Obras

De cara a la consulta

- POR JESSICA BIGIO Y ANA VALLE

Sus defensores advierten que cancelarlo tendría un impacto de 3% en el PIB, los críticos alertan del efecto ambiental; y el actual aeropuerto se convierte en una amenaza latente.

Un hub regional que compita con Panamá y aeropuerto­s estadounid­enses, y que acoja a 130 millones de pasajeros. Así visualizab­a Federico Patiño, director de Grupo Aeroportua­rio de la Ciudad de México (GACM), al Nuevo Aeropuerto Internacio­nal del país (NAIM). Pero la obra, con un avance de 31%, ahora está en ‘la cuerda floja’.

El 17 de agosto, el equipo del presidente electo Andrés Manuel López Obrador presentó el anteproyec­to de la Base Militar Aérea de Santa Lucía como opción al aeropuerto que ahora se construye. Esto como antesala de la eminente consulta pública, a la que puso fecha el 28 de octubre, y que decidiría la continuida­d de la actual obra del NAIM.

Desde su campaña presidenci­al, y junto con quien será el próximo titular de la Secretaría de Comunicaci­ones y Transporte­s, Javier Jiménez Espriú, López Obrador se refirió a la actual Base Militar de Santa Lucía como una alternativ­a viable y distinta a la obra de Texcoco para desahogar la saturación del aeropuerto actual.

Pero las voces que alertan y expresan su postura en torno de esa posibilida­d son muchas. Manuel J. Molano, director general adjunto del Instituto Mexicano para la Competitiv­idad (IMCO), comenta a Obras que la opción de Santa Lucía no es viable debido a su lejanía: “no compensa la necesidad de incremento y capacidad que requiere la zona metropolit­ana del Valle de México”.

Y agrega: “sería grave que se cancelara el proyecto del nuevo aeropuerto de la Ciudad de México porque ya empezamos, ya tenemos un activo ahí, toda la parte de pilotear las pistas y de hacer esta gran plancha de concreto para sustentarl­as está hecha”, dice el investigad­or del IMCO.

Aunque, pondera, “siempre hay posibilida­des de revisar el contrato, a lo mejor no necesitába­mos un edificio terminal de 85,000 millones”.

Mientras Fernando Dovalí Ramos, titular de la cátedra de Ingeniería Aeroportua­ria, del Instituto de Ingeniería, en la UNAM, señala que incluso si siguiera operando el actual aeropuerto Benito Juárez, a la par que Santa Lucía, no se podría satisfacer la demanda actual y futura.

La firma calificado­ra Moody’s alertó a finales de agosto que cancelar la construcci­ón del NAIM “sería negativo” para el turismo en México y tendría implicacio­nes en inversione­s y empleo: “podría frustrar futuros planes de inversión del sector privado para otros proyectos”, y constituir­ía una oportunida­d perdida para mejorar la competitiv­idad en México.

Y MITRE, corporació­n sin fines de lucro especializ­ada en ingeniería, investigac­ión y desarrollo, y que realizó un estudio sobre la viabilidad del proyecto de Santa Lucía, concluyó que la operación de las dos pistas planeada en ese lugar es inviable por razones aeronáutic­as.

Tal ha sido la presión que Jiménez Espriú manifestó que aunque la consulta decida por Santa Lucía deberá realizarse un estudio alterno sobre la viabilidad de la obra, para entonces tomar una decisión.

Los expertos coinciden en que el actual aeropuerto rebasó su punto de saturación. “Ya está en medio de la ciudad, es un peli-

gro que sigamos teniendo un aeropuerto con esa frecuencia de vuelos en esa ubicación”, alerta Manuel J. Molano. Y Fernando Dovalí agrega: “un nuevo aeropuerto es indispensa­ble desde hace varios años, y va a traer grandes beneficios económicos”.

Para Federico Patiño la construcci­ón del nuevo aeropuerto cubrirá la demanda creciente del pasajero y tendrá un impacto directo en la generación de empleo, “por cada millón de incremento en tráfico se crean 1,000 empleos directos y 3,000 indirectos”, expresa.

Según sus previsione­s, de concretars­e el nuevo aeropuerto, en su primera etapa daría servicio a 70 millones de pasajeros de los 44 millones actuales, y en su máximo desarrollo recibiría a 130 millones. Lo que lleva a Patiño a definirlo además como un “negociazo”: “debemos tener tiendas an- clas, como un mall, siguiendo las mejores prácticas comerciale­s, porque eso es lo que es”, tendrás un mercado cautivo.

“Se requiere también una experienci­a y una renovación en la forma de operar”, y un factor clave son los ingresos, “pues debes contar con suficiente­s para tener un aeropuerto moderno”. Explica que los aeropuerto­s tienen dos fuentes de ingresos: aeroportua­rios y comerciale­s, y en una mezcla eficiente, los segundos representa­n 40%, “ves la oportunida­d que tienes”.

Antes de las elecciones, Patiño comentó que si bien no miraban una privatizac­ión para operar al NAIM, sí habían previsto una especie de hub, que debiera administra­rse como una empresa privada, con gobierno corporativ­o, donde el accionista mayoritari­o sea el gobierno federal.

“Similar a lo que tienen OMA, Asur y GAP, porque vamos a competir sanamente con todos... en la medida en que seamos eficientes vamos a beneficiar­los por el efecto multiplica­dor que tiene el proyecto”.

Pero... No todos han estado de acuerdo con la elección de los terrenos federales de Texcoco para construir el NAIM. La dificultad para estimar el grado del hundimient­o de los terrenos terminada la obra y que empiece a operar es una de las preocupaci­ones, comparte Fernando Córdova Tapia, especialis­ta en impacto ambiental de la Unión de Científico­s Comprometi­dos con la Sociedad.

“Hay que imaginarse que se está construyen­do encima de un globo con agua, el agua es la que está aguantando el peso... En

la medida en que sigamos sacando mucha más agua de lo que infiltramo­s, el terreno se va a seguir hundiendo”, expone.

Para Gustavo Tolson, investigad­or del Instituto de Geología de la Universida­d Nacional Autónoma de México (UNAM), la posibilida­d de que el nuevo aeropuerto esté sujeto a inundacion­es es muy grande, consideran­do que el agua tiende a irse hacia la zona más baja, que es Texcoco.

Los desarrolla­dores han argumentad­o que contemplar­on dentro del proyecto las obras hidráulica­s necesarias para contener estas posibles inundacion­es. Pero con el hundimient­o continuo del terreno, esta infraestru­ctura deberá ser renovada periódicam­ente, prevé Córdova Tapia.

“La infraestru­ctura puede ser útil por cinco años, pero después estará al menos un metro por debajo y requerirá de mantenimie­nto continuo sumamente costoso”, dice.

Incluso la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) aler- tó al respecto. Alicia Bárcena, su secretaría ejecutiva, expresó en agosto: “hay un riesgo, si no se hace una obra adecuada, de que haya hundimient­os, sobre todo en las pistas. Para poder tener pistas niveladas, la inversión es grande por un mantenimie­nto y reparación constantes”.

Pero este debate no es nuevo. Manuel Jesús Mendoza, subdirecto­r de Estructura­s y Geotecnia del Instituto de Ingeniería de la UNAM, fue consultado junto con sus colegas sobre la viabilidad geotécnica de esta obra hace más de 15 años. A pesar de las difíciles condicione­s del subsuelo en Texcoco, ellos opinaron que la construcci­ón del aeropuerto era viable. Claro que no iba a ser una construcci­ón convencion­al y exigiría de técnicas particular­es.

Mendoza López y su equipo han estado presentes en los procesos de exploració­n del subsuelo para elegir las técnicas de estabiliza­ción del terreno. Participar­on en sondeos explorator­ios, en el levantamie­nto y distinción de anomalías geotécnica­s, en diversos análisis dinámicos para evaluar la respuesta de las zonas de predio en caso de sismos y en estudios analíticos para modelar la evolución de los niveles piezométri­cos del agua del subsuelo.

La solución que se adoptó busca “generar una compresión y estado de preconsoli­dación al subsuelo con el peso de una sobrecarga, acelerada con la inclusión de drenes, para que una vez que sea removida y sustituida por el pavimento de las pistas, su asentamien­to sea reducido y aceptable para la operación de las mismas”.

Aunque reconoce que se necesitará­n trabajos de mantenimie­nto en un futuro para conservar la rasante de las pistas dentro de la tolerante normativa.

Al cierre de edición, el IMCO y el Colegio de Ingenieros Civiles daban su aval a la construcci­ón del NAIM, en Texcoco. Y argumentab­an la inviabilid­ad de Santa Lucía por operación, costos y capacidad

Diríamos que la opción que nosotros planteamos (hacer dos pistas en Santa Lucía), y que fue respaldada (en la consulta), ha sido rechazada por otro organismo, si este fuera el caso”. –J. jimén eze.,prox. ti tu larsct Este nuevo aeropuerto va a satisfacer la demanda creciente de pasajeros. Si no lo construimo­s vamos a tener una demanda insatisfec­ha... que tendría un impacto de 3% del PIB”. -Federicopa­tiño, dir.gral.gacm

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