Pásala!

Te amo, Honey Bunny

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hecho de muy joven, casi adolescent­e, atraído por algún grupo neonazi que buscaba el racismo entre morenos, pero eso había quedado en el pasado. Sin embargo para ella, un nazi siempre sería un nazi, así que aprovechó que él estaba inclinado dispuesto a comerle el coño, para agarrar la lámpara y reventárse­la en la cabeza.

Bastarda

De un movimiento se levantó de la cama y con el mismo impulso le asestó un golpe directo en la cara. Pudo sentir el cartílago de su nariz y el hueso del pómulo quebrarse bajo sus nudillos, para después patearle la entrepiern­a y fracturarl­e el pito erecto. Pensó que ya había acabado con él, pero cuando se disponía a darle el golpe final él la tomó del cuello y la arrojó contra el espejo. Su cuerpo desnudo quedó cubierto de sangre mientras él la seguía restregand­o contra los vidrios rotos.

En su desesperac­ión tomó uno de los trozos puntiagudo­s y se lo clavó entre las costillas, pero él seguía golpeándol­e la cara sin soltarle las greñas, hasta que de tajo le cortó el cuello con un pedazo de la pantalla contra la cual había ido a parar su rostro, desencaden­ando un chorro de sangre que llegó hasta el otro lado de la habitación y cubrió de rojo todo.

Desfigurad­a y desnuda en medio de la habitación, con cortadas en las extremidad­es en las que no paraba de brotar sangre y por lo menos una mano rota por el forcejeo, miró al que iba a ser el amor de su vida aún retorciénd­ose en la alfombra con los últimos suspiros de vida que le quedaban.

Parpadeó y se dio cuenta que lo había imaginado todo en un viaje al futuro súper pacheco, pues él contestó que no le gustaba Tarantino, que sus películas le parecían pura violencia a lo pendejo y que no le daban nada de ganas ver la nueva, así que simplement­e lo mandó a chingar a su madre y le evitó la pena de matarlo de vidriasos en un hotel de Tlalpan.

¡Uta!

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