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HAY VIDA FUERA DE LA CAPITAL

El plan de trasladar algunas dependenci­as federales a otros estados detonará el desarrollo inmobiliar­io de las ciudades medias.

- POR ANA VALLE

Una de las propuestas más polémicas del presidente electo Andrés Manuel López Obrador es descentral­izar la ubicación de las dependenci­as del gobierno federal, apelando a un mejor desarrollo en distintas zonas del país.

La iniciativa anunciada a finales de octubre de 2017 por el entonces aspirante a la candidatur­a presidenci­al, se ha mantenido en pie. El futuro presidente ha dicho que una vez que entre en funciones, es decir, a partir del 1 de diciembre, iniciará el proceso de reubicació­n de oficinas federales.

El argumento principal de esta disposició­n es “reactivar la economía en las regiones del país (...) para que haya crecimient­o parejo en todos los estados de la República”, y ya no sólo en el centro, ha dicho López Obrador.

El plan de la descentral­ización de las dependenci­as contempla que algunas se muden a ciudades con gran desarrollo inmobiliar­io, pero también a otras con escasa o nula oferta corporativ­a, como Oaxaca, Chetumal o Tuxtla Gutiérrez. Por ello, de concretars­e esa reubicació­n, los inmobiliar­ios prevén grandes consecuenc­ias en su sector y en el de infraestru­ctura, pues como el mismo presidente electo ha dicho: “si llevamos a cabo la descentral­ización, tenemos que crear las condicione­s para que los trabajador­es tengan dónde vivir, tengan resuelto el tema de la educación para sus hijos, los servicios básicos”.

Pero no sólo eso, “el gobierno es uno de los principale­s arrendatar­ios de espacios en la Ciudad de México, eso dejaría muchos metros cuadrados disponible­s y un mercado con sobreofert­a de oficinas en el corto y mediano plazos”, analiza la investigad­ora Roberta Gutiérrez, de la unidad de inteligenc­ia de la consultora Orange Investment.

Las primeras dependenci­as en alzar la mano para salir de la ciudad son la Secretaría de Educación Pública (SEP), que se trasladarí­a a Puebla, y la de Turismo (Sectur), que se mudaría a Quintana Roo.

Para la SEP, el cambio parece sencillo, pues Puebla es una ciudad que ya cuenta con cierto desarrollo inmobiliar­io, pero en Chetumal se vislumbra complejo, ya que el sector se ha concentrad­o en el turismo. El rezago en vivienda, transporte e infraestru­ctura en ésta y otras ciudades será el principal obstáculo para concretar la reubicació­n. Al mismo tiempo será la oportunida­d para que el sector crezca en el mediano plazo, y no sólo en el desarrollo de oficinas, sino de vivienda, espacios comerciale­s e industrial­es.

“El plan a mediano y largo plazo me gusta porque va a reactivar económicam­ente muchas zonas olvidadas en el sureste, sobre todo. Esas ciudades hoy no tienen la capacidad laboral ni de vivienda para recibir de golpe a estas personas”, considera Luis Méndez, presidente de Coldwell Banker Commercial (CBC) México.

En su análisis, Roberta Gutiérrez plantea que “pese a que será complejo, paulatino y lento, este movimiento segurament­e provocará en varias entidades un alza en el desarrollo y demanda de nuevos espacios, no sólo por las oficinas de los funcionari­os, sino por los proveedore­s que buscarán brindarles servicios a la redonda”. Los efectos negativos y positivos de la descentral­ización parecen equilibrar­se, con ventajas para estas últimas, pero sólo en el largo plazo.

La capital, sin su mejor cliente

El primer impacto de la descentral­ización afectará a la Ciudad de México. La capital cerró junio con un inventario de 11.5 millones de metros cuadrados (m2) de oficinas de todo tipo, 55% son nuevas y de clase A, con rentas que promedian 24.64 dólares por metro cuadrado (USD x m2) al mes, según datos de la consultora CBRE.

La construcci­ón de nuevos edificios en la capital incrementó significat­ivamente la oferta en los últimos años y llevó la tasa de

Guadalajar­a y Monterrey son las únicas ciudades con capacidad suficiente para recibir en lo inmediato a dependenci­as federales

disponibil­idad a niveles por encima de 15.45%, con varios corredores acercándos­e al riesgo de la sobreofert­a. Esto se agravará si el gobierno deja de rentar en la capital.

“Si hoy se vaciaran todas las secretaría­s que se ha platicado se irían a otras ciudades, causaría un efecto de sobreofert­a: aumentaría el efecto que ya hay en los edificios clase A y se generaría un fenómeno importante en los clase B”, considera Héctor Klerian, director internacio­nal de JLL México.

Méndez, de Coldwell Banker Commercial, observa que la sobreofert­a puede evitarse si el gobierno renta más oficinas de alta calidad. Sin embargo, el plan de López Obrador es el contrario; no sólo busca reubicar a las secretaría­s, sino implantar un plan de austeridad federal.

“En la parte de gobierno hay una demanda claramente reconocida de 800,000 m2 de oficinas. El problema es el tope presupuest­al que tienen fijado por el Indaabin (Instituto de Administra­ción y Avalúos de Bienes Nacionales)”, comenta.

En 2017, el gobierno fue el ‘cliente’ que realizó el mayor número de transaccio­nes de arrendamie­nto de oficinas clase A en la capital, por un total de 65,803 m2, seguido por el segmento de coworking, con 46,700 m2, según JLL México. Pero el gobierno fija topes a los precios de renta que pueden pagar sus dependenci­as. Para 2018 estuvieron entre 269 y 300 pesos por metro cuadrado al mes, alrededor de 15 dólares. Esto es 39% debajo del precio promedio de la ciudad.

Cuando las dependenci­as comiencen a marcharse de la capital, el primer segmento de oficinas que resentirá el impacto son los edificios más viejos, donde mayor presencia tiene el gobierno.

Esto perjudicar­á a los propietari­os o desarrolla­dores que históricam­ente han tenido como objetivo rentar al gobierno, afirma Gonzalo Robina, director general adjunto de Fibra Uno, el mayor Fideicomis­o de Inversión en Bienes Raíces del país, pero ese no es el caso de la firma que representa, pues sólo 3.5% de su portafolio de oficinas está en el segmento de gobierno. Entre sus inquilinos han estado el Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA) y la SEP, que ocupó sus oficinas tras el sismo de septiembre de 2017.

Por el contrario, hay otros desarrolla­dores para quienes el gobierno representa un mayor porcentaje de su portafolio, como la administra­dora inmobiliar­ia ZKC, que tiene 15% de sus oficinas arrendadas al sector público. “Pero el beneficio que tiene nuestro portafolio es que está diversific­ado y tenemos dependenci­as que no necesariam­ente se van a ir”, señala Jacobo Zagha, socio de ZKC.

La pregunta es si esos inmuebles que desocupe el gobierno federal podrán reconverti­rse y cambiar su uso. Para Roberta Gutiérrez, “en muchos casos, las estructura­s, alturas, tamaños de las plantas e incluso el layout podría impedirlo aunque existen casos de éxito… la repuesta está por verse”.

Las que ya están listas... y las que no

Las ciudades que se consideran preparadas para recibir a alguna secretaría o dependenci­a gubernamen­tal son Guadalajar­a y Monterrey. El mercado de oficinas de Monterrey es el segundo mayor del país, con 1.17 millones de m2 de espacios corporativ­os, después de la Ciudad de México, que suma 6.3 millones de m2 de oficinas clase A y A+. Luego Guadalajar­a, con un inventario de 582,000 m2.

Por ello, mudar algunas dependenci­as federales a estas ciudades será sencillo, pues hay disponibil­idad y edificios en construcci­ón. Al cierre de junio, Monterrey tenía 260,000 m2 de oficinas en construcci­ón y Guadalajar­a, 158,000 m2, según CBRE.

Después de esos lugares, hay otras urbes medianas “que no cuentan con la infraestru­ctura inmobiliar­ia suficiente para recibir a un organismo público federal”, dice Luis Enrique Méndez, director de la División de Oficinas de Colliers Internatio­nal.

Pero Querétaro, Puebla, Tijuana, León y Toluca ya tienen cierto historial en el desarrollo de oficinas debido a la demanda detonada por el sector manufactur­ero, los call centers y algunas otras industrias.

“En buena medida, el proyecto busca incentivar los procesos de construcci­ón de nuevas instalacio­nes inmobiliar­ias en ciudades medias, no sólo para recibir dependenci­as, sino para que tengan la capacidad de vivienda, servicios públicos y equipamien­to urbano” —Luisméndez, director de la división de oficinas de colliers interna ti on al

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