Sr. Presidente: ¿de verdad quiere hacer historia?
Desde hace 18 años los presidentes electos han prometido “la inversión más grande en infraestructura de la historia” ( ¿le suena?). Y sí, se construyeron hidroeléctricas, carreteras, puertos... pero sin la cuantía ni resultados esperados. Aunque hoy existen instrumentos estructurados para inversión (CKD, CERPI, bonos verdes) y apetito entre fondos e inversionistas por invertir en infraestructura, pareciera que la estructuración factual y financiera aún tiene problema para encontrar retornos adecuados, amén de sobrerregulación, discrecionalidad y la escasa efectividad del gasto público, y, por supuesto, la corrupción. Todo ello, sin mencionar la falta de una visión estratégica del desarrollo de infraestructura que no ha pasado de slogans como “el sexenio de la infraestructura” o “hacer de México un nodo logístico global”.
De manera efímera, hace tres sexenios el presidente en turno creó un gabinete de infraestructura que lideraría la estrategia de largo plazo para apoyar un proyecto de país, pero este gabinete se diluyó muy rápido. Ahora estamos ante una nueva coyuntura para elaborar un “proyecto alternativo de nación”, ¿será diferente?
La verdadera oportunidad para hacer historia no está sólo en subir la apuesta económica de 2.7% a 5% del PIB para inversión en infraestructura para generar la riqueza y el crecimiento que la dinámica poblacional demanda. Lo realmente importante es pensar y generar una visión más allá del presidente en turno. ¿Cómo?
Algo que ha ayudado en varios de los países más destacados en competitividad, según el Foro Económico Mundial, es blindar el desarrollo de infraestructura de las manos y tiempos de los gobiernos locales y federales, mediante organismos independientes. Una vez que se han definido los objetivos, estos organismos independientes ejecutan los proyectos vía asociaciones público-privadas, cuidan calidad y presupuestos, sin intervención, pero sí con el soporte de los ámbitos gubernamentales.
En México se ha propuesto recuperar el gabinete de infraestructura, pero más que eso, sería viable crear un organismo autónomo (como Banxico) que dé viabilidad a algunos puntos fundamentales: 1) Blindar la continuidad de los proyectos. 2) Garantizar la inversión inteligente y rentable de las Afores en infraestructura. 3) Seguridad jurídica y económica a la coinversión público privada, vía licitaciones transparentes, auditadas técnica y financieramente.
4) Blindaje tecnológico y datos abiertos. Hoy la tecnología (desde BIM hasta Blockchain) posibilitan la vigilancia en tiempo real y limitan la corrupción.
5) Impulsar la formación de capital humano interdisciplinario (desde ingeniería hasta inteligencia artificial) para prever la demanda futura de infraestructura.
La decisión es sencilla: crear las bases para el desarrollo de infraestructura de largo plazo o buscar un slogan ingenioso para entonar en los discursos de los próximos seis años, ¿cuál elegirá el presidente electo?