TOKIO 2020
Con todo y reciclaje, estos serán los segundos juegos olímpicos más costosos. La factura se calcula en 25,000 mdd.
a inició la cuenta regresiva para los Juegos Olímpicos de Tokio 2020, cuya agenda está prevista entre julio y septiembre. Esta es la segunda cita del evento deportivo en la capital nipona, tras los juegos de 1964, pero el contexto ha cambiado.
Desde 1996, el Comité Olímpico Internacional (COI) exige a los anfitriones la aplicación de una mayor sustentabilidad en las sedes deportivas. Esto implica construir menos y hacer efectiva la recomendación de que lo edificado permanezca como legado, una vez concluida la competencia deportiva.
Tokio empleará 43 infraestructuras deportivas para 50 disciplinas; ocho de las cuales serán completamente nuevas, 10 temporales y 25 reaprovecharán las sedes edificadas en 1964.
Recintos como el Yoyogi National Stadium y el Tokyo Metropolitan Gymnasium fueron renovados, y en otros espacios, que se han usado en los últimos 50 años en eventos deportivos, culturales y musicales se realizan obras temporales.
El nuevo Estadio Olímpico también “será de uso público, una vez que concluyan los juegos”, explica a Obras Masa Takaya, portavoz del comité organizador de Tokio 2020.
Las Olimpiadas y Paralimpiadas transcurrirán en dos áreas. Una es Heritage Zone, donde se sitúan las sedes que se emplearon en 1964. La otra es Bay Zone, situada en la bahía, y la que sufrirá mayores cambios urbanos.
“Como sucedió con Barcelona, Tokio está transformando una zona marítima que era, prominentemente, industrial y pesquera, en una de amenidades, debido a la presión que está ejerciendo el sector inmobiliario. Por eso, la mayoría de proyectos se están desarrollando allá”, analiza para Obras Shohei Shigematsu, socio y director de Office for Metropolitan Architecture (OMA), en Nueva York.
“La ciudad tendría que haber pensado, más profundamente, sobre cómo el concepto olímpico se relaciona con Tokio y no tanto en las demandas que el COI hace a las ciudades organizadoras”. — Arq. Shohei Shigematsu
En el punto de intersección entre ambas zonas se sitúa la Villa Olímpica, donde se hospedarán los atletas, y cuya mayor novedad es que empleará hidrógeno como fuente de energía sustentable. Una vez que concluyan los juegos, las viviendas de los deportistas se convertirán en departamentos y condominios.
La joya olímpica
Con un presupuesto aproximado de 25,000 millones de dólares para organizar el encuentro, la joya de la corona – en términos arquitectónicos– será el nuevo Estadio Olímpico, que lleva la firma de Kengo Kuma, y que costará 1,200 mdd, tras descartarse el diseño original de Zaha Hadid, cuyo costo duplicaba el de Kuma.
“El comité organizador revisó el plan de sedes conjuntamente con los gobiernos metropolitano y nacional, las federaciones deportivas y otras partes involucradas para reducir los costos en 1,800 mdd. Este plan incluye el aumento del uso de sedes permanentes de 15 a 25, un 60% del total”, comparte Takaya.
Aun así, si se cumplen los pronósticos, estos serían los segundos juegos más onerosos de la historia, tras los celebrados en Beijing en 2008, que costaron 40,000 mdd.
Más allá del diseño de Kuma, el comité organizador no hace tanto hincapié en señalar el valor arquitectónico de las sedes, sino en su propuesta global: “Aunque serán unas fantásticas instalaciones, el Estadio Olímpico es el elemento del que estamos más orgullosos. Su estructura de madera y paisaje ajardinado combinarán, perfectamente, con su contexto”, afirma Takaya.
Las innovaciones
Sobre el desarrollo de la bahía, que la organización estima como pionera, el vocero explica que el concepto es el de crear un entorno que involucre a espectadores y visitantes, ya que Tokio 2020 será el primer evento olímpico que incluirá deportes urbanos, como BMX Freestyle, skateboarding, escalada o baloncesto 3x3 para amenizar a aquellos que no cuenten con entradas.
“Esto es un nuevo punto de vista, ya que este escenario proveerá de una experiencia muy novedosa”, asegura Takaya.
El rostro inmobiliario
Algo que caracteriza la justa olímpica es su capacidad para transformar el perfi l urbano de las ciudades anfitrionas. Según Bloomberg, aprovechando esta coyuntura, Tokio proyecta 45 nuevos rascacielos, y aunque la gran mayoría no estará lista en 2020, son parte de la oleada de inversiones, consecuencia del evento deportivo.
Mori Building, el mayor desarrollador del país, tiene proyectos por valor de 9,700 mdd en el centro de la ciudad. El más destacado es Toranomon Hills, una torre de usos mixtos que incluye oficinas, tiendas, zonas públicas y un museo.
Toranomon fue diseñado por Shigematsu, y aunque no se completará hasta 2022, incidirá en la planeación urbana de la ciudad a partir de 2020, ya que conectará la bahía con el centro de Tokio, dando continuidad al paseo de Shintora-dori, un nuevo acceso peatonal y verde, todavía en construcción, que quiere paliar la falta de vías de este tipo en la capital japonesa.
La forma central del rascacielos es una pirámide en una de sus caras, la que se invierte en la otra, creando un espacio público tridimensional. “Ese elemento central se convertirá en un acceso vertical que respira y que ofrece continuidad al tejido urbano de su alrededor”, describe el arquitecto.
El rascacielos de OMA incluye una nueva parada de metro, Toranomon Hills, de la línea Hibiya, situada en el subsuelo, y que consiste en un gran atrio luminoso, cuya salida eleva a los pasajeros a la zona verde, situada en las inmediaciones del rascacielos. “Es la primera vez que se diseña una estación con una gran sensación de llegada para los usuarios del metro de la ciudad”, explica su artífice.
La estación estará abierta, temporalmente, durante el transcurso de los juegos para desplazar a los pasajeros a la parada de Toranomon, de la línea Ginza, y dará cobertura a una parte de la ciudad.
Conexión olímpica
A nivel de infraestructuras y transportes, Tokio ha tomado otras medidas. Según varios documentos disponibles en el sitio web del gobierno metropolitano, hay varias prioridades: mejorar su accesibilidad, la congestión y la sustentabilidad.
En lo referente al transporte, varias líneas de tren y estaciones abrirán justo antes de los juegos, como la de conexión entre el centro y el aeropuerto de Haneda, que contempla la construcción de un túnel
de 6 km entre el aeropuerto y la terminal de mercancías. Ese mismo aeropuerto ampliará las franjas horarias de aterrizaje, de 447,000 realizados en 2014, a 490,000 previstos para 2020.
La construcción de tres carreteras de circunvalación disminuirá la congestión diaria que sufre la ciudad. Por ejemplo, la que va del aeropuerto de Haneda al céntrico barrio de Shinjuku recortará el tiempo a la mitad, de 40 a 20 minutos.
También se duplicarán los carriles destinados a las bicicletas hasta alcanzar una red de 264 km. Otras novedades incluyen la construcción de una terminal de autobús, adyacente a la estación de tren de Tokio, que sustituye las paradas antes diseminadas por la zona, y que ayudará a los pasajeros a realizar transbordos con más facilidad.
A pesar de estas medidas, Shohei Shigematsu considera que la ciudad ha perdido una oportunidad de enseñar algo nuevo al mundo.
La noción de las olimpiadas como motor económico ha cambiado desde 1964, cuando el evento puso a Japón en el mapa luego de la guerra, y ayudó a modernizar el país gracias a la puesta en marcha de nuevas infraestructuras.
“En esta ocasión, será la segunda vez y, aunque comenzó de forma prometedora, limitando la construcción de sedes permanentes, creo que se sigue la misma tendencia de inversión, y pienso que desembocará en pérdidas”, menciona el arquitecto.
Para él, “la ciudad tendría que haber pensado, más profundamente, sobre cómo el concepto olímpico se relaciona con Tokio, y no tanto en las demandas que el COI hace a las ciudades organizadoras”, argumenta.
En 2014, pocos meses después de que se anunciara la candidatura de Tokio como ciudad olímpica, el arquitecto realizó varios estudios y propuestas con sus estudiantes de la Universidad de Columbia.
Una de las conclusiones más interesantes fue la de idear cómo involucrar las zonas afectadas por el tsunami de 2011 y aprovechar el impulso de las olimpiadas para repensar y reconstruir aquellas partes del país.
Aunque no ocurrió el ideal imaginado por Shigematsu, él se reconforta: “De todos modos, estoy contento de estar involucrado en un momento tan importante para Tokio, en el que se están planteando nuevas soluciones sobre el espacio público, y cómo los rascacielos pueden contribuir a este cambio”.
“Hay quienes han visto la vivienda urbana sólo como un negocio sin aportar nada a la evolución de la ciudad”. Javier Sánchez, socio fundador de Taller JSA.
La confianza en el sector inmobiliario se perdió y hay que recuperarla, asegura el arquitecto Javier Sánchez, en referencia a la crisis que ha experimentado el sector de la construcción en la capital del país, durante los primeros meses del año, a consecuencia del freno a nuevos permisos de construcción y la revisión de al menos 200 proyectos en curso.
“El problema no son los polígonos de actuación, el problema es que se abusó y se corrompió, pero bien aplicado permite hacer cosas adecuadas”, asegura en entrevista desde la obra del conjunto Juan de la Barrera, en la colonia Condesa, donde ha trabajado, de manera consistente, desde 1996.
Este desarrollo habitacional, que abarca 4,040 metros cuadrados de la cuadra de la calle Juan de la Barrera entre Cuernavaca y Atlixco, alberga en sus dos fases 93 departamentos distribuidos en seis edificios desplantados en la parte posterior del predio.
“Si siempre has caminado por esta calle (Juan de la Barrera), no hay ningún cambio, los edificios no se te vienen encima”, comenta Sánchez, en alusión a la conservación de las dos casas de arquitectura neoclásica catalogadas como patrimonio arquitectónico y a la vegetación existente en el frente del predio, que ocupa 52% del desarrollo.
De no haber existido la figura del polígono de actuación, Sánchez señala que este espacio se hubiera transformado en 20 edificios de tres niveles cada uno, en los que la imagen urbana hubiera perdido la arboleda, que, durante décadas, dominó la calle Juan de la Barrera.
Sánchez sabe de lo que habla, pues comenzó su carrera como desarrollador y, después, generó un modelo de negocio único en el que ha desempeñado los cuatro roles: inversionista, constructor, desarrollador y arquitecto.
Esta multiplicidad de facetas le ha permitido comprender los requerimientos y las preocupaciones de cada uno de los involucrados en el sector y desarrollar soluciones innovadoras.
En su opinión, para recuperar la confianza entre autoridades, arquitectos, desarrolladores y ciudadanos, hay que reconocer los buenos proyectos y promoverlos.
“Es cierto que hay quienes han visto la vivienda urbana sólo como un negocio sin aportar nada a la evolución de la ciudad, pero también hay que considerar que los desarrollos tienen que ser sostenibles económicamente”, señala Sánchez, quien, en 2006, recibió el León de Oro en la Bienal de Arquitectura de Venecia por su proyecto de vivienda social Brasil 44, enclavada en el Centro Histórico de la Ciudad de México.
En cuanto a la decisión del gobierno local de establecer 12 corredores urbanos donde cualquier desarrollo debe incluir al menos 30% de viviendas de interés social, con un mínimo de 45 metros cuadrados, el arquitecto sugiere revisar la sostenibilidad económica de los proyectos, en particular, en una ciudad como la capital del país donde el elevado precio de la tierra y las condiciones del suelo encarecen el desarrollo inmobiliario.
Sánchez concluye que “la ciudad tiene que seguir evolucionando, no puede quedarse varada en el tiempo, pero puede hacerlo sin que su imagen cambie”.