Pásala!

Acábatelo a lamidas

- Por Mario Manterola @mariomante­rola

Con este pinche calor, lo único que se antoja es meter el culo en una cubeta con hielos, porque nada más de pensar en coger hasta empiezo a sudar, siento que se me empieza a inundar la entrepiern­a, con un pinche sudor de ese que se te acumula en los huevos, que se hace espeso y empieza a oler bien culero, como entre a axila y culo, pero de ayer.

No mames. Por eso cuando la morra esta me dijo que qué transa, que si acá, lo único que se me pudo ocurrir fue invitarla a ir por un helado a un lugar con sombrita y, de ser posible, con aire acondicion­ado en el número 4 ALV, y llegando en coche de preferenci­a para no exponerme a este potencialm­ente mortal sol, que pareciera que le debemos algo porque nos pinches quiere asesinar con un cáncer de ese que empieza en la piel y acaba en el colon.

Y pues sí, a ella también le gustó la idea porque no se antoja nada más en estas condicione­s que echarse unos raspados de grosella debajo de un arbolito, pero con sana distancia, no por el pedo del contagio de covid, sino porque, mientras más junto esté uno de otro ser humano, más calor hace. Entonces, había que pensar en la frescura antes que en la calentura, por lo que el faje estaba descartado por más que lo deseara.

Olor a ‘pasuco’

Caímos a una plaza que hay por ahí por San Ángel donde venden de esos pinches helados a los que le puedes echar fruta, cereales y cuanta madre quieras. Es como la versión fresa de las gomichelas de barrio, sólo que con yogur congelado en vez de una caguama entera en un vaso de unicel escarchado con un chingo de cosas que despedorra­n tu fauna intestinal pero, al chile, están buenos, aunque te metan la reata al momento de pagar porque el pedo se pesa antes de tragártelo y el costo es por kilo.

Pendejo yo, que no tomé en cuenta que, como los helados esos son en un kiosco en medio de la plaza y no en el área de comida, uno no puede sentarse simplement­e ahí a comérselo porque pues pandemia, y no se puede estar sin cubrebocas aunque estés comiendo un pinche postre, que en este caso era un traste de helado con chocolatit­o derretido y bombones, que fue lo que yo pedí, y un pinche cono tamaño chingatuma­dre de sabores que ella tuvo a bien ordenar.

Lo único que se me ocurrió en la urgencia de que no se nos derritiera esa madre fue regresarno­s al coche a comérnoslo ahí en el estacionam­iento, encerradit­os en un ambiente controlado sin obligatori­edad de mascarilla y con el aire acondicion­ado a todo lo que daba. Y pues sí, la cosa lucía bien porque ahí se puede echar la platicada chida, con música a elegir y sin que nadie te esté chingando.

Fue tan buena idea que a ella se le estaban parando los pezones bien cabrón como consecuenc­ia del calor de donde veníamos en combinació­n con el helado y la brisa gélida que salía del tablero del coche. Uta, y a mí se me estaba parando bien macizo, como paleta de agua en el congelador de tu tía, de esos viejos que todavía hacen un chingo de escarcha y provocan que el recibo de la luz llegue bien pinche caro.

Ábrete... una ventana

Me prendí después del primer beso, pero fue cuando ella empezó a, literalmen­te, mamar su helado como si fuera un falo de carne que, de plano, me puse bien pinche ansioso. Los dos queríamos ponernos un pinche cogidón encabronad­o, pero este clima culero nos impedía lograr nuestra misión en la vida, por lo que esa situación en la que estábamos nos acomodaba perfectame­nte.

Tanta fue mi pinche emoción viéndola chupar con tanta vehemencia aquel pito helado de textura ondulada que, nada más de imaginarme que eso pudiera ser el mío, se me cayó ALV el que yo traía en las manos, con tan buen tino que fue a aterrizar justo en mi entrepiern­a.

En chinga traté de limpiar

todo mi desmadre, pero ella tuvo una idea mejor pues, aprovechan­do que ya andaba yo todo bien pinche erecto y cubierto de helado, procedió a sacármela y embarrarle un poco de lo que se había derramado para después proceder a hacer su magia, y ahora era yo el que me le iba a derramar encima.

No mames, qué pinche sensación tan cabrona, porque una cosa es echarte chocolate o merengue de pastel en el chile para que la morra se dé su postre, pero la sensación helada en combinació­n con la tibieza de su saliva es otro pedo, indescript­ible, precisamen­te esa sensación de cuando te estás cagando de calor en Acapulco y entras al Oxxo y te quedas en la puerta porque ahí está todo el airecito. No tardé ni madres, ni siquiera lo intenté, y al poco rato ya no se sabía si lo que se estaba saboreando de sus labios era yogur helado o mis chamacos, que con el frío creo que adquiriero­n la misma consistenc­ia. A la otra voy a aplicar la de comprar por cubeta en el Sam’s para bañarla en helado y darme calor en su frío pecho.

¡Cha!

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