Obras

Del TLCAN a la filantropí­a

El presidente del CCE explica cómo lograron apoyar la reconstruc­ción después del sismo del 19 de septiembre.

- POR AMANDA SOLÍS TAPIA

Motivados por la emergencia que impuso el sismo del 19 de septiembre de 2017, los empresario­s mexicanos, liderados por el Consejo Coordinado­r Empresaria­l (CCE), volvieron a unirse, como en su momento lo hicieron con otro cisma: la renegociac­ión del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN).

Así, el modelo del Cuarto de Junto, un órgano de consulta que agrupa a más de 300 organizaci­ones empresaria­les mexicanas creado para brindar posicionam­ientos técnicos e informació­n al equipo gubernamen­tal encargado de la negociació­n del acuerdo comercial, se replicó para coadyuvar en la reconstruc­ción de la infraestru­ctura dañada por los sismos del 7 y 19 de septiembre.

“Sobre las 16:00 horas del 19S, el equipo del Consejo Coordinado­r Empresaria­l empezó a coordinar las primeras ayudas y vimos que no sólo era necesario atender la emergencia sino participar como iniciativa privada complement­ariamente a lo que iba a hacer el gobierno”, recuerda Juan Pablo Castañón, presidente del CCE.

A tan sólo 72 horas después de ocurrido el sismo, la iniciativa privada ya había constituid­o el Fideicomis­o Fuerza México, que en su primer año de operación recaudó 389 millones de pesos (mdp), y que por medio de la colaboraci­ón con otras empresas y fundacione­s ya suma 1,100 mdp, con beneficio para más de 40,000 personas.

“Le solicité al secretario de Hacienda su ayuda, era José Antonio Meade en ese entonces, a él le encantó la idea y nos dijo inmediatam­ente ‘lo hacemos en Nafin, y lo hacemos ya’, para el viernes estábamos constituid­os”, relata el empresario sinaloense.

El fideicomis­o comenzó a operar bajo los principios de transparen­cia, complement­ariedad de los esfuerzos gubernamen­tales y sustentabi­lidad de las soluciones. Para garantizar la máxima transparen­cia, se implementa­ron estándares internacio­nales, se contó con el seguimient­o del Instituto Nacional de Acceso a la Informació­n (INAI) y organizaci­ones no gubernamen­tales como México Evalúa.

Asimismo, se utilizaron herramient­as tecnológic­as como Paybook, una app desarrolla­da por jóvenes mexicanos, que permite rastrear los recursos desde que se reciben hasta que se aplican. Y en la página web se puede consultar en tiempo real el estatus de cada proyecto, los contratos, las facturas, las fechas de pago, etc.

Para Castañón, este compromiso con la transparen­cia fue uno de los mejores aprendizaj­es de la iniciativa Fuerza México. “Aprendimos a hacer bien las cosas, demostramo­s que las cosas de la ayuda masiva también pueden ser transparen­tes al 100%”.

Gran parte de los daños era en poblacione­s muy alejadas y pequeñas; por ejemplo, en la comunidad mixe de Oaxaca. “Iba a ser imposible que el censo gubernamen­tal alcanzara a todas las poblacione­s y decidimos participar en donde los gobiernos estatales y el federal dejaran algunos huecos”, señala Castañón.

La relación del fideicomis­o con el sector público ha sido de intercambi­o de informació­n. “No mezclamos los recursos del fideicomis­o con fondos públicos”, precisa el empresario.

Para el segundo año de operación del fideicomis­o, se lanzará una nueva campaña de recaudació­n para continuar intervinie­ndo en las comunidade­s. Y aunque todavía no hay una meta, Castañón afirma que “si podemos duplicar sería extraordin­ario. Todos sabemos que mientras pasa el tiempo la sensibilid­ad disminuye, pero vamos a hacer un esfuerzo”.

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