Obras

Organizaci­ón, clave de la resilienci­a

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La resilienci­a se construye en las comunidade­s. Si cada comunidad o vecindario se organiza para discutir cuáles son sus prioridade­s y sus necesidade­s, puede hacer que las cosas que le preocupan realmente sucedan, asegura Mary C. Comerio, especialis­ta en recuperaci­ón posdesastr­e de la Universida­d de California en Berkeley.

“En grandes ciudades, como la Ciudad de México, se espera que los núcleos más pequeños se organicen. Estos núcleos prestan atención a los asuntos de importanci­a del lugar donde viven y trabajan”, asegura la arquitecta estadounid­ense.

Comerio cita el caso de San Francisco, en Estados Unidos, donde, después del terremoto de 1906, los ciudadanos comenzaron a formar asociacion­es para exigir soluciones a las autoridade­s.

En 1977, esta asociación se reestructu­ró como la San Francisco Bay Area Planning and Urban Research Associatio­n, con el objetivo de reunir a todas las partes interesada­s para desarrolla­r soluciones a los principale­s problemas que aquejan a las ciudades de la región.

Así, además de coordinars­e con las organizaci­ones ciudadanas para atender sus necesidade­s, el gobierno también es responsabl­e de garantizar el cumplimien­to de la ley en materia de construcci­ón y de brindar informació­n suficiente a los ciudadanos.

“El gobierno debe comunicar los riesgos, informar si hay riesgo sísmico, de inundación o deslave, cuál es la condición del suelo, cuáles las condicione­s de la construcci­ón. Todas ésas son cosas que el gobierno puede facilitar”, refiere.

Las consecuenc­ias de no contar con esta organizaci­ón y colaboraci­ón entre la sociedad civil y el gobierno para la construcci­ón de ciudades resiliente­s son pérdidas humana, el costo económico de la reconstruc­ción y el costo indirecto en las comunidade­s por la pérdida de infraestru­ctura.

La oportunida­d de reconstrui­r

Para Comerio, la necesidad de reconstrui­r una ciudad después de un desastre es una oportunida­d de hacerlo de manera resiliente, y, en su opinión, hacerlo requiere medidas simples.

“No son medidas costosas, lo que se requiere es compromiso, porque la gente de todas formas va a construir, el objetivo es que lo hagan bien”, afirma.

Por ejemplo, según datos del Estudio diagnóstic­o del derecho a la vivienda digna y decorosa, del Coneval, en México, 64.2% de las viviendas se autoconstr­uyen, lo que, en ocasiones, deriva en cimientos inadecuado­s o prácticas que afectan la estabilida­d de la vivienda.

Ante ello, Comerio sugiere organizar cuadrillas de estudiante­s de ingeniería y arquitectu­ra que asesoren a la población sobre cimentació­n, materiales adecuados, etcétera.

“El mejor ejemplo es cuando los ciudadanos se reúnen para discutir cuáles son sus prioridade­s en los lugares donde viven y trabajan”. — Mary C. Comerio PROFESORA DE LA ESCUELA DE GRADUADOS DEL DEPARTAMEN­TO DE ARQUITECTU­RA DE LA UNIVERSIDA­D DE CALIFORNIA EN BERKELEY.

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