EL SOL PARA CHINA
LAS FIRMAS DE TECNOLOGÍA CADA VEZ SON MÁS NUMEROSAS Y ADQUIEREN MÁS PODER.
Si en el siglo XX el fantasma del comunismo, encarnado por la URSS, era el enemigo a vencer; en el siglo XXI los desafíos son otros: terrorismo, cambio climático y un crecimiento económico global moderado, impulsado principalmente por las economías emergentes.
Con China e India a la cabeza de este crecimiento, el escenario internacional se reconfigura. Por un lado, Estados Unidos cede terreno como poder hegemónico y Rusia, con Vladimir Putin como líder, busca recuperar la gloria perdida.
En este panorama, donde existen varias potencias, el rol de la nación estounidense sería el de un “orquestador” y los países que no cuenten con una estrategia para mantener su influencia “están condenados a ser irrelevantes”, considera María Cristina Rosas, investigadora de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM.
Para dimensionar el peso que está cobrando China en el concierto internacional, Rosas explica que aun si se integraran los tres socios del TLCAN no igualarían el PIB del gigante asiático. Por ello, recomienda para México el aprovechamiento del turismo, la gastronomía y las tradiciones, que serían algunas de las herramientas para conservar e incrementar el rol nacional en el mundo.
Por su parte, Élodie Brun, profesora investigadora del Centro de Estudios Internacio- nales de El Colegio de México, subraya que existen una serie de tensiones e interdependencias que mantendrán el equilibrio global.
Por ejemplo, el poderío económico de China no se entiende sin las inversiones estadounidenses, mientras que la Unión Americana depende de la compra de dólares de China. Y esta circunstancia se repite en el ámbito político: mientras el combate al terrorismo los une; la lucha para frenar los efectos del cambio climático los enfrenta.
“Este ya no es el siglo de las verdades absolutas”, sentencia el escritor israelí Yuval Noah Harari en su libro Homo Deus. Breve historia del mañana, en el que propone: “Hoy estamos a la puerta de la revolución tecnológica. Si pudiéramos librarnos de las ideas sobre Dios, el Estado y el sistema liberal capitalista que regula el orden mundial, daríamos un paso hacia el porvenir”.
En medio de esta situación existe un fenómeno de acaparamiento de tierra: países y empresas compran o rentan en el mundo grandes extensiones para la actividad productiva o como almacenamiento. “Su intención son reserv as para el futuro, no sólo con fines de producción de alimentos sino de actividades comerciales y económicas”, dice Juan Carlos Pérez Castañeda, académico, abogado, consultor y autor del libro Elnuevosistemade propiedadagrariaenméxico.
Las grandes multinacionales de las tecnologías de la información y las comunicaciones (TIC) concentrarán la llamada economía digital.
Según cifras del Informe sobre las Inversiones en el Mundo de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD), entre 2010 y 2015 el número de firmas tecnológicas incluidas en la lista de las 100 principales multinacionales aumentó de 4 a 10 y el total de empresas TIC se incrementó a 19.
“Éstas dominarán la economía global porque hay una arquitectura legal y económica que lo favorece”, señala el doctor José Luis de la Cruz Gallegos, director general de Instituto para el Desarrollo Industrial y el Crecimiento Económico, AC (IDIC).
Las multinacionales crecen más que el resto de las industrias: sus activos aumentaron 65% entre 2010 y 2015, y 30% sus ingresos operativos y número de empleados.
Esto tiene efectos colaterales. Uno es la inversión directa global, porque las empresas tecnológicas digitales ganan mucho, invierten poco y están concentradas en unos cuantos países: 75% en Estados Unidos y el resto en Gran Bretaña, Irlanda y Alemania; sólo 4 tienen su sede en países en desarrollo, de acuerdo con la UNCTAD.
“Tienen facilidades para influir en las regulaciones, dilatarlas y a veces hasta diseñarlas”, expone Gutiérrez.
Un ejemplo es la política fiscal, dice el colombiano Alvaro Pardo, quien forma parte de la Red de Justicia Fiscal de América Latina. “Las trasnacionales han maximizado sus utilidades a costa de minimizar el pago de impuestos en países donde generan renta”.
Esas prácticas, asegura, erosionan el gasto fiscal por la vía de la evasión o la elusión.
Pero además están los privilegios tributarios, que también reducen el recaudo fiscal y, por lo tanto, el gasto social de los estados.