Pásala!

Tu orgasmo ha llegado

- Por Mario Manterola

Inspirada en varios videos de ciertos influencer­s en los que se hacían pasar por conductore­s de taxis de aplicación para sorprender a sus seguidores, Danny, conocida actriz porno y modelo erótica de las redes sociales, pensó que podría tener un acercamien­to con sus fans para poder atraerlos hacia sus distintos contenidos.

Así que, como ninguna de las empresas que ofrecen este servicio se iba a prestar a que una encuerada manejara una de sus unidades y se cogiera a los usuarios que la identifica­ran, pues ella tuvo que arreglárse­las para realizar su misión, la cual sería grabada a cuatro cámaras ocultas y una más que vendría en un auto que seguiría a la unidad en la que se realizaría el experiment­o por las calles de Puebla… ¡para acabarla de chingar! Registró su auto particular, hizo las pruebas y logró darse de alta en una de estas aplicacion­es, como si fuera a trabajar, pero sólo lo haría por un día, consideran­do que a la primera un pasajero la reconocerí­a de sus videos puercos y ella lo premiara con un pinche palote encabronad­o en el asiento trasero, lo cual sería grabado y subido a su página de contenido exclusivo, por el cual miles darían varo, pues segurament­e sería un escándalo que se viralizarí­a.

Y pues ahí va la pinche Danny esperando a que se trepara el primero, y, para su suerte, fue un cabrón alto, güero, trajeado, guapo, del tipo ejecutivo, a quien tendría que trasladar de una colonia residencia­l acá muy popof a la zona centro. Desde que se subió a la unidad, su olor a perfume caro inundó la cabina e hizo que la conductora comenzara a salivar de abajo.

Pensó que, como todos los chaquetine­s, la reconocerí­a sólo con verle los ojos en el retrovisor, pero nada.

Aquel cabrón perfecto o era mayolo o de plano nunca se la jalaba porque no tenía necesidad, pues no logró reconocerl­a durante los 20 minutos que estuvo a bordo a pesar de que ella se le insinuó en repetidas ocasiones, pero se topó con que el vato estuvo todo el tiempo clavado en su celular contestand­o mensajes y, al terminar el viaje, le puso una estrella de cinco posibles nomás por pinche castrosa.

¡Qué pinche decepción! Porque hubiera estado perfecto que aquel galán la reconocier­a, se pasara al asiento de enfrente y se la fuera mamando durante todo el trayecto. Pero nomás la dejó con todo el asiento bien humedecido por las ganas. Ni pedo, porque al poco rato le pidieron otro viaje, y en esta ocasión fue una pareja algo mayor, como de 60 años los señores. El ruco parecía haberla reconocido, pero no dijo nada porque se veía que la ruca era cabrona, así que ninguno de los dos sugirió el menor vínculo con los videos cachondos porque ahí iban a rodar los putazos. El tercer viaje ya fue un joven que se veía fuerte y atlético, con un pinche pistolón que se le marcaba en el pants. Pero había un pedo: se veía sospechosa­mente joven y no fuera a ser la de malas que aquello resultara ilegal y hasta el bote iba a terminar; por eso mejor decidió que nel, por mucho que también le empapara el chocho. Danny ya se estaba dando por vencida, pero decidió que le daría una última oportunida­d a esa misión por dignidad, por calentura y también por ego, pues sería pionera en ese género. Al llegar al punto marcado en el GPS, descubrió que era una morra la que solicitaba el servicio. De repente la chava se le quedó viendo y le preguntó si ella era Danny, la actriz porno, y sus ojos se iluminaron en ese instante. Tras descubrir que su conductora era una de sus heroínas de la vida, se dedicó a llenarla de elogios diciéndole cuánto la admiraba no sólo por su apariencia, sino por su dedicación y amor al trabajo. Con una sonrisa se vieron a los ojos y, sin pensarlo, se besaron hasta casi quedarse sin aliento. Jadeando, les valió madres que estuvieran en un semáforo y se fundieron en un faje rabioso. La pasajera le arrancó la blusa y Danny de inmediato buscó debajo de la falda hasta encontrarl­e por dónde clavarle los dedos. Rodaron hasta el asiento trasero, donde consumaron una fantasía que no sabían que compartían. Todo quedó grabado en un video que, a pesar de que por un momento se empañaron los lentes y sólo se escuchaban claxonazos de mentadas de madre, no tardó en hacerse viral entre la banda de chaquetine­s, que hasta pagaron el doble por ver a dos morras coger en el tráfico.

¡Cha!

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