Un infierno de ligas mayores
Con capacidad de más de 20,000 asientos, el recinto inaugurado en marzo es el principal estadio de beisbol del país, y ya se le considera el mejor lugar para jugar fuera de Estados Unidos .
El recién estrenado estadio Alfredo Harp Helú se ha convertido en el principal estadio de beisbol del país.
Los Diablos Rojos del México son el equipo de la Liga Mexicana de Beisbol con más campeonatos; en sus palmarés cuenta con 16 coronas. Desde su fundación, el 11 de febrero de 1940, el conjunto representativo de la Ciudad de México ha jugado en cinco sedes: Parque Delta, Parque del Seguro Social, Foro Sol, Estadio Fray Nano y, desde hace unas semanas, en el recién estrenado Estadio Alfredo Harp Helú, nombre que hace referencia al presidente del equipo.
Este último recinto, con una inversión de más de 3,000 millones de pesos (mdp) y capacidad de 20,813
asientos, es desde su inauguración, el 23 de marzo de 2019, el principal estadio de beisbol del país e, incluso, ha sido considerado como el mejor lugar para jugar fuera de Estados Unidos.
Un gran reto
Un terreno de 7.8 hectáreas en la Ciudad Deportiva Magdalena Mixhuca, al oriente de la Ciudad de México, fue elegido para recibir a la nueva sede de los Diablos Rojos, un proyecto de área bruta construida de 60,000 m2, elaborado por los arquitectos mexicanos Alonso de Garay, líder de Taller ADG (Ciudad de México), y Francisco González Pulido, director y fundador de FGP Atelier (Chicago).
Durante más de año y medio, ambos creadores definieron, en una colaboración 50/50, un programa arquitectónico que, además del terreno de juego, incluiría bullpen, dugout ( banca), ojo de bateador, bermas, gradas, palcos normales y VIP, palco de prensa, elevadores, terrazas con vista al campo de juego, terrazas-bar, oficinas del equipo, museo, taquillas, salón de usos múltiples, casa club (con vestidor, gimnasio equipado, zona de hidromasajes
y fisioterapia, baños, oficinas, salas de presentaciones), casa para el equipo visitante, baños, locales comerciales y estacionamiento normal y VIP.
Mientras en el despacho resolvían la distribución de los espacios, en el terreno se enfrentaban a un suelo lodoso extremadamente blando. “Es un suelo de muy baja calidad y teníamos que evitar asentamientos diferenciales, por lo que aplicamos dos técnicas de cimentación diferentes: una para el campo y las bermas, y otra para el edificio”, comenta González Pulido.
En el campo y las bermas se ocupó una losa de cimentación convencional y en la zona dispuesta para el edificio se colocó un sistema conformado por 1,300 pilotes hincados a 43 m de profundidad, reforzados con 12,000 toneladas de acero y 65,000 m2 de concreto. Para su colocación se hizo una excavación de 93,000 m2, a fin de apuntalar y dar soporte al terreno.
Este sistema tuvo su prueba de fuego el 19 de septiembre de 2017, con el terremoto de 7.1 grados Richter que azotó a la Ciudad de México. La construcción del estadio se mantuvo en su sitio y los pilotes probaron su resistencia.
Pasado y presente
El concepto guía generado por De Garay y González Pulido para el estadio de los Diablos Rojos establece la dualidad entre el México prehispánico, a través de su base, y el contemporáneo, en su cubierta. Si bien la intención desde el inicio fue construir un estadio de grandes ligas, también se buscó dotarlo de una marcada identidad mexicana.
“La procesión desde los terrenos a través de la gran explanada de acceso hasta el estadio de beisbol fue pensada como si se tratara de un templo mesoamericano, y busca emular su espíritu”.
Dentro, un anillo conecta todos los asientos y funciones subyacentes en una experiencia con vistas sin obstáculos al campo, explica De Garay, a cargo tanto de esta parte como del paisajismo y el interiorismo del proyecto.
Las ‘pirámides’ soportan una gran cubierta y proporcionan terrazas al aire libre. Este nivel, que se basa en patrones culturales, fue diseñado con materiales locales del Valle de México. Hace referencia a la cancha del antiguo juego de pelota mesoamericano y enfatiza la conexión entre el inframundo y el cielo.
Ahí mismo, la transición de plazas abona a la integración con el entorno. “Es una transición sin barreras: el estadio vive hacia adentro, pero ve hacia afuera”, comenta De Garay sobre el espacio que solo se delimita en algunas zonas por una reja, diseñada por el artista plástico Francisco Toledo.
El toque diablo
González Pulido diseñó la cubierta que se asemeja a la lanza del tridente del equipo, y expresa apertura al entorno a través de una gran estructura modular que se extiende para recibir a los visitantes, brindar refugio para las funciones de soporte y proteger a los espectadores durante el juego.
El nivel base está inspirado en geometría prehispánica. El visitante encara seis pirámides truncadas y revestidas con paneles prefabricados con roca volcánica
“La cubierta está destinada a convertirse en un símbolo icónico de la gran Ciudad de México”, expresa González Pulido.
Detalla que la cubierta integra iluminación, audio, drenajes pluviales e internet, y es resultado de la colaboración de muchos equipos. Los ingenieros alemanes del despacho de Werner Sobek —quienes han colaborado en la adidas ARENA, de Alemania, y el Estadio Al-tajyat, de Irak— llevaron a cabo la conceptualización de la estructura, y los mexicanos de Izquierdo Ingenieros definieron los procesos constructivos.
El contraste entre las ‘pirámides’ y la ligereza visual del techo, dentro de un programa de arena pública abierta hacia el exterior rompe con el concepto de contenedor que suele definir a los espacios deportivos.
El campo de juego
Alonso de Garay comenta que lo más importante de este proyecto es que funcione para lo que está pensado, “que es para jugar beisbol y para verlo”.
Desde luego, el campo de juego cumple con todas las exigencias de un estadio profesional. Para lograrlo se recurrió a los especialistas en tecnología deportiva de Prodisa, con quienes se eligió un pasto sintético hecho de polipropileno monofilamento, estabilizado con protección contra rayos ultravioleta, cuyo mantenimiento solo requiere conservar siempre uniforme la última capa de arcilla.
El sistema de drenaje fue planeado con la última tecnología . “El agua se capta a través de drenes y llega a una zona de cisterna donde se reutiliza para riego y funciones menores del estadio; lo demás se vuelve a inyectar al drenaje”, comenta De Garay.
Y para que el campo de juego esté siempre a la vista, incluso cuando los visitantes están en las terrazas, la isóptica se trabajó en conjunto con Populous, una de las firmas con más experiencia en términos de diseño de edificios deportivos en el mundo, que contribuyó a definir los criterios para trabajar con la disposición de las gradas. Por ejemplo, se decidió que no hubiera columnas en la zona de la tribuna, sino atrás de ella, a fin de no cortar la visibilidad y generar un plano visual completamente abierto. Eso, además, propició que la cubierta tenga volados de más de 70 m que la hacen aún más imponente.
Un gigante sostenible
Francisco González Pulido expresa que la agenda sostenible de este proyecto fue, desde el inicio, muy ambiciosa. “Pensamos en un edificio lo más pasivo posible, a pesar de su tamaño”. Se tomaron en cuenta cuatro ejes: Uso de agua: en todo el edificio se reutiliza agua pluvial y sanitaria para riego o descarga de sanitarios y se evita el
uso de agua potable para estas tareas, pues solo se ocupa en fregaderos, lavamanos y regaderas. Un alto porcentaje no potable se origina dentro del mismo conjunto en un circuito cerrado de tratamiento, purificación y desinfección.
En lo que toca a iluminación, en todo el edificio sólo se usaron dispositivos LED, que mantienen los niveles de calidad de luz adecuados y reducen las densidades de potencia y la carga térmica en zonas cerradas, lo que permite ahorrar 25 % con respecto a un consumo normal.
En ventiladores y bombas se colocaron variadores de frecuencia para reducir el consumo de energía cuando se reduce la demanda, lo cual aminora el consumo de energía en alrededor de 35%.
Mientras, el pasto sintético del campo de juego no necesita ser regado constantemente. Se calcula que al año promoverá un ahorro de 3,000 millones de galones de agua, 80% de lo que se gastaría en un césped natural.
Seguridad y circulaciones
Además de cumplir con todas las especificaciones de seguridad del Reglamento de Construcción de la Ciudad de México, el estadio “cuenta con tres estacionamientos independientes: uno para el personal de Diablos, otro VIP con acceso directo a los palcos por medio de elevadores y el de acceso general”, explica De Garay
Todo el abasto del estadio llega por un área de andenes de servicio completamente independiente de los demás accesos. El diseño de todo el proyecto es completamente accesible para personas con discapacidad.
El estadio es propiedad del gobierno de la Ciudad de México, pero podrá ser administrado hasta 2045 por la empresa Centro Deportivo Alfredo Harp Helú, gracias a un permiso administrativo temporal firmado el 3 de noviembre de 2015 por el director del Instituto del Deporte del entonces Distrito Federal y el representante legal del equipo.