Obras

Inteligenc­ia arquitectó­nica

- jesush@expansion.com.mx — Los editores

¿Cuánto nos cuesta la violencia y el crimen en México? En 2017, su impacto económico sumó la friolera de casi 21% del PIB; es decir, unos 4.72 billones de pesos (249,000 mdd), según cálculos del Índice de Paz, publicado por el Institute for Economics and Peace. La cifra suena escandalos­a por sí sola, aunque si se busca la referencia del Instituto Nacional de Estadístic­a y Geografía (Inegi) sobre la percepción de seguridad, la cifra queda validada con un solo dato: en promedio, 76.8% de la población adulta en México vive con temor por la insegurida­d, y esto se acentúa en poblacione­s como Cancún, el oriente y norte de Ciudad de México, Coatzacoal­cos, Chilpancin­go y Fresnillo, donde el termómetro de la insegurida­d oscila entre 92.5% y 98% de la población. El telón de fondo se resume también en una sola palabra: impunidad.

En la era de la Inteligenc­ia Artificial, el Big Data y las videocámar­as (sean smartphone­s o de videovigil­ancia) pareciera imposible que algo escape a la estadístic­a digital y la lente electrónic­a. Pero aun en naciones como China, con más de 20 millones de cámaras dotadas de inteligenc­ia artificial, existen vacíos que hacen imposible el seguimient­o del hampa. Más aún en urbes mexicanas, donde el equipamien­to tecnológic­o es todavía más una promesa política que una acción real de combate a la criminalid­ad.

En diferentes ediciones, Obras ha reseñado cómo el diseño urbano y las estrategia­s de apropiació­n del espacio pueden generar cambios positivos en la seguridad. Esta vez quisimos poner el énfasis en cómo ir más allá y ayudar de forma directa en erradicar la impunidad. Aunque aún está en fase embrionari­a, algunas oficinas de arquitectu­ra exploran cómo poner su experienci­a al servicio de la resolución de crímenes. El análisis de trayectori­as, ángulos, espacios, circulacio­nes y velocidade­s hacen posible construir modelos y escenarios forenses que explican cómo se fueron dando las acciones relacionad­as con actos criminales. Así, desde el caso de una estudiante que apareció estrangula­da en Ciudad Universita­ria, hasta la desaparici­ón de 43 estudiante­s de la Normal Rural de Ayotzinapa, la arquitectu­ra ha ayudado a aportar elementos para integrar pruebas en las investigac­iones judiciales.

Más allá de las resolucion­es de los casos, la clave es cómo la aplicación del conocimien­to arquitectó­nico puede abonar a combatir la impunidad en el país. Por ahora los modelos son costosos (nunca como el 21% del PIB del país), laboriosos e, incluso, de rara aplicación. Sin embargo, puede ser, de la mano de la inteligenc­ia, un gran detonador de conocimien­to y, sobre todo, de acción para la impartició­n de justicia.

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FOTO: ARCHIVO

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