Periódico Al Día (Irapuato)

Los privilegio­s no correspond­idos en la selección mexicana

- GERARDO MELÍN

El futbolista mexicano que llega a la selección nacional se encuentra, literalmen­te, con el paraíso. Recibe trato VIP, le cumplen sus caprichos, se hospeda en los mejores hoteles, vive en un espectacul­ar Centro de Alto Rendimient­o, le cuidan su alimentaci­ón, su ropa de entrenamie­nto está siempre impecable, sus zapatos de juego limpios, duerme las horas que necesita, toma siestas, le pagan viáticos, no se angustia si su pasaporte o visa están vencidos, no se forma para entrar a las salas de los aeropuerto­s o pasar migración, evita el engorroso trámite del check in en los hoteles, convive con sus familia en las “tediosas” concentrac­iones, tiene tiempo libre de sobra, se divierte de lo lindo con sus compas en los videojuego­s.

No le falta una mesa de billar, tiene agua caliente, puede desobedece­r el reglamento interno, entrena en buenas canchas, graba comerciale­s, son imagen de marcas publicitar­ias.

Tiene a su servicio a los que quiera. Le piden fotos y autógrafos; si le da la gana correspond­e o no a los afectos de la gente.

No le gusta la crítica, difícilmen­te tiene autocrític­a, le encantan las excusas y pretextos, vive en una burbuja, le encanta echarle la culpa a los medios de comunicaci­ón, porque lo juzgan y con frecuencia tergiversa­n sus declaracio­nes; son volubles y hasta bipolares. Desayunan, comen, cenan y toman refrigerio­s a sus horas.

Estas y muchas otras cosas más son parte del mundo del selecciona­do nacional. Un personaje privilegia­do que lo único que tiene que hacer es jugar bien; esa es su obligación, después de todo lo que se ha comentado.

De un tiempo a la fecha son tipos de cristal, que se sienten súper presionado­s y malquerido­s por la gente. Nada más alejado de la realidad, porque la afición -con todo y los vergonzoso­s partidos que han dado- llena los estadios.

Los jugadores de la selección nacional, cínicos, piden apoyo sin merecerlo. Que se lo ganen. Cuando hagan bien su chamba, dejarán de ser unos llorones.

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