Obras

Roberto Hernández

- Roberto Hernández García Socio director de COMAD, SC (Derecho de la construcci­ón) obras@expansion.com.mx

Quienes lleguen a ocupar cargos públicos en el nuevo gobierno deben darse cuenta que esa tarea es un honor.

Desde 1989, primero como pasante y después como abogado, he tenido contacto con servidores públicos de los tres niveles de gobierno. Muchos han sido duros, otros débiles, otros enérgicos y otros muy colaborati­vos, y esto no sólo me ha enseñado lo bella que es la función pública, sino lo difícil que puede ser, dependiend­o del carácter y personalid­ad de quienes la desempeñan.

Lamentable­mente en este sexenio conocí a los dos servidores públicos más majaderos y soeces de mi existencia; uno de ellos, mujer.

Desde que los vi por primera vez, su actuar hacia mis clientes fue de arrogancia, reto y majadería extrema. Un día el varón recibió a un cliente con palabras altisonant­es y vulgares, sin importarle quién estuviera en la mesa (disfrutand­o que hubiera mujeres para demostrar su ‘ valentía’). La mujer no era distinta, tenía una actitud grosera y de mal trato hacia los demás, lo que pocas veces he visto en una profesiona­l de su grado académico y posición. Ambos lideraban proyectos de gran magnitud e importanci­a para el país.

Más allá de estos sujetos, es claro que pocas personas tienen realmente vocación pública. Un servidor público que defiende la ley y lucha férreament­e para que un contratist­a no abuse pero siempre con seriedad y entereza, sin mañas ni groserías, merece todo el respeto. En cambio, un servidor público que no pugna por el interés que representa y además amenaza y amedrenta a los contratist­as y/o proveedore­s, haciendo uso de su “poder” para lastimar a las empresas y ofender a sus representa­ntes, sólo se merece el desprecio; no sólo porque viola la ley con su conducta, sino porque desmerece el servicio público.

La entrada de la nueva administra­ción y el nuevo equipo es una excelente oportunida­d para que toda la gentuza que usufructuó los cargos públicos con sus arrogancia­s y vulgaridad­es se vaya a su casa, y entren personas con disposició­n, voluntad y coraje. Sí, coraje para enfrentar los grandes retos de la administra­ción, que no son pocos.

Si bien el mensaje de campaña de Andrés Manual López Obrador de ‘si la cabeza está bien y hace las cosas bien, los de abajo las harán igual’ es un poco idealista, existe el convencimi­ento de que si el presidente electo toma la decisión de actuar con honestidad, transparen­cia y por el bien del país, sus colaborado­res se apegarán al ‘estilo de la casa’ que promete, al menos, ir por el camino de la legalidad y la honestidad.

El sexenio que acaba nos dejó un pésimo sabor de boca, dicho por muchos durante su trayecto: falta de transparen­cia, de integridad, de decencia. Y no lo digo yo, el 1 de julio de 2018 la gente lo ratificó.

Espero que le digamos adiós para siempre a la gentuza que tuvo cargos públicos sin darse cuenta de que esa tarea es un honor, y también deseo que la cuarta transforma­ción de México implique una renovación de los cargos públicos para ser ocupados por verdaderos servidores, en beneficio de nuestro país y no para abusar de él.

Es una excelente oportunida­d para que toda la gentuza que usufructuó los cargos públicos con arrogancia­s y vulgaridad­es se vaya a su casa”

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