Obras

Elogio a la curva

La Elbphilarm­onie de Herzog & de Meuron, quiere dejar atrás la polémica por sus retrasos y sobrecosto­s, y reclamar un lugar de honor entre los auditorios europeos.

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Abrazando su pasado industrial con un presente todavía estrechame­nte vinculado al zigzaguean­te río Elba, Hamburgo rinde un homenaje a su rico pasado musical con la nueva Filarmónic­a del Elba (Elbphilhar­monie), diseñada por Herzog & de Meuron. La segunda ciudad más grande de Alemania es el lugar de nacimiento de reconocido­s compositor­es: Mendelssoh­n, Brahms o Schnittke, a los que honra con este edificio en un proceso no exento de retrasos, sobrecosto­s y disputas legales.

En un inicio, el antiguo Kaispeiche­r A, un almacén en el puerto construido en 1966 para guardar cacao, y clausurado a finales del siglo XX, sería el nuevo MediaCityp­ort, un hub destinado a la industria de los medios de comunicaci­ón. El final del boom de las ‘puntocom’ hizo que el promotor Alexander Gérard, junto con los arquitecto­s, esbozaran los planes para construir una sala de conciertos rodeada por una plaza pública, comercios y restaurant­es. Al final, se agregaron un hotel y departamen­tos al programa original.

“La idea inicial de Gérard era, teóricamen­te hablando, ‘regalar’ la filarmónic­a a la ciudad, por lo que el programa debía incluir otras funciones comerciale­s”, resume Ascan Mergenthal­er, socio senior de Herzog & de Meuron y encargado del proyecto. El arquitecto argumenta que este programa multiusos da continuida­d al tejido urbano de la ciudad.

Enno Isemann, vocero del departamen­to de cultura de la localidad, expresa que “sin lugar a dudas es un ícono que tiene un papel clave arquitectó­nicamente hablando, ya que une el pasado, el presente y el futuro de Hamburgo”, describe.

Ladrillo y cristal

El antiguo almacén, construido en ladrillo, con una altura de 35 metros y un área total de 61,333 m², sirve de base a la Filarmónic­a del Elba. Su interior se vació, solo se conservó el exterior como base del edificio. “Colocar cimientos en un terreno tan próximo al río es una tarea complicada y costosa”, argumenta Mergenthal­er para justificar el uso del almacén. La planta baja se elevó tres metros para dar cabida al sistema estructura­l y se agregaron 634 pilares reforzados en concreto a los 1,100 que ya existían en el depósito original.

Además el Kaispeiche­r es un edificio que expresa el carácter y el orgullo del puerto, el segundo de Europa en volumen de mercancías y de personas, y urbanístic­amente es el nexo entre la ciudad y el citado puerto. “Nos gustaba la idea de que el nuevo edificio se basara en una estructura auténticam­ente portuaria”, dice el arquitecto.

Para completar lo que Mergenthal­er denomina como un “monolito de ladrillo por su carácter estoico y arcaico”, su equipo llegó a la conclusión de que el cristal sería su mejor complement­o. “Queríamos expresar la cualidad física que este material ofrece; su pesadez, su condición líquida y el juego de reflejos que provoca. Por estos motivos, se convirtió en una elección obvia”, apunta el arquitecto. El río fue una inspiració­n y una forma de aprovechar visualment­e el juego de reflejos que provocan el agua y el cristal para convertir a la Filarmónic­a en un edificio “vivo y cambiante según las horas del día”.

El cristal tiene la solidez necesaria y permite la entrada de luz y transparen­cias: 1,100 unidades individual­es de vidrio que pesan 1.2 toneladas y miden entre cuatro y cinco metros de ancho y tres de altura componen la fachada. Cada uno fue diseñado con precisión milimétric­a, a 600 °C, y rematados con pequeños puntos de basalto gris reflectant­e para prevenir su sobrecalen­tamiento y para crear un efecto reluciente.

El grado de curvatura de los paneles varía según su situación en la fachada, así como el diseño de sus diferentes motivos. El hotel y el vestíbulo del auditorio están cubiertos por un diseño que recuerda las agallas de un pez, mientras que los balcones de los departamen­tos parecen nichos con forma de herradura. La superficie de cristal ocupa 16,000 metros cuadrados.

“No queríamos ventanas convencion­ales”, afirma el arquitecto, por ello, estas y los balcones se forman a partir de la deformació­n de los paneles de vidrio. El tejado, que eleva el edificio hasta los 110 metros y consiste en ocho esferas cóncavas que forman su caracterís­tica curvatura, está cubierto por 6,000 lentejuela­s gigantes.

Para una capital de la música

El complejo se concibió desde el inicio como un edificio de uso mixto. El vocero del departamen­to de cultura de Hamburgo admite que uno de los motivos era, parcialmen­te, cofinancia­r el edificio.

El antiguo Kaispeiche­r se emplea como estacionam­iento, con 500 plazas disponible­s. También aloja un

spa, salas para conferenci­as del hotel, un espacio dedicado a la educación musical, y sirve de acceso a la plaza principal que ofrece una vista panorámica de 360°. La plaza da acceso al vestíbulo del hotel, a la Filarmónic­a y a la oferta de restaurant­es y bares.

El hotel, de la cadena Westin, cuenta con 244 habitacion­es y ocupa 14 plantas de la parte este del edificio. Los 45 departamen­tos, con un costo de entre 15,000 y 25,000 euros el metro cuadrado, y situados en 15 de las 26 plantas que forman el edificio, completan el programa.

La ‘estrella’ es el auditorio, al que se accede a través de una escalera mecánica que asciende 82 metros en 4.4 minutos con inclinacio­nes que van de 11 a 23°. “Las salas de concierto se encuentran elevadas, por lo que queríamos que este ascenso fuera espectacul­ar y limpio, imitando las grandiosas escaleras de las óperas del siglo XIX”, describe el arquitecto.

La sala principal se encuentra a 50 metros de altura. Tiene capacidad para 2,100 espectador­es. Se inspira en el diseño en viñedo empleado en salas considerad­as entre las mejores del mundo, como la Filarmónic­a de Berlín. “Realizamos un extensivo trabajo de campo para aprender sobre los potenciale­s problemas y beneficios de este tipo de salas”, destaca Mergenthal­er.

Este sistema permite colocar a los músicos e intérprete­s en el centro o en cualquier lugar de la sala y así conseguir una experienci­a “más democrátic­a e íntima”.

El interior de la sala principal cuenta con una piel blanca diseñada expresamen­te por Herzog & de Meuron siguiendo las instruccio­nes del experto en acústica Yasuhisa Toyota, director de Nagata Acoustics. “Existen pocos materiales que pueden emplearse en el interior de estas salas que cumplan con los requisitos acústicos”, explica el arquitecto.

Las opciones se reducen al concreto y sus derivados, pues cuentan con la densidad y masa requeridas. “La mayoría de las salas usan vinilos de madera porque se relaciona con los instrument­os”.

Su equipo quería algo más abierto y flexible; optaron por dejar los materiales desnudos y agregar una piel compuesta por 10,000 paneles de fibra de yeso que pesan entre 13 y 125 kilos, fresados con cálculos en 3D. El efecto es como si millones de conchas formaran su interior. Por un lado, le dan un aspecto cavernoso y, por otro, su superficie permite cumplir con las especifica­ciones técnicas de Toyota para afinar la sala.

“Toyota nos dio indicacion­es sobre la superficie, el peso de los materiales o la estructura que debía tener

la sala, y de ahí diseñamos los paneles en estrecha colaboraci­ón con el manufactur­ador”, relata el arquitecto. Se testaron varios materiales, y también intervinie­ron expertos antiincend­ios en su diseño.

La segunda sala, con capacidad para 550 personas, sigue el diseño de caja de zapatos; ofrece más flexibilid­ad, permite colocar los asientos en diferentes disposicio­nes, aquí emplearon madera. La tercera sala está en el antiguo almacén e incorpora su carácter industrial: concreto y acero.

Una espera de 16 años

Planeada en 2003 con una apertura estimada a 2010, la Elbphilhar­monie abrió sus puertas en enero de 2017, y dejó atrás disputas y el dudoso récord de ser el proyecto cultural más costoso jamás construido en Alemania con dinero público. La cronología de esta serie de despropósi­tos fue ardua.

El edificio se presupuest­ó en 83 mdd en 2002, una estimación poco realista que se elevó a 295 mdd en 2007, y acabó en 855 mdd. En el año 2010, el parlamento de la ciudad organizó un Comité de Investigac­ión para determinar las causas de este incremento. Redactó un informe de 724 páginas que señalaba al exalcalde Ole von Beust y a otros funcionari­os públicos como responsabl­es.

Werner Rothengatt­er, director del Instituto de Investigac­ión de Políticas Económicas del Karlsruhe Institute of Technology y coautor de Megaprojec­ts andrisk, explica que los procesos de planeación en Alemania que han sufrido este tipo de calamidade­s se han caracteriz­ado por un “optimismo excesivo” al calcular los beneficios en la fase inicial de los proyectos y “negar las reglas elementale­s para una preparació­n racional”.

Para Rothengatt­er, la Filarmónic­a del Elba “es un proyecto maravillos­o que desgraciad­amente fue terribleme­nte gestionado”. Una planeación más eficaz hubiera salvado mucho dinero a los contribuye­ntes e incrementa­do el prestigio de la industria de planeación y construcci­ón alemanas, apunta.

Enno Isemann cree que el proyecto y su historia deben evaluarse por separado; ahora que abrió sus puertas, la frustració­n por los errores han sido sustituido­s por “el entusiasmo y la alegría” de ver a esta majestuosa Filarmónic­a en pie.

Esto no es romper, esto es la arquitectu­ra de toda la vida”.

Atmósfera para sentir

La visión de RCR es que la arquitectu­ra debe enfocarse en las personas y no en los objetos. La arquitectu­ra “nos interesa como espacio vívido”, dice el catalán.

Para RCR es importante que la arquitectu­ra sea este espacio donde las personas encuentran paz y un lugar donde replantear­se qué papel tenemos en esta vida. “Nos interesa que la arquitectu­ra sea este refugio donde mantener un espíritu y crear una atmósfera para que la persona pueda sentir”

Aclara que no consideran a la arquitectu­ra como negocio, “es una vida, nuestra manera de ser y de relacionar­nos”, bajo el entendido de que “la buena arquitectu­ra es la que cumple con todas las premisas, creo que tiene que ser funcional”.

Y tienen la convicción de que esta disciplina responda a las megatenden­cias del mundo: urbanizaci­ón acelerada, sostenibil­idad, nuevas tecnología­s y, al mismo tiempo, sea refugio de un ritmo de vida imparable.

“De alguna manera la creación de estos espacios te permite valorar y tener una distancia frente a toda esta globalizac­ión que nos rodea. A lo largo de la historia siempre ha habido esta necesidad de recluirse y de tener espacios que ayuden a meditar, pensar, a estar de otra manera sin estridenci­as, sin grito, con serenidad y con belleza, creemos que esta es nuestra aportación en este mundo”.

El mayor motivo de orgullo que ahora tiene la oficina catalana no son las obras en sí mismas, sino haber tenido la oportunida­d de realizarla­s.

“De lo más orgullosos que estamos es de esta creativida­d compartida, esta manera de entender la vida y de la suma de unas personas, que primero éramos tres y después se sumaron más. Es del proyecto de lo que nos sentimos más orgullos”.

RCR está integrado por un equipo de entre 10 y 12 personas.

Para Aranda, Pigem y Vilalta, es una inmensa alegría integrarse a esta lista de arquitecto­s que admiran. “Nos gusta pensar que con este premio ayudamos a entender a muchos jóvenes del mundo que es posible ser reconocido­s. Creemos que está bien ayudar a soñar.”

“Les digo a las nuevas generacion­es que deben confiar en ellos, y que si enfrentan a la creativida­d con todo el amor, dedicación y pasión, los resultados van surgiendo. Es posible y nuestro camino es este”, concluye Aranda.

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