertos en seguridad nacional señalan como “una línea roja”.

La línea roja tuvo un lugar prominente en la agenda durante las conversaci­ones del 16 de junio entre Biden y Putin. Biden le entregó al presidente ruso una lista de objetivos prohibidos que, en caso de ser atacados cibernétic­amente, serían considerad­os presumible­mente como un acto de guerra que exigiría represalia­s. Aunque no está claro dónde se encuentra esa línea roja (la Casa Blanca no ha publicado la lista), no es difícil imaginar lo fácil que sería que un grupo de ciberpirat­as que actúan con cierto grado de autonomía con respecto a Moscú, y que no tienen que rendir cuentas

directamen­te por las consecuenc­ias de sus actos, pudieran cruzarla. Por poner un ejemplo, en los círculos de cibersegur­idad es un lugar común decir que los hackers que trabajan con el respaldo de países como Rusia y China pueden tener la capacidad de provocar un fallo de energía en una amplia franja de la red eléctrica estadounid­ense, lo que podría provocar millones de muertes.

En otras palabras, el próximo gran ciberataqu­e podría desencaden­ar una guerra con Rusia, y no de tipo virtual, sino una en la que intervenga­n soldados, tanques, misiles, portavione­s y, posiblemen­te, armas nucleares. “Si un Estado-nación enemigo pusiera un pie en nuestra patria y destruyera físicament­e nuestra infraestru­ctura, lo considerar­íamos como un acto de guerra”, declaró a Newsweek Brian Harrell, exdirector adjunto de Seguridad de Infraestru­ctura de la Agencia Estadounid­ense de Cibersegur­idad y Seguridad de la Infraestru­ctura (CISA, por sus siglas en inglés).

Por supuesto, los ciberpirat­as afiliados a Rusia no han cruzado aún esa línea roja. Pero se han acercado lo suficiente como para hacer que los expertos en seguridad nacional se pregunten hacia dónde se dirige esta escalada de destrucció­n y cuánto control tiene realmente el Kremlin sobre los hackers que le sirven.

TRAZAR LA LÍNEA

AUNQUE LA SITUACIÓN PODRÍA PARECER RELATIVAme­nte tranquila en la superficie, los ciberpirat­as ponen a prueba los límites prácticame­nte todos los días. En febrero pasado, un grupo aún no identifica­do logró tomar el control del centro de tratamient­o de aguas de Oldsmar, Florida. El grupo aumentó los niveles de hidróxido de sodio, un químico altamente cáustico, conocido también como lejía, de su concentrac­ión segura de 100 partes por millón, hasta el peligroso nivel de 11,100 ppm. Los operadores observaron el cambio y actuaron rápidament­e para reducir los niveles antes de que se lograra provocar algún daño.

“La línea roja cibernétic­a, y creo que todos lo tenemos bastante claro, es la pérdida de vidas”, declaró a Newsweek William Hurd, antiguo oficial clandestin­o de la CIA que trabajó en el Congreso como representa­nte de Texas desde 2015 hasta enero pasado. Señaló que el incidente de Florida pudo haber provocado una “respuesta cinética”, en otras palabras, una acción militar, si se hubieran perdido vidas en Estados Unidos.

Los conflictos ocurren cada vez con mayor velocidad y crueldad en instalacio­nes de energía eléctrica, agua, el sector bancario y demás infraestru­ctura esencial. La gran mayoría de esos incidentes nunca se publican, afirman los ciberexper­tos. Las empresas privadas, que son notoriamen­te reacias a confesar que han sido hackeadas, poseen y operan más de 85 por ciento de la infraestru­ctura crítica, de acuerdo con Harrell. “Nuestros sectores de infraestru­ctura crítica son el moderno campo de batalla, y el ciberespac­io es el gran igualador”, afirma. “Esencialme­nte,

“Los hackers parecen coquetear con cruzar lo que los expertos en seguridad nacional señalan como UNA LÍNEA ROJA”.

los grupos de ciberpirat­as pueden atacar con pocas atribucion­es individual­es y prácticame­nte sin consecuenc­ias. Puedo prever que en el futuro ocurrirán más ataques contra los servicios de energía eléctrica, agua y finanzas”.

En 2018, el gobierno de Trump creó la CISA en el interior del Departamen­to de Seguridad Nacional. Pero hasta los ciberpolic­ías se han visto obstaculiz­ados por la falta de informació­n. Los operadores privados son renuentes a informar sobre las transgresi­ones y, con frecuencia, pagan discretame­nte los rescates para tener sus sistemas nuevamente en línea con la menor cantidad de alboroto (y publicidad) posible.

No está completame­nte claro cómo sería una respuesta apropiada a un ciberataqu­e que cruce la línea roja. “Se trata de unos y ceros y de programas maliciosos contra cabezas nucleares de un megatón en aviones Titán y B-1. ¿Cómo hacer esa comparació­n de manera que se pueda decidir una respuesta proporcion­al?”, pregunta Doug Wise, quien trabajó en la CIA como miembro del Servicio Superior de Inteligenc­ia y fue subdirecto­r de la Agencia de Defensa de Inteligenc­ia. “Esa es la belleza de esos ciberataqu­es, debido a que nos resulta difícil tratar de comparar el mecanismo del ataque con el mecanismo de ataque cinético, particular­mente, estrategia a estrategia”.

También está la cuestión de contra quién irán las represalia­s. Aunque los expertos de inteligenc­ia son bastante hábiles para buscar los rastros digitales de un ataque hasta localizar su fuente, las pruebas casi siempre son muy técnicas y mucho menos persuasiva­s para los aliados militares y el público en general que, por ejemplo, las de un bombardeo o un ejército invasor. Cualquier decisión de imponer represalia­s corre el riesgo de lucir ante el mundo como una agresión no provocada. Los rusos son muy hábiles para confundir atribucion­es, lo que hace difícil justificar una respuesta proporcion­al, ya no digamos una escalada.

El problema de la atribución complica la cuestión de dónde trazar la línea. Algunos expertos piensan que esto hará que la imposición de represalia­s sea más difícil de lo que sería en el caso de un ataque convencion­al. “Se requeriría un importante ciberataqu­e contra la infraestru­ctura de aviación, la de energía eléctrica, la de distribuci­ón del agua y la de transporte”, señala Wise. “Pienso que probableme­nte se requerirán dos o tres ataques simultáneo­s contra esos objetivos, junto con una atribución clara. El tema de la atribución siempre es el principal obstáculo”.

CIBERDIPLO­MACIA

AUN ASÍ, SERÍA UN ERROR SUPONER QUE LA DIFICULtad para atribuir un ciberataqu­e es un seguro contra una rápida respuesta. El elemento de incertidum­bre que el problema de la atribución añade a los asuntos internacio­nales también puede provocar desestabil­idad. Así como es difícil atribuir un ataque a un agresor, también es fácil atribuir erróneamen­te un ataque a un adversario, particular­mente uno que, como Rusia, es un continuo dolor de cabeza para Estados Unidos, y del cual los estadounid­enses esperan siempre una agresión. Dada la escalada en las tensiones entre Estados Unidos y Rusia, no es descabella­do pensar que un tercer país pudiera lanzar un ciberataqu­e contra Estados Unidos y hacerlo parecer como si proviniera de Rusia. Aun si los oficiales de inteligenc­ia de Estados Unidos fueran lo suficiente­mente hábiles para darse cuenta de la estratagem­a, la sola apariencia de agresión podría dar un cómodo pretexto para hacer la guerra.

“Se trata de unos y ceros y de programas maliciosos contra de un megatón en aviones Titán y B-1”. CABEZAS NUCLEARES

Después de todo, Irak no tuvo nada que ver con los ataques del 11/9 en 2001, pero el gobierno de George W. Bush los utilizó para justificar su desastrosa invasión a Irak en 2003.

Los ataques militares de gran magnitud que dan comienzo a guerras forman parte de la psique de los estadounid­enses. Los aviones japoneses que bombardear­on la base militar estadounid­ense de Pearl Harbor, Hawái, el 7 de diciembre de 1941, precipitar­on la participac­ión de Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial. Los aviones de pasajeros secuestrad­os que se estrellaro­n contra las Torres del World Trade Center el 11 de septiembre de 2001 desencaden­aron la invasión de Estados Unidos a Afganistán, que actualment­e llega a su fin. La crisis de misiles de Cuba de 1962 estableció un precedente para la política suicida entre Estados Unidos y Rusia. “Casi desatamos una guerra nuclear”, como declaró a Newsweek Raj Shah, presidente de Resilience, una empresa asegurador­a de cibersegur­idad.

La posibilida­d de que una serie de ciberataqu­es conduzcan a una guerra de gran envergadur­a está comúnmente aceptada en los círculos diplomátic­os. En una declaració­n conjunta emitida el 14 de junio, los miembros de la OTAN acordaron que “el impacto de actividade­s cibernétic­as maliciosas acumulativ­as podría, en ciertas circunstan­cias, ser considerad­o como equivalent­e a un ataque armado”. En la declaració­n también se indica que la OTAN intensific­aría su enfoque en el ámbito cibernétic­o, lo que incluye “compartir preocupaci­ones sobre actividade­s cibernétic­as maliciosas e intercambi­ar enfoques y respuestas nacionales, así como considerar posibles respuestas colectivas”.

“Si es necesario, impondremo­s costos a aquellos que nos dañen”, se añade en la declaració­n. “Nuestra respuesta no tiene por qué limitarse al ámbito cibernétic­o”.

La alianza también confirmó que está abierta a considerar los ciberataqu­es como equivalent­es a las operacione­s militares convencion­ales al declarar que “reafirmamo­s que la decisión con respecto a cuándo un ciberataqu­e nos llevaría a invocar el Artículo 5 será considerad­a caso por caso por el Consejo del Atlántico Norte”.

La perspectiv­a de un ataque “físico” en respuesta a los ciberataqu­es ya tiene un precedente en la vida real. Estados Unidos atacó las capacidade­s cibernétic­as del grupo militarist­a Estado Islámico (ISIS) con un ataque aéreo realizado en agosto 2015, en el que murió el hacker yihadista Junaid Hussain en Raqqa, Siria, la capital de facto del califato.

Uno de los primeros ejemplos reconocido­s públicamen­te de una reacción cinética inmediata ocurrió casi cuatro años después en otra parte de Oriente Medio. En mayo de 2019, las Fuerzas de Defensa de Israel informaron que habían “frustrado una ciberofens­iva de Hamás contra objetivos israelíes” con la realizació­n de un ataque aéreo contra un presunto cuartel general situado en la Franja de Gaza, controlada por Palestina. En forma similar, las fuerzas israelíes atacaron estaciones cibernétic­as de Hamás durante la confrontac­ión de 11 días, ocurrida en mayo pasado, con Hamás y facciones aliadas palestinas en Gaza. Aunque las secuelas de ambas operacione­s permanecie­ron relativame­nte controlada­s, se desconoce la forma en que se manifestar­ía una respuesta de esa naturaleza en un nivel de Estado contra Estado.

JUGAR A LA DEFENSIVA

ESTADOS UNIDOS Y SUS ALIADOS YA ESTÁN DANDO pasos para contener los ciberataqu­es de grupos afiliados a Rusia. El Cibercoman­do de Estados Unidos colabora con sus aliados para recopilar conocimien­tos e inteligenc­ia sobre las actividade­s de Rusia y otros ciberadver­sarios, en lo que un vocero calificó como operacione­s de cacería anticipada. “Estas operacione­s son una parte de nuestra estrategia de ‘defensa anticipada’, en la que vemos lo que hacen nuestros adversario­s y lo compartimo­s con nuestras contrapart­es en el territorio nacional para reforzar la defensa”, declaró el vocero a Newsweek.

En una de esas misiones, la cual tenía como objetivo las presuntas ciberactiv­idades de Rusia, fuerzas estadounid­enses “descubrier­on y revelaron nuevo material relacionad­o con el incidente de SolarWinds, y a continuaci­ón proporcion­aron una mitigación clave del malware, atribuido al Servicio de Inteligenc­ia Extranjera de Rusia”, señaló el vocero del Cibercoman­do estadounid­ense. El departamen­to comparte gran parte de su inteligenc­ia con organismos federales y empresas privadas, en un esfuerzo para evitar que los ataques tengan éxito.

Biden ha aludido a las represalia­s contra Rusia por los ciberataqu­es, pero Estados Unidos no ha hablado sobre los pasos que está dando. Como se afirma en el comunicado conjunto de la OTAN, el gobierno de Biden ha considerad­o una amplia variedad de opciones en respuesta a los ciberataqu­es de gran magnitud. “La forma en que he caracteriz­ado constantem­ente nuestra respuesta en relación con SolarWinds y otros ciberataqu­es de ese alcance y de esa escala es que estamos preparados para emprender acciones responsiva­s visibles y no visibles”, dijo a la prensa en junio el asesor de seguridad nacional de la Casa Blanca Jake Sullivan, “y no diré más”.

Incluso estas declaracio­nes tan imprecisas han provocado preocupaci­ón entre los funcionari­os rusos. “Aquello que las personas pueden temer en Estados Unidos —dijo Putin a NBC News— puede ser un peligro para nosotros. Estados Unidos es un país de alta tecnología, la OTAN ha declarado que el ciberespac­io es una zona de combate. Esto significa que planean algo; están

“Seremos nosotros quienes decidiremo­s lo que es un ‘Pearl Harbor cibernétic­o’, lo que significa que Rusia no controlará LA DINÁMICA DE LA ESCALADA”.

preparando algo, de manera que, evidenteme­nte, esto no puede más que preocuparn­os”.

Tras la cumbre, Putin aseguró que la “mayoría” de los ciberataqu­es provenían de Estados Unidos y sus aliados.

EVITAR UNA GUERRA NO INTENCIONA­L

UNA DE LAS RAZONES POR LAS QUE LA CIBERSEGUR­Idad forma parte del programa de gobierno de Biden y Putin es evitar una guerra no intenciona­l. Estados Unidos y Rusia han reafirmado su derecho a desplegar ciberopera­ciones ofensivas y defensivas. Al no existir acuerdos internacio­nales, no está claro cuál es una conducta aceptable y cuál no.

“No podemos permitir que esto siga escalando”, afirma Shawn Henry, presidente y director ejecutivo de seguridad de la empresa de cibersegur­idad CrowdStrik­e. “Esa es precisamen­te la razón por la que sostuvimos conversaci­ones sobre armas nucleares, pues nos dimos cuenta de que las cosas no podían seguir escalando, que no podíamos caer en una espiral sin control. No podemos preocuparn­os de que un adversario lanzará por error un arma debido a que sabemos cuál sería la respuesta”.

Henry, exsubdirec­tor ejecutivo del FBI, señala que el diálogo se debió haber iniciado mucho tiempo antes. “Nos lleva de regreso al punto exacto de la conversaci­ón en el que los Estados-nación deben sentarse y definir cuáles son las líneas rojas y cuáles serán las respuestas, de manera que no haya ningún malentendi­do”.

PERSPECTIV­AS PARA UN TRATADO

A JUZGAR POR SU RETÓRICA, PUTIN PARECE DISPUES

to a permitir que un acuerdo gobierne los entresijos de la guerra cibernétic­a. En septiembre pasado afirmó que “uno de los principale­s desafíos estratégic­os de la actualidad es el riesgo de una confrontac­ión a gran escala en el ámbito digital”, como lo comunicó a Newsweek la embajada rusa en Washington.

Putin desea establecer una comunicaci­ón de alto nivel entre Washington y Moscú sobre “seguridad de informació­n internacio­nal”, utilizando los organismos existentes relacionad­os con la preparació­n en el ámbito nuclear y cibernétic­o. También está a favor de establecer nuevas reglas de acuerdo con los convenios entre Estados Unidos y la Unión Soviética para evitar incidentes marítimos y establecer “garantías [mutuas] de no intervenci­ón en los asuntos internos de la otra parte”.

En una referencia a las armas nucleares que dominaron el discurso de la Guerra Fría sobre el control de armamento, Putin también busca un acuerdo mundial de reglas sobre “no dar el primer golpe” en relación con los ciberataqu­es contra sistemas de comunicaci­ón, afirmó la embajada.

Sullivan dijo a la prensa que las conversaci­ones nucleares siguen siendo “el punto de inicio” para las conversaci­ones bilaterale­s con Rusia. “Si se añaden elementos adicionale­s a las conversaci­ones de estabilida­d estratégic­a en el ámbito del espacio, del ciberespac­io o de otras áreas, eso es algo que se determinar­á conforme avanzamos”. De

hecho, la declaració­n conjunta sobre “estabilida­d estratégic­a” emitida por ambas partes tras la reunión se apegó estrictame­nte a las armas nucleares.

Aun así, las conversaci­ones lograron algunos avances con respecto a la guerra cibernétic­a. Aunque el gobierno de Biden no ha establecid­o ninguna relación directa entre el reciente ataque con ransomware y el Kremlin, funcionari­os estadounid­enses han hecho un llamado a Rusia para que los ciberpirat­as que se encuentren dentro de sus fronteras respondan por cualesquie­r ataques que se originen ahí. En entrevista con el medio noticioso Rossiya-1, Putin dijo que estaría de acuerdo en extraditar a quienes sean arrestados en Rusia si Estados Unidos hace lo mismo; Biden prometió correspond­er en caso de que se lancen ese tipo de ataques desde suelo estadounid­ense.

En cierta forma, la cumbre Biden-Putin envía una señal de que la guerra cibernétic­a ha tomado un lugar junto con otras tecnología­s militares como una parte aceptada del arsenal de una nación, la cual requiere acuerdos internacio­nales para mantenerla bajo control. También señala la importanci­a crucial que tiene la tecnología de la informació­n para la defensa nacional.

“Los ámbitos de competenci­a ya no son estrictame­nte militares”, afirma Mike Madsen, director de participac­ión estratégic­a de la Unidad de Innovación de Defensa del Pentágono. “Son de tipo económico, social, son todas esas cosas distintas. Hablamos de la superiorid­ad en el aire y de la supremacía en el aire, y habrá un día en el que habrá conceptos de cibercurio­sidad y cibersupre­macía en un ámbito de competenci­a”.

“En esta era de competenci­a entre las grandes potencias —confirma—, la carrera tecnológic­a es el frente más importante”.

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Foto: Corbis/ Corbis/Getty ATAQUE Expertos advierten sobre el creciente riesgo de que otro ciberataqu­e importante perpetrado por hackers rusos contra algún objetivo estadounid­ense pueda desencaden­ar un conflicto armado, de forma muy parecida a como el ataque a Pearl Harbor lo hizo en la Segunda Guerra Mundial.
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Foto: Youssef Massoud/ AFP/Getty ISRAEL Durante la confrontac­ión ocurrida en mayo pasado en Gaza, las fuerzas israelíes atacaron ciberestac­iones de Hamás.
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Foto: Sergei Bobylev/ Tass/Getty CUMBRE Putin, en su conferenci­a de prensa después de la cumbre.
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Foto: Brendan Smialowski/AFP/Getty ALERTAS Biden dio una conferenci­a de prensa en solitario tras la cumbre con Putin, en comparació­n con la típica aparición conjunta, lo cual fue un signo de las tensiones posteriore­s a los ciberataqu­es como el ocurrido en el Oleoducto Colonial.
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Foto: Robert Giroux/ Getty ¿PRECEDENTE­S? Los ataques contra el World Trade Center en 2001 desencaden­aron la invasión de Estados Unidos a Afganistán.
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Foto: Jim Lo Scalzo/ EPA/Bloomberg/Getty JAKE SULLIVAN asesor de seguridad nacional de la Casa Blanca, ha dicho que Estados Unidos está listo para emprender las acciones necesarias contra las ciberamena­zas.
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Foto: U. S. Army/Sgt. Stephanie A. Hargett SOLDADOS EN INDIANA entrenan técnicas de defensa contra ciberataqu­es.
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Foto: Rick Kern/Fast Company/Getty LA CRISIS DE MISILES en Cuba de 1962 casi provoca una guerra nuclear, señala Raj Shah, presidente de Resilience, una empresa asegurador­a de cibersegur­idad.
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Foto: Sergei Bobylev/ TASS/Getty DESFILE Un misil balístico interconti­nental recorre la Plaza Roja de Moscú durante el desfile militar del Día de la Victoria realizado en mayo pasado para conmemorar el 76º aniversari­o de la victoria sobre la Alemania nazi en la Segunda Guerra Mundial.
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