2020: El fin de la propiedad privada
Cuando Jean-jacques Rousseau y John Locke establecieron en su libro El contrato social la forma de la propiedad privada, nunca imaginaron que la humanidad evolucionaría siglos después y echaría por tierra buena parte de sus supuestos teóricos.
Hoy, la tecnología y la conciencia sobre los impactos ambientales modifican no sólo las posibilidades de creación de herramientas, sino la estructura misma de la sociedad y, por tanto, de su hábitat.
De la mano de la economía digital, las posibilidades de acceder a bienes y servicios mediante el uso compartido de la propiedad, es un cambio que, en términos de vida social, legal y medioambiental, significa un paso gigantesco en la transformación (en más de un sentido, involuntaria) de las industrias inmobiliarias y de la construcción.
No se trata sólo de un cambio económico, sus alcances son de mayor fondo al cuestionar los propios cimientos de la forma de vida que mantenemos ahora.
Los cambios que nos planteará 2020 y sus posteriores años serán, sin duda, sorprendentes, la consolidación de tecnologías como 5G, inteligencia artificial, wifi 6 e internet de las cosas, entre muchos otros desafíos, son nuevas bases para repensar el futuro.
Con esa interrogante en mente, Obras preguntó a expertos sobre qué tendría que ocurrir en nuestro hábitat y en la industria hacia 2030. Las visiones son profundamente reveladoras y contundentes, y marcan la dimensión del reto que, como industria, tenemos enfrente: “En México estamos ante la mayor oportunidad en la historia de transformar el entorno construido”.
La respuesta a estos retos es repensar, al ciento por ciento, hacia dónde deben evolucionar nuestros distintos hábitat, teniendo en cuenta que el calentamiento global, como gran desafío, y el fracaso de los modelos actuales para reducir la disparidad o garantizar la seguridad alimentaria, van a contracorriente de la velocidad de respuesta que se requiere para la inconmensurable demanda de nuevas viviendas, de infraestructuras inteligentes, de ciudades con servicios digitalizados, de políticas públicas que redimensionen el sentido de lo humano.
Sin lugar a dudas, el decenio que inicia en las siguientes semanas marcará una línea divisoria entre la decadencia de lo privado y el auge de lo compartido, entre las construcciones de huella nociva para el planeta y las edificaciones verdaderamente neutras o resilientes, entre las empresas que logran cambiar de mentalidad y adaptarse a las nuevas ideologías de consumo y las que simplemente pierdan la perspectiva de que estamos ante una nueva era.
La buen noticia es que muchos de esos cambios dependerán sólo de nuestra propias limitaciones como industria, pues –literalmente– estamos ante la posibilidad de construir nuestro propio futuro.
La página ya dio la vuelta hace tiempo, en 2020 iniciaremos la segunda era digital.