El Sol de la Laguna

Semana Santa, ¿Fue celebrada por la iglesia primitiva?

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La Iglesia

La Luz del Mundo considera que todas las semanas son santas, como también lo son todos los días del año. Demuestran lo anterior con bases bíblicas, remontándo­se a la primera semana que Dios creó.

Alo largo de aquella semana todo lo creado fue valorado por Dios al término de cada día, y Él, con su sabiduría, calificaba su creación como bueno. Fue bueno lo que creó el día primero, el segundo, el tercero, el cuarto, el quinto y el sexto; al final de su creación, hizo Dios un resumen de su obra y encontró que todo lo que había creado "era bueno en gran manera", se asienta en Génesis 1:31.

Con base en lo anterior, no hay una semana santa en el año, y las otras 51 desprovist­as de santidad; todas las semanas son santas, como santos son los 365 días del año.

Otra prueba bíblica de que todos los días del año son santos, se encuentra en el libro de Salmos 65:11, en donde el rey David le decía a Dios: “Tú coronas el año con tus bienes, y tus nubes destilan grosura”.

El texto deja en claro que todos los días, las semanas y los meses del año son coronados por Dios, por ello afirma La Luz del Mundo que todas las semanas son especiales y bendecidas por Dios.

En relación con los días de la llamada semana mayor, que para algunas religiones tiene un significad­o altamente especial, la Iglesia que dirige el Apóstol Naasón Joaquín García considera que el jueves santo, el viernes santo, el sábado de gloria y el domingo de resurrecci­ón, nada de extraordin­ario tienen.

¿Se trata de un desdén a la pasión, muerte y resurrecci­ón de Jesús de Nazaret? Por supuesto que no, porque los miembros y ministros de esta Iglesia consideran especiales dichos acontecimi­entos por su aporte en pro de la redención de las almas. Sin embargo, al celebrarlo­s se ciñen a lo establecid­o por Jesucristo, conmemoran­do la Cena del Señor sin alterar la forma en que ésta se llevó a cabo en la Iglesia primitiva.

La Santa Cena consiste en la participac­ión del pan y del vino, elementos que, tras ser bendecidos con autoridad apostólica, representa­n el cuerpo y la sangre de Jesucristo, esto únicamente en el desarrollo del sagrado memorial.

En dicha solemnidad, el Apóstol de Dios cumple la encomienda de Jesucristo dada a sus compañeros, los apóstoles de la Iglesia primitiva, a quienes ordenó en la institució­n de la Santa Cena: “Haced esto en memoria de mí”.

Al respecto, el Apóstol Pablo dijo: “todas las veces que comiereis este pan, y bebiereis esta copa, la muerte del Señor anunciáis hasta que él venga” (1 Corintios 11:26). Todas las veces que se haga –independie­ntemente de la fecha y del lugar– la muerte de Cristo se anuncia, siempre y cuando en la ceremonia conmemorat­iva converjan el pan y el vino, así como la autoridad apostólica que bendice estos dos elementos.

La conmemorac­ión de la Santa Cena en La Luz del Mundo no se realiza en el llamado jueves santo, día en que el catolicism­o celebra la eucaristía; se celebra en la fecha y lugar que, por inspiració­n divina, establece la máxima autoridad de la Iglesia.

La muerte de Cristo en la cruz es la culminació­n de toda una vida –no una semana– entregada por Él en busca de la liberación de las almas. Su martirio empieza en el pesebre de Belén, pero se prolonga a lo largo de su vida, teniendo su culminació­n en la cruz.

Ahora bien, si la entrega de Jesucristo a la más noble de todas las causas no se limitó a siete días o a una semana, la celebració­n de dicho sacrificio no tendría por qué limitarse a una semana.

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