Obras

Las ciudades inteligent­es son grandes empresas

Para alcanzar los objetivos de digitaliza­ción de una ciudad debe hacerse una agenda más allá de los sexenios y de quién encabece el gobierno.

- POR GABRIELA CHÁVEZ / HANNOVER, AL.EMANIA

Establecer objetivos de largo plazo y sin que su cumplimien­to dependa de una temporalid­ad o de quién se encuentre a la cabeza del gobierno son los consejos para crear una ciudad inteligent­e, según Edwin Diender, vicepresid­ente de gobierno y sector público de Huawei.

Para Diender, cuya posición en el interior de la firma asiática consiste en negociar con gobiernos y organismos internacio­nales para digitaliza­r las ciudades, el mayor error que tienen las urbes al tratar de transforma­rse en una smart city es limitar sus objetivos al proyecto de alguien.

“Tenemos que dejar de pensar en proyectos. Estos tienen una fecha de caducidad, se acaban, y el desarrollo de una ciudad no debe estar limitado por esas reglas de tiempo. Por otro lado, no queremos depender de

quién gobierne”, dice Diender en entrevista con Obras.

Según la consultora Deloitte, el tiempo que una ciudad tarda en transforma­rse a esquemas digitales es de una década, en promedio. La importanci­a de digitaliza­r las urbes radica en que para 2050 se espera que 66% de la población viva en las grandes ciudades, poniendo presión a estos centros y generando retos en términos de sustentabi­lidad y seguridad física.

“Las ciudades inteligent­es no sólo promueven cosas más listas, sino decisiones más inteligent­es. Una verdadera smart city utiliza la tecnología para incentivar mejores tomas de decisión por parte del gobierno y de los ciudadanos”, según se establece en el reporte Force of Changes, publicado por Deloitte.

El ejecutivo asegura que actualment­e Huawei trabaja en negociacio­nes con el gobierno mexicano para adoptar tecnología­s de ciudades inteligent­es; sin embargo, aún no hay claridad sobre si estos proyectos se darán o no.

Expresa que, sin importar la urbe, es necesario que para digitaliza­r un territorio se piense en el gobernante como un empresario, más que como un político. Incluso, considera que se debe cambiar el cargo de quien está al frente de una ciudad inteligent­e al de director general.

“Debe ser una visión a muy largo plazo. En las discusione­s que he tenido con gobiernos siempre les trato de hablar como si fueran los directores generales de la ciudad, no el gobernador. Si eres una ciudad grande, eres un CEO y debes tener un consejo que te haga ver las decisiones desde distintos ángulos, como un consejo de administra­ción”, asegura.

Para Deloitte, el papel del gobierno frente a las smart cities también se centra en entender la transforma­ción de la urbe como un proyecto de negocio en donde se le ‘ venda’ a los actores locales una idea fácil de comprender y de conocer su impacto. La clave es presentar un portafolio de casos que se deben aplicar para consolidar la ciudad inteligent­e, en lugar de un solo gran proyecto.

La consultora también asegura que integrar a los ciudadanos como socios del proyecto es benéfico para el gobernante, ya que “no hay ningún planeador que tenga la experienci­a que está dispersa entre las personas”. Hoy, el mercado de ciudades inteligent­es se enfoca en planes para re- ducir el tránsito, automatiza­r labores cotidianas de las urbes o brindar una mayor seguridad a los ciudadanos.

De acuerdo con la consultora Frost & Sullivan, para 2025 el mercado de ciudades inteligent­es tendrá un valor de 2,000 millones de dólares, con el mayor foco puesto en China. Además, el documento destaca que algunas ciudades de América Latina como Ciudad de México, Río de Janeiro o Buenos Aires traerán la mayor cantidad de proyectos de este tipo a la región.

Para Diender, las regiones que se consideran como las más desarrolla­das tienen un proceso más lento de digitaliza­ción, mientras que las menos desarrolla­das “tienen ahora una oportunida­d para subir en la escala porque pueden moverse más rápido”, considera.

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