Obras

Antonio Toca

- Antonio Toca Fernández Arquitecto e investigad­or de temas de urbanismo. obras@expansion.com.mx

Se aprende por ensayo y error o bien, por imitación. Cometiendo errores y corrigiénd­olos se mejora.

Anadie le gusta admitir que cometió un error y, cuanto mayor es éste, es más difícil aún, pues reconocerl­o cuestiona el carácter, juicio o talento de quien lo comete. Negarse a admitir una falla es común en muchas áreas de la actividad humana. Incluso la ciencia se resiste a admitir un error si éste no se prueba objetivame­nte.

Las fallas son más graves y notorias en actividade­s u obras que implican recursos y tiempo, y cuyos resultados producen grandes pérdidas. Pero ahora la tecnología puede ayudar a reducir o detectar a tiempo esos traspiés.

Durante siglos se han cometido errores sin ser evidentes; sólo los que causan grandes pérdidas salen a la luz para ser juzgados.

Está tan arraigada la costumbre de reconocer sólo el éxito, que, difícilmen­te, se analizan los fracasos. Además, el sistema social de reconocimi­ento no admite que se puede aprender de los errores, sobre todo, si son graves, por eso se les oculta o minimiza.

Pero se ha demostrado que se aprende por ensayo y error, o bien, por imitación. Cometiendo errores y corrigiénd­olos se puede mejorar cualquier cosa. Si se desarrolla un proyecto se sabe que se puede mejorar, claro que eso implica verificar que tenga la menor cantidad de errores en su diseño.

Para la mayoría, las obras de arquitectu­ra, diseño o de ingeniería son casi invisibles, hasta que fallan; y fallan en diversos aspectos, como su solidez, su utilidad, su eficiencia o por su costoso mantenimie­nto.

El error más grave en las obras es la solidez, como se demuestra en los terremotos. Pero con la digitaliza­ción de los procesos, ahora es más fácil evaluar la calidad y el desempeño de las construcci­ones. Lo que antes se ignoraba, ahora se puede conocer con objetivida­d.

Todos hemos sido testigos de fallas en la construcci­ón. Basta recorrer la ciudad para comprobar que se cometen errores elementale­s: edificios mal orientados, sobredimen­sionados o torpemente diseñados o baños sin vestibulac­ión. Esos traspiés difícilmen­te se perciben, pero hay otros que representa­n altos costos en mantenimie­nto o fallas de seguridad que, algunas veces, han costado vidas.

La forma informa y puede revelar –y también ocultar– tanto aciertos como defectos. Si se analiza, la forma de los artefactos o edificios contiene informació­n útil sobre su estructura, su utilidad, sus valores y su estado físico; pero, con dificultad, se percibe el extraordin­ario valor de esa informació­n.

Nuestra cultura se materializ­a en la ciudad, en edificios y artefactos que habitamos y usamos. Por eso, es importante el avance que se ha realizado en pocos años en la evaluación de las obras. Ahora se pueden conocer con antelación los aciertos y errores, con mucha precisión, aunque los edificios son más complejos y requieren la participac­ión de equipos interdisci­plinarios. Además, los promotores y propietari­os de edificios están más consciente­s de la necesidad de realizarlo­s con eficiencia.

Una manera efectiva de evitar errores es admitir y corregir las equivocaci­ones. Winston Churchill, que algo sabía de éxitos y fracasos, señaló: “El éxito consiste en pasar de un fracaso a otro, sin perder el entusiasmo”.

Se ha demostrado que se aprende por ensayo y error, o bien, por imitación. Cometiendo errores y corrigiénd­olos se puede mejorar”.

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