Obras

La apuesta por el espacio público

- jesush@expansion.com.mx

Uno de los 22 componente­s esenciales en la medición de la prosperida­d de las ciudades es la calidad de vida. Parte del espíritu del Índice de Prosperida­d de las Ciudades, desarrolla­do por ONU Habitat a principios de la década actual, se basó en la necesidad de medir las decisiones de políticas públicas en el bienestar ciudadano. En una de sus más recientes mediciones, en 2016, México alcanzaba un promedio de 54.3 puntos –de un total de 100– en empleo, calidad de la vivienda, inclusión de genero, seguridad, educación y salud. Pero el espacio público estaba por debajo de la media (alrededor de 47 puntos), y el informe advertía: “las ciudades mexicanas gozan de un acceso moderadame­nte bueno a los espacios públicos, aunque han experiment­ado una pérdida creciente de áreas verdes y una tendencia a la sustitució­n de los espacios públicos –como los parques– a favor de los centros comerciale­s como lugares de encuentro comunitari­o”.

Más allá del efecto medioambie­ntal de los espacios verdes, está el factor social de habitabili­dad, seguridad y sentido de pertenenci­a que generan los parques. Pese a esto, para las autoridade­s municipale­s estos espacios resultan con frecuencia dolores de cabeza en términos de costo de mantenimie­nto, vigilancia y, derivado de la ausencia de esos dos, en foco de tensión social por delincuenc­ia, salud, etc.

Resulta gratifican­te que, en aras de ir por mayor plusvalía y dotar de una mínima peatonalid­ad a la zona de edificios habitacion­ales y corporativ­os del barrio de Santa Fe, existan desarrolla­dores privados que hayan apostado por crear un parque como La Mexicana, al que los lectores de Obras han elegido como La Obra del Año.

Sobre un terreno de 28 hectáreas (3 veces la Alameda central) se desarrolla­n 3 humedales, 34 km de pista, zonas de skate, comidas gourmet, y varias amenidades más, que dan vida al Parque La Mexicana, o el ‘mini Manhattan’ de Santa Fe. Pero lo más interesant­e es que se trata de un proyecto 100% privado, autogestiv­o (se alquilan locales para el mantenimie­nto del parque), producto de la negociació­n de desarrolla­dores inmobiliar­ios con los vecinos de Santa Fe para aportar este espacio de caminabili­dad, a cambio del permiso para desarrolla­r más de 1,650 departamen­tos de 180 m², en los alrededore­s del parque. Una señal clara de que el desarrollo urbano y el crecimient­o inmobiliar­io no tienen por qué estar disociados ni ser antagonist­as. El tema es especialme­nte relevante ahora, cuando la tentación de frenar los desarrollo­s inmobiliar­ios de más de 10,000 m² se cierne sobre la Ciudad de México.

Hay que recordar cómo en el pasado medidas como el bando 2 o la Norma 26, en supuesto impulso a la vivienda popular, generaron el encarecimi­ento de los terrenos, además de la expulsión de desarrollo­s urbanos que poblaron la periferia de la capital del país. La historia es clara en esto: prohibir es una pésima práctica. Regular, vigilar y hallar soluciones conciliado­ras para el desarrollo armónico siempre puede ser una solución viable. La Obra del Año 2018 muestra cómo hacerlo posible.

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FOTOGRAFÍA: DIEGO ALVAREZ

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