Pásala!

¿Una reta de FIFA?

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aquel pendejo, por más adonis que pudiera ser, es al fin de cuentas un hombre y, como todo hombre, deseaba pasar el tiempo libre que tenía pegado a su Play Station 4 jugando FIFA 20, el cual acababa de salir a la venta hacía unas cuantas horas y ya lo tenía en sus manos, listo para hacer campeón de liga al Cruz Azul, porque sólo en un videojuego tal cosa sería posible.

Sentada en el sillón, con su pinche jeta, no sabía cómo llamar la atención del que se supone que debería estarla cabalgando como policía turístico de la Alameda; incluso le respiró en la oreja, le recargó las tetas en el hombro y le puso el culo frente a su cara, pero cuando lo hizo el otro pendejo la apartó porque no lo dejaba seguir jugando y ya le habían metido un gol por su culpa.

A ver si muy chingón

Cansada, harta y humillada, pensó en meterle un chingadazo en la cara y largarse de ahí, dejarlo con su pinche jueguito para ver si le cabía por el culo, pero, ya cuando iba para afuera y su puño a su nariz, se jugó su última carta y le cantó la reta, con la condición de que el que perdiera se iba a quitar una prenda.

Y, como era de esperarse, el cabrón le empezó a meter una putiza, y eso que estaba jugando con el Cruz Azul y aquella con el Paris Saint Germain, pero ella a final de cuentas era una mujer tan inteligent­e como sabrosa y no tardó en entender la dinámica de los controles y el juego, así que para el segundo tiempo las cosas se habían estabiliza­do.

Con las chichis de fuera y rebotándol­as con cada celebració­n eufórica de goles, empató el partido en tiempo de compensaci­ón para obligar a la tanda de penales más épica y erótica de la que el futbol de videojuego­s tenga memoria, porque con cada tiro acertado se quitaban algo y ya no tenían nada que quitarse y ya estaban en muerte súbita.

Lo más fácil era dejarse ganar y lograr que al fin se la metiera, pero en ese punto de la partida era más importante ganar el partido, y en el último tiro mandó la bola al centro y el otro güey se aventó al costado, perdiendo el juego y la honrra, porque en la euforia lo hizo cumplir su promesa, que era el que ella se lo iba a coger.

Digamos que nunca volvió a jugar con el control número 2 después de que pagó la apuesta.

¡Uta!

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