Lucha por el patrimonio
La presión social forzó al gobierno hongkonés a modificar sus políticas de conservación de inmuebles históricos.
Se trató de una inesperada explosión de indignación. En 2007, hace poco más de una década, los ciudadanos de Hong Kong decidieron plantarse ante los planes del gobierno de demoler el Queen’s Pier, uno de los muelles históricos de la ciudad.
El muelle real fue arrasado finalmente, pero el incidente forzó al gobierno de la ciudad a dar un giro radical, en una ciudad donde se había permitido a las grandes constructoras operar a su antojo.
A partir de 2008, bajo el paraguas de una nueva política de conservación, el Ejecutivo empezó a licitar la administración de diversos edificios históricos. Sólo las ONG pueden participar en los concursos y, entre los criterios valorados, se tiene en cuenta la viabilidad financiera de la propuesta, pero también cómo el proyecto “beneficiará a la comunidad”, detalla el profesor Hoyin Lee, director del programa de conservación arquitectónica de la Universidad de Hong Kong.
El nuevo planteamiento ha cosechado distintos éxitos, hasta conseguir que el pasado noviembre la UNESCO reconociera con uno de sus máximos galardones el proyecto de revitalización del complejo residencial Blue House, administrado por la organización sin ánimo de lucro St. James’ Settlement.
El proyecto ha permitido a los antiguos inquilinos permanecer en sus hogares, que se salvaron de la demolición en el último momento. A su vez, los nuevos arrendatarios son elegidos valorando su compromiso con la participación en la comunidad de vecinos.
El enclave residencial cuenta con dos restaurantes regidos por organizaciones y un espacio para servicios sociales.
“Este esfuerzo cívico para proteger patrimonio local marginado en uno de los mercados inmobiliarios más competitivos del mundo es una inspiración para otros distritos amenazados en la región y más allá”, destacaron los expertos de la UNESCO en su reconocimiento.