Periódico Al Día (Moroléon)

DEJAN DOLOR PARA DESPUÉS

Sobrevivie­ntes narran lo ocurrido el miércoles. La historia se repitió en la colonia Del Valle

- Cdmx/agencia Metro

Ricardo Pérez presenció cómo el edificio donde vivía colapsó frente a sus ojos. El inmueble marcado con el número 4 de Edimburgo, en la Colonia Del Valle, no sobrevivió al sismo, así como el número 30 que también se redujo a escombros.

Él estaba por ingresar, cuando el edificio se vino abajo y a sus pies, literalmen­te, queda- ron su ropa, muebles y la cama de Beyota, una perrita Maltés, que no sobrevivió al incidente . Sobre los escombros quedó una fotografía que Ricardo le tomó a su esposa hace un par de décadas, quien se encontraba en Ciudad Satélite cuando ocurrió el sismo.

“Yo estaba en este mismo edificio en el Terremoto del 85, tenía dos años de que me entregaran el departamen­to y también la libré; estoy tocado por un ángel”, expresó con la voz entrecorta­da. En ese edificio murieron dos personas y, hasta las 20:00 horas del martes, La Marina y el Ejército todavía buscaban a, por lo menos, 16 personas más. Ricardo contó que su salida del apartament­o 501 fue fortuita, pues acudió a su oficina en el edificio continuo por unas fotografía­s impresas, que necesitaba para trabajar. Cuando iba de regreso a su hogar, un vecino le llamó, segundos tardó en voltear para buscar a su conocido, cuando entonces oyó un estruendo.

Los siete pisos del edificio se derrumbaro­n sobre el estacionam­iento.

El silencio que prosiguió fue terrible, contó Ricardo.

Minutos después se sucedieron gritos y lamentos, cuando una cortina de polvo se alzó por encima de su cabeza y las alarmas de los coches no dejaban de repicar.

“Todo estaba en silencio, como si todo se hubiera acabado de un jalón, fue impresiona­nte”, expresó.

Pasaron un par de horas hasta que rescatista­s, bomberos y militares sacaron a los primeros sobrevivie­ntes: dos mujeres que tuvieron que ser hospitaliz­adas.

Vecinos incluso, improvisar­on un centro de acopio en las cocheras de sus autos, para ayudar a los rescatista­s que empezaron a surgir de la tragedia. Por su parte, Ricardo Pérez intentó ayudar a los volunta- rios, pero el desánimo lo apabullaba por momentos, aunque simplement­e el dolor lo dejaba pasar para seguir ayudando. “No tengo nada, ya me quedé hasta sin zapatos”, lamentó.

Mientras casi una centena de personas ayudaban en los trabajos de rescate, un elemento de la Marina recuperó un par de sus zapatos empolvados para que Ricardo los calzara y un lote de fotografía­s familiares.

Del resto de las pertenenci­as de los inquilinos no quedó nada, sólo polvo.

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FUERTES Y DE PIE Los ciudadanos han dejado lo material en plano secundario para ayudar a los demás.
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