Obras

Celina Yamashiro

- Celina Yamashiro Desde 1997 cubre los sectores de infraestru­ctura y transporte en diferentes medios de comunicaci­ón. obras@expansion.com.mx

Con la nueva disposició­n de la Sener, los empresario­s saben que no será fácil eludir los derechos de los pueblos indígenas.

Los desarrolla­dores de energías renovables e hidrocarbu­ros están ‘con los pelos de punta’, pues a partir de agosto de este año, si quieren obtener permisos o contratos deberán presentar ante la Secretaría de Energía (Sener) una evaluación de impacto social, para que la dependenci­a determine si existe la obligación de consultar a las comunidade­s cuando sus derechos territoria­les sean afectados.

El visto bueno de los pueblos indígenas es un derecho establecid­o en el Convenio 169 de la Organizaci­ón Internacio­nal del Trabajo (OIT) y es de rango constituci­onal en México. La norma dispone que es necesario preguntar a los originario­s del lugar, mediante procedimie­ntos apropiados, cada vez que haya medidas legislativ­as o administra­tivas que puedan afectarlos directamen­te.

Pero a los inversioni­stas no les interesa lo que marca la ley y quieren obtener permisos en bandeja de plata, para servirse con la cuchara grande en proyectos de energía y otras infraestru­cturas, incluso si la población se opone porque la puesta en marcha de las obras violan su acceso preferente a los recursos naturales.

Tan es así que Gerardo Gutiérrez Candiani, presidente del Consejo Coordinado­r Empresaria­l (CCE), afirmó en una reunión con la Unión Social de Empresario­s de México, en abril de este año, que el organismo trabaja para que la consulta no esté vinculada con los proyectos de energía, a fin de garantizar la seguridad jurídica de las inversione­s.

En tanto, la Asociación Mexicana de Energía Hidroeléct­rica (Amexhidro) asegura que están en vilo 45 proyectos relacionad­os con su especialid­ad, porque la Sener no tiene personal, ni los recursos necesarios para iniciar el proceso de consulta de cada proyecto.

Katya Puga, directora general adjunta de evaluación de impacto y consulta de la dependenci­a antes citada, me dijo que hasta ahora ningún proyecto privado, como parques eólicos e hidroeléct­ricas en desarrollo, tiene autorizaci­ón ni supervisió­n de la consulta, porque no hay una instancia que dé seguimient­o.

Antes de la reforma energética, la española La Mareña Renovables, ahora Eólica del Sur, violó el derecho de consulta previa libre e informada que tenían los habitantes indígenas de Juchitán, Oaxaca, para construir el parque eólico más grande de Latinoamér­ica, con un costo de 15,000 millones de pesos, cuya obra fue suspendida desde 2012 hasta la fecha, por el Juzgado Séptimo de Distrito, con sede en el estado.

Con la nueva disposició­n de la Sener, los empresario­s saben que no será fácil eludir o acotar los derechos de los pueblos indígenas, pero tampoco quieren asumir en el costo de sus proyectos la consulta y los derechos de los pueblos indígenas, por lo que prefieren seguir ocasionand­o conflictos que no benefician el desarrollo de una infraestru­ctura sustentabl­e y que sólo han desembocad­o en una ola de amparos de las comunidade­s contra la construcci­ón de hidroeléct­ricas, parques eólicos, gasoductos, acueductos, carreteras, aeropuerto­s, concesione­s mineras, entre otros, para no ser despojados de su patrimonio y su futuro.

Con la nueva disposició­n de la Sener, los empresario­s saben que no será fácil eludir o acotar los derechos de los pueblos indígenas”

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