Obras

Cinema Río 70

- POR ALAIN PRIETO SOLDEVILLA

Tras medio siglo, Río 70 continúa recibiendo a 150,000 personas cada año, ahora, como auditorio.

El 20 de julio de 1969, cuatro días antes de la inauguraci­ón del fulgurante Cinema Río 70, en Monterrey, Nuevo Léon, el ser humano había caminado por primera vez en la Luna. El edificio futurista, apadrinado por Mario Moreno Cantinflas, se convertía en un ícono de ese triunfo espacial.

Levantado sobre una muralla circular de cuatro metros de altura, el domo geodésico de aluminio con alrededor de 33 metros de diámetro fue el más grande de ese material: “Está generado por una malla de triángulos casi equilátero­s, y bajo esta estructura lleva el revestimie­nto de paneles de lámina hexagonale­s”, describe el ingeniero Francisco Castaño García, director general de Geométrica, empresa sucesora de Triodetic, firma que construyó el cine y que estuvo a cargo de su padre, Francisco Castaño Hernández.

La innovadora sala, que presentaba las películas en Panavision 70 mm, estuvo inspirada en el pabellón de Estados Unidos en la Expo ’67 de Montreal, hoy conocido como la Biósfera, obra de Richard Buckminste­r Fuller. Allí mismo, Castaño Hernández edificó el pabellón de México, y ya conocía un diseño de nodos desarrolla­do por Arthur Fentiman, a quien compró la patente que en costo y peso desplazaba al sistema de Fuller.

Estos elementos los aportó Castaño Hernández a Félix Candela en el Palacio de los Deportes,

como indica la publicació­n chilena Revista de la Construcci­ón. Los responsabl­es del proyecto de Río 70, Roberto y Gerardo Garza Cortés, se inclinaron por esta solución.

En un inicio, indica Castaño García, el interior del cine se recubrió con un aislante de lana mineral llamado ‘limpet’, que también protegía el armazón contra el fuego. Esa elección resultó clave en 1993, cuando el lugar sufrió un intento de robo, y se le incendió, consumiénd­ose la pantalla y las cortinas, entre otros daños.

Patricia Villarreal, directora de Relaciones Públicas de Río 70 e hija de Lucas Villarreal Valdés, uno de los fundadores, cuenta que el cine se renovó a raíz del siniestro: “Se colocaron las primeras butacas reclinable­s en todo México, más amplias y con portavasos. El aforo se redujo a 900 personas, luego ajustado a 884, ya que se adecuaron lugares para personas con capacidade­s diferentes”.

Con la construcci­ón del edificio contiguo, de Cemex, en 2005, perdió vistas hacia la avenida Constituci­ón y, por primera vez, un edificio le arrojó sombra a su ahora blanco domo.

A sus 50 años, Río 70 sigue administra­do por la familia. Ahora, como auditorio. Según cifras estimadas por Patricia Villarreal, unas 150,000 personas disfrutan cada año de sus diferentes eventos tanto públicos como privados.

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