Antonio Toca
El arquitecto Francis Kéré ha demostrado lo que se puede hacer con un presupuesto muy limitado.
Es evidente que ese premio se ha convertido en un estímulo para hacer famosa la obra de cualquier arquitecto. De hecho, se ha concedido a verdaderas figuras y a muchos que –simplemente– tienen más talento para promoverse. Como todas las distinciones que se institucionalizan, el Pritzker ha tenido altibajos, pero es una referencia internacionalmente reconocida.
A pesar de las imposiciones y manejos en ciertos periodos, los resultados reflejan un diagnóstico sobre la práctica de la arquitectura a nivel mundial. Los jurados sólo han premiado a siete estadounidenses, otros 19 premios han sido para europeos; los japoneses han ganado seis; los latinoamericanos cuatro; y tres han sido para un australiano, un chino y un hindú.
Pero se puede ver un enorme vacío en África, que se explica por el desprecio occidental. No se trata, como se ha hecho algunas veces con el Premio Nobel, de conceder el próximo Pritzker a figuras folclóricas de países desconocidos. Se trata de reconocer la valiosa creatividad de la obra del arquitecto Francis Kéré (1965), de Burkina Faso.
Hijo de un jefe tribal, Kéré estudió en su aldea, se convirtió en carpintero, y consiguió después una beca para estudiar en la Universidad Técnica de Berlín, donde se graduó como arquitecto e ingeniero. Desde el inicio, Kéré ha integrado en sus obras materiales y métodos de construcción tradicionales de África, con técnicas apropiadas de ingeniería.
Una obra inicial fue la construcción de la Escuela Primaria en Gando (2001), que obtuvo el Premio Aga Khan. Kéré declaró: “Mi origen me ha dado oportunidades. He podido demostrar lo que se podía hacer con un presupuesto muy limitado. Y eso es un buen principio”.
Bajo esa lógica ha construido el Parque Nacional de Mali (2010), el Centro de Salud y el Opera Village (2014), el teatro anexo en el Aeropuerto Tempelhof, en Berlín (2016); el Pabellón de la Serpentine Gallery, en Londres (2017); la Asamblea Nacional, y el Parque Memorial de Burkina Faso.
Sus obras han merecido muchos calificativos: “belleza necesaria, estética práctica o simpleza radical”, y son evidencia de su extraordinaria calidad (A&V 201, Madrid, 2018).
Kéré lo explica: “Trato de demostrar la importancia –económica y estética– de tener un método constructivo antes de construir. Es una manera de aclarar que lo bueno no tiene por qué ser caro”.
Además, es miembro del Royal Institute of British Architects, y del American Institute of Architects, y ha impartido cursos en Harvard, y en la Academia di Arquitectura di Mendrisio.
Ahora es invitado en la Bienal de Venecia y en octubre inaugura una exposición en el Museo ICO en Madrid.
El próximo año, Pritzker cumplirá 40 años, y será muy buena señal que se otorgue a un extraordinario arquitecto africano, de raza negra, ya que la sorprendente obra de Kéré ejemplifica la creatividad, constancia y talento de un continente y de una raza que ha sido tan repetidamente ignorada y maltratada.
El arquitecto Francis Kéré ha demostrado lo que se puede hacer con un presupuesto muy limitado”