La fibra moral de AMLO
El talante social del presidente Andrés Manuel López Obrador ha sido incuestionable a lo largo de su trayectoria. Desde su lucha por la causa chontal de la mano de Carlos Pellicer en Tabasco, pasando por su fiel crítica al neoliberalismo a finales de la década de los ochenta, hasta su invectiva a la corrupción enquistada en el sistema político mexicano de los últimos años.
Es decir, un presidente del México contemporáneo con orígenes en la lucha social. Siempre en favor de los más desprotegidos y desposeídos. Un presidente sensible y capaz de sentir empatía por el dolor ajeno. “Por el bien de México, primero los pobres”
El presidente siempre ha optado por abrir la compuerta de la moralidad. La moralidad nos traslada hacia el camino de la otredad, hacia la plena consciencia del existir del otro y que sin duda alguna, es donde el presidente siempre ha centrado su discurso y plataforma política. Sin embargo, resulta imperioso cuestionarnos. ¿Hacia donde apunta esa fibra moral del presidente? ¿Qué le resulta indignante y qué no?¿Quién le resulta impresentable y quién no? ¿Qué es condenable y qué no? y, por si fuera poco, ¿Que es democrático y qué no?. La preocupación del actual gobierno por la situación en Venezuela es forastera, ajena. La indiferencia de AMLO ante los agravios sociales como la crisis humanitaria y el desabasto; los democráticos, por la imposibilidad de participar políticamente y; por la corrupción, en un gobierno vinculado al narcotráfico y al desvío de recursos del Estado, resulta preocupante.
La empatía por la democracia con elecciones transparentes y libres, no debe de incomodar, asustar y mucho menos caducar. Un político que construyó buena parte de su carrera alrededor de los comicios y del “fraude” de 2006, debería estar plenamente consciente de que las garantías en los procesos electorales, la no persecución de candidatos de oposición desde el aparato gubernamental y la premisa de una persona es igual a un voto, son indispensables en toda sociedad democrática.
¿Por qué será que el presidente se resiste a que el conflicto en Venezuela se
dirima en las urnas? Más allá de que la Cancillería quiera presentar el posicionamiento de México como un acto de “neutralidad” audaz, el gobierno de México despliega una diplomacia timorata. El garantismo constitucional sobre la interpretación del artículo 89, la fantasía por lograr un diálogo de probado rechazo y la manipulación perversa sobre los episodios de la diplomacia mexicana, resulta indignante para algunos y cobarde para unos otros.
El presidente de manera cotidiana critica, alecciona, condena y endulza a la opinión pública. Es una verdadera excepción que un reto en materia de política exterior este presente dentro de los primeros cien días de gobierno. La indiferencia selectiva en este caso no se traduce virtud sino es baladí.
Más allá
de que la Cancillería quiera presentar el posicionamiento de México como un acto de “neutralidad” audaz, el Gobierno de México despliega una diplomacia timorata.
El garantismo constitucional sobre la interpretación del artículo 89, la fantasía por lograr un diálogo de probado rechazo y la manipulación perversa sobre los episodios de la diplomacia mexicana, resulta indignante para algunos y cobarde para unos otros.