HOGARES QUE DIALOGAN
Esta obra encarna ingenio y sensibilidad para insertarse en un entorno rodeado de árboles, en un terreno no lineal y generando vistas espectaculares para cada vivienda.
LLa Presa de Valle de Bravo, en el Estado de México, es un imán de turistas y gente que busca un respiro los fines de semana. El atractivo paisaje natural que ofrecen las montañas y bosques que la rodean llevó a cinco amigos a construir un complejo residencial con vistas al lago. Para ello acudieron al despacho Legorreta, que demostró que la naturaleza puede abrazar sin recelo el lujo y las amenidades.
“Parece que las casas siempre hubieran estado ahí, el impacto ecológico es casi nulo”, asegura Francisco Toledo, arquitecto asociado de la firma Legorreta. El despacho es conocido por su sensibilidad estética, el equilibrio de las líneas y el color intenso en coordinación con las texturas de materiales, como piedra y madera.
Estas cualidades están presentes en Conjunto Ruta del Bosque, un complejo residencial dividido en tres plataformas escalonadas, en las que se distribuyen la entrada al estacionamiento y caseta de vigilancia, cinco viviendas de dos pisos y las amenidades, que incluyen una alberca de 16 metros, el bar y el spa.
La construcción comenzó en julio de 2014. Los clientes escogieron un terreno de 6,400 m2 en forma de rombo, sobre el que había que construir cinco casas de igual tamaño. Además de tratarse de una pendiente de 30 metros muy inclinada, el lote era hogar de 100 árboles. “Mantuvimos 90 árboles, el resto los quitamos –con permiso de la autoridad– porque eran un riesgo por la inclinación”, comenta Toledo.
Las viviendas están en la segunda plataforma, en una línea horizontal fragmentada por patios de tres metros, con diferentes alturas entre ellos para darle movimiento.
Originalmente serían uniformes: planta baja con cocina, sala- comedor y terraza de 100 m2, con chimenea exterior y vista al lago. El segundo piso tendría tres recámaras orientadas al sur para recibir la luz del sol. Conforme la obra avanzó, los clientes fueron personalizándolas. “Uno pidió una recámara abajo, otro quería un taller y otro más un cuarto extra”, señala el arquitecto.
En su interior, se utilizaron muros de piedra, tabique con aplanados, vigas de metal y madera, así como teja y piso radiante. “Para qué usar tanta tecnología si en estos lugares –con climas templados y cálidos– lo mejor es lo tradicional”, expone Toledo.
La tercera plataforma es la de amenidades, cuyo diseño fue responsabilidad del arquitecto Eduardo Aizenman. Se trata de un espacio de convivencia con sala de estar, toilet y jacuzzi cubierto con una pérgola escultórica. Un enduelado de piedra en color gris ayuda a mantenerla fresca.
El conjunto tiene planta de tratamiento para el drenaje –no tiene fosas– y, en lugar de calderas, se usaron boilers de gas. “Las instalaciones eléctricas, hidráulicas y sanitarios son de última generación. La planta de tratamiento tiene un sistema hidroneumático variable. Si en una casa se abre una llave de agua, el motor se prende a baja velocidad y va tomando fuerza”. Esto ofrece importantes ahorros, comparte Toledo.
La obra concluyó en noviembre de 2017. El uso de materiales y mano de obra locales (80%) ayudó a reducir el costo. Al final, el despacho obtuvo vistas óptimas del lago para cada vivienda y logró insertarlas en el entorno, sin encarecer el proceso constructivo y con una intervención respetuosa de la naturaleza. “Tenemos varias obras de este tipo y cada vez las hacemos mejor, perfeccionamos los detalles y adaptamos la nueva tecnología”, concluye.
“Parece que las casas siempre hubieran estado ahí, el impacto ecológico es casi nulo”. —Franciscotoledo