Antonio Toca
Aun en países avanzados, las arquitectas siguen enfrentando dificultades para ser reconocidas.
Un número reciente de la revista inglesa The Architectural Review (03/2017), sobre mujeres dedicadas a la arquitectura, inicia con una frase importante: levántense y resistan. Es significativo que se promueva una estrategia de lucha cuando —aparentemente— todo está en una pacífica normalidad. Este es el 6º. año de lucha de las directoras de la revista para lograr igualdad de género que, en el caso de la práctica, se ejemplifica con el premio Pritzker; en el que solo Zaha Hadid (2004) lo ha ganado y otras: Carme Pigem (2017) y Kazuyo Sejima (2010), lo han compartido. Es evidente que en 38 años ese reconocimiento ha reflejado la discriminación que prevalece en la profesión.
En esa revista se presentan obras premiadas de arquitectas; entre ellas dos mexicanas: Gabriela Carrillo, por el edificio de juzgados en Pátzcuaro, y el de Rozana Montiel para un centro comunitario en Tepoztlán. Publicó también una encuesta solicitada a 1,277 mujeres y 340 hombres, en Inglaterra, Canadá y EUA, Australia y Europa que revela que en discriminación y hostigamiento sexual, los porcentajes son mayores contra las mujeres, y que para 60% de las encuestadas tener hijos ha tenido un efecto negativo en su carrera.
Esos datos recuerdan las enormes dificultades que tienen las arquitectas para realizar su trabajo, aun en países avanzados. En México, es notable la falta de información y reconocimiento a las arquitectas; a las que solo se incluye cuando se tiene que cumplir con algún porcentaje. Obras ha publicado información relativa al tema (511, “¿Dónde están las mujeres?”, 07/2015).
El problema de la discriminación de las mujeres en la actividad de la arquitectura y el diseño ha implicado también la apropiación de su trabajo, sin que se les reconozca. Uno de los ejemplos más importantes ha sido el de la escuela Bauhaus. Cuando se inauguró —en 1919— tenía más de la mitad de alumnas, de las que solo dos o tres han sido reconocidas.
En las publicaciones sobre esa escuela únicamente se incluyeron obras de dos diseñadoras: la esposa de Josep Albers, Annelise, en textiles, y Marianne Brandt, la extraordinaria diseñadora de lámparas y muebles. En la inauguración de la Bauhaus se declaró que sería bienvenida cualquier persona sin distinción de raza o sexo; pero durante los primeros años se presionaba a las mujeres para que se dedicaran a actividades más “adecuadas” para su sexo, como la cerámica y los textiles. Hasta 2009 se publicó un análisis, del trabajo de más de 20 arquitectas, diseñadoras, fotógrafas y pintoras (Muller U., Bauhaus Women, Londres, Flammarion).
En México, la situación de las mujeres no ha sido diferente; han sufrido discriminación y burlas de profesores y alumnos por considerarlas incapaces de ejercer una actividad que exige tratar básicamente con hombres.
En la profesión ha sucedido lo mismo; difícilmente se publican obras de alguna arquitecta, a pesar de que muchas son muy capaces y tienen talento. Basta mencionar a Fernanda Canales, Martha Espejo o Tatiana Bilbao que, entiéndase, no son la únicas.
Las arquitectas tienen grandes dificultades para realizar su trabajo, aun en países avanzados”.