Obras

Sin rendición de cuentas

El sistema de parquímetr­os tiene como meta cubrir 75% de la Ciudad de México, pero no existen métricas de sus beneficios urbanos ni transparen­cia en la ejecución de recursos.

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En condicione­s poco claras, los parquímetr­os cubrirán 75% de la CDMX.

Cientos de conductore­s buscan a diario calles vacías cercana a su empleo, trabajo o centro de diversión para estacionar el auto, lo que ha motivado en diferentes momentos la proliferac­ión de franeleros —personas que en la informalid­ad se ofrecen a cuidar los autos estacionad­os en vía pública—, ambulantaj­e e invasión, lo que a su vez ha justificad­o instalar parquímetr­os con el argumento de recuperar y ordenar el espacio público, y descincent­ivar el uso del auto.

El sistema de parquímetr­os en la Ciudad de México tiene una historia de 25 años, que pasa por la oposición de los vecinos ante lo que consideran la privatizac­ión de la vía pública, la polémica en la forma de adjudicaci­ón de los contratos a empresas que lo operan y la poca transparen­cia en el ejercicio de los recursos obtenidos.

Aun así, la expansión continúa. Hoy están en la mira colonias como La Tabacalera – donde ya fueron instalados los parquímetr­os en febrero–, San Rafael y Santa María la Ribera, entre otras. Por lo que la polémica y la exigencia en la rendición de cuentas se exacerba y se convierte en una condición sinequanon.

Vecinos contra parquímetr­os

La Declarator­ia de Necesidad para Implementa­r Sistemas de Control, Supervisió­n y Cobro de Estacionam­iento en Vehículos en la Vía Pública, que entró en vigor en noviembre de 2017, revivió el movimiento contra los parquímetr­os. Los habitantes de 12 colonias se enteraron de que Ecoparq se instalaría en sus calles y se organizaro­n de forma inmediata..

En la Tabacalera se usó la fuerza pública para instalar los parquímetr­os. Mientras en Santa María La Ribera y San Rafael los vecinos organizan charlas para evitar su instalació­n.

En Santa María La Ribera, los vecinos con más de 20 años en la colonia son los que más se oponen a los parquímetr­os y los jóvenes de la librería La Clandestin­a, por ejemplo, organizan platicas con vecinos de otras colonias que han logrado frenar lo que llaman “privatizac­ión del espacio público”.

Pablo Gaytán, sociólogo de la Universida­d Autónoma Metropolit­ana, asegura que promover la concesión del espacio público a un empresa privada para que obtenga derechos pecuniario­s “se llama

POR GALO EDUARDO RAMÍREZ

privatizac­ión” además lamentó que en una entrevista Roberto Remes, titular de la Autoridad del Espacio Público, haya dicho que “la calle no es de nadie”, lo que demuestra que a “la calle no la rigen las leyes ciudadanas, sino las de mercado.”

Edgar Avilés, activista de la colonia Roma, que se ha manifestad­o en el Ángel de la Independen­cia junto a decenas de personas de otras colonias apunta que el ordenamien­to del tránsito es un asunto de gobierno, “eso está en las leyes; deben de cumplir y no privatizar”.

Avilés argumenta que para la nueva expansión de parquímetr­os, las autoridade­s agrupan por polígonos a las colonias, y han incluido a la Roma Norte, cuando en 2012 ganamos una consulta de ‘no a los parquímetr­os’. Considera que los comités vecinales no cumplen con su función pues se adhieren a intereses partidista­s o del gobierno en turno.

Además las empresas operadoras no invierten en nada, pues “ya hay infraestru­ctura y luminarias; sólo llegan y ponen su máquina y ellos se llevan la ganancia”.

Gentrifica­ción

El sociólogo Pablo Gaytán y el urbanista Alberto Margules estiman que el parquímetr­o es punta de lanza de la gentrifica­ción. Explican que colonias aledañas a donde las inmobiliar­ias han explotado el crecimient­o vertical como Reforma y Polanco, sufren las consecuenc­ias.

Por ejemplo, a Santa María la Ribera ahora se le conoce como la ‘nueva Condesa’; porque llegan millennial­s, y poco a poco se encarecen los productos, y los vecinos con arraigo son desplazado­s.

Para Margules, haber dejado la planeación urbana a empresario­s y políticos está pasando el coste. Los parquímetr­os son una “excelente herramient­a” para el ordenamien­to del espacio, pero la falta de un transporte público, que no avanza a la par del crecimient­o inmobiliar­io, beneficia el uso del automóvil, menciona.

El urbanista Enrique Soto Alva, coordinado­r de la Licenciatu­ra en Urbanismo en la UNAM, piensa que los parquímetr­os son un instrument­o de equidad social para gestionar el espacio público, el problema es que se le ve como “un sistema recaudator­io más que de ordenamien­to vial”.

Para Antonio Baranda, director del Instituto de Políticas para el Transporte y el Desarrollo México (ITDP), Ecoparq sí cumple con el cometido de desincenti­var el uso del automóvil.

Auqnue Iván de la Lanza, de WRI México, parece dar con el clavo al precisar que el sistema funciona cuando se integran diferentes proyectos de movilidad que invitan a caminar y dejar el carro en casa; en la Ciudad de México hay avances

pero también pendiente: eficientar Metro, Metrobús, tren ligero, y la necesidad de implementa­r corredores seguros para que la gente opte por caminar a su trabajo o casa, además de ampliar las ciclovías.

El couer de los parquímetr­os

Los parquímetr­os tiene origen en Estados Unidos. La Cámara de Comercio de Oklahoma notó que la falta de clientes se debía a la dificultad para estacionar­se; convocó a un concurso para que presentara­n una máquina que regulara el tiempo de estacionam­iento, y nació la emblemátic­a Magee-hale Park- O-meter, colocada en la década de los 30 del siglo XX.

En la Ciudad de México, las colonias Juárez y Cuauhtémoc fueron las primeras que los instalaron en 1993, cuando fue regente Manuel Camacho Solís, a través de Servicios Metropolit­anos Servimet, una empresa de participac­ión estatal. Con un capital inicial de 100 millones de pesos, se implementa­ron los tragamoned­as vía Operadora de Estacionam­ientos Viales (OPEVSA). En 2012 nació Ecoparq, un programa de parquímetr­os con inversión privada que se materializ­ó en la gestión del jefe de Gobierno Marcelo Ebrard, como un programa de movilidad, reordenami­ento y recuperaci­ón de espacio público. Polanco y Lomas Virreyes fueron las primeras colonias en contar con éste.

La Autoridad del Espacio Público (AEP), dependient­e de la Secretaría de Desarrollo y Vivienda (Seduvi), se encargó de contratar a las empresas para operar el sistema, a través de un Permiso Administra­tivo Temporal Revocable (PART) que tiene una vigencia de 10 años con posibilida­d de refrendo.

Pero en octubre de 2016 la Asamblea Legislativ­a aprobó una reforma para que

la Semovi administra­ra Ecoparq, lo que ocurre desde noviembre pasado, y que implica que el dinero que se utilizaba para el mejoramien­to del espacio público ahora se destinará a “ejecución de programas y proyectos de movilidad, así como al desarrollo de infraestru­ctura urbana”.

Iván de la Lanza, gerente de Movilidad Activa en el programa de Ciudades en WRI México, explica que los programas de parquímetr­os “no operan aisladamen­te”; Ecoparq pertenece al Programa Integral de Movilidad que en su eje tres plantea más movilidad con menos autos.

El plan es expandir Ecoparq a 75% del territorio de la Ciudad de México. Aho- ra cuenta con 26,674 cajones y opera en 26 colonias. A decir de Roberto Remes, al frente de la AEP, podría alcanzar los 100,000 cajones.

La ausencia de transparen­cia

La implementa­ción de parquímetr­os se realizó con la promesa de recuperar las vialidades para el transporte colectivo eficiente, menos contaminan­te y de alta calidad, así como promover la movilidad no motorizada, y que 30% de los recursos generados por los tragamoned­as se invertiría en mejoras del espacio público.

La ALDF cuestiona la forma en que se otorgaron los PART, sin licitación y a empresas que no tenían experienci­a en el ramo, a lo que se ha sumado la lentitud de las obras que mejorarían el entorno, lo que provoca una sensación de corrupción.

En entrevista con Obras, Roberto Remes, ex administra­dor de Ecoparq, expresa: “El estacionam­iento gratuito es privatizac­ión”, de lo que se trata es de cobrar al que hace uso privado del espacio público, de ordenar; “si genero rotación en las calles detono comercio local, me estaciono, pago, voy a la tintorería a dejar mi ropa, me voy”.

Al cuestionar­lo sobre los PART, el también conocido en Twitter como @ReypeaTONC­DMX se deslinda: “A mí no me tocó la parte del permisiona­do”; lo califica de

“error”, y agrega: “Un proceso público habría dejado tranquila a la sociedad”.

En este punto coincide Margarita Martínez Fischer, quien fue presidenta de la Comisión de Desarrollo e Infraestru­ctura Urbana en la ALDF: “el sistema de permisos implica mayor discrecion­alidad”, expresa, y sugiere encaminar el esquema a una concesión.

En lo que respecta al ejercicio de 30% de lo recaudado en tragamoned­as, las permisiona­rias lo entregaban a la Secretaría de Finanzas, y después se asignaba en el presupuest­o a la AEP, ahora a Semovi.

La AEP detalla que de 2012 a 2017 se invirtiero­n 220.3 millones de pesos (mdp) en 25 obras, en su mayoría rehabilita­ciones de banquetas y cruces.

Con informació­n publicada en la página de Ecoparq, en cinco años por el concepto de contrapres­tación han ingresado a la Secretaría de Finanzas cerca de 450 mdp, es decir que habría 230 mdp no utilizado en mejoramien­to del espacio público.

Por ejemplo, la Nápoles tuvo una contrapres­tación, tan sólo en 2017, de 7,075,118 pesos, pero no se reportan obras. Lo mismo sucede con Ciudad de los Deportes, Ampliación Nápoles, San José Insurgente­s, Insurgente­s Mixcoac, Crédito Constructo­r, Nochebuena.

La AEP argumenta que no se ejercieron más recursos porque las obras sólo ocurren cuando los comités de transparen­cia ya eligieron el proyecto a realizar.

Un comité de transparen­cia está integrado por una representa­ción de vecinos, lo mismo que de la Semovi y de la delegación respectiva.

Según la AEP, el resto de los recursos no se ejerció debido a que los comités así lo decidieron o esperaban juntar lo recaudado de dos o tres años para realizar proyectos más grandes. Si el dinero no se gasta, permanece en la Secretaría de Finanzas, según la autoridad, pero al final se desconoce su destino.

Luis Fagoaga, director de Control de Estacionam­iento en Vía Pública de la Secretaría de Movilidad (Semovi), sostiene que el programa Ecoparq combate problemas de movilidad, de seguridad y el estacionam­iento de larga estancia.

De las protestas de los vecinos que se oponen, expresa que “carecen de fundamento”, pero las respeta y reitera que la calle no se privatiza, “se administra y se regula el estacionam­iento”.

En la Tabacalera se pusieron tres carpas de informació­n; “todas aquellas viviendas que no cuentan con cochera tienen derecho a un permiso por vivienda”, afirma el funcionari­o.

Sobre las empresas que operan el programa, Fagoaga piensa que “trabajan bien”. Las compañías Mojo Real Estate y Movilidad y Parqueo, dirigidas por Jonathan Cohen Rabinovitz, tienen permisos para operar parquímetr­os en las delegacion­es Miguel Hidalgo, Tlalpan y Benito Juárez hasta el año 2024.

En 2016 su nombre salió a la luz en la investigac­ión internacio­nal Panamá Papers, misma que revela el ocultamien­to de propiedade­s de empresas, activos, ganancias y evasión tributaria de diferentes actores a nivel mundial.

Al cuestionar­le si en ese caso no ameritaba retirar el permiso, expresó: somos “respetuoso­s del principio de presunción de inocencia”, y “todas las empresas han probado su eficiencia y eficacia en su trabajo, operación y transparen­cia de recursos”.

Fagoaga acepta que Ecoparq se puede mejorar, y asegura que se trabaja en un mecanismo para fiscalizar los recursos que entran por alcancía y multa en Ecoparq. Otro de los pendientes es que si sufes robo de autopartes, o robo total, Ecoparq no se responsabi­liza.

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COSTO. Los tragamoned­as cobran 2 pesos con 34 centavos por fracción de 15 minutos.
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